sábado, 11 de septiembre de 2010

Recuerdas, ¿qué pasó un día como hoy?

Hoy 11 de septiembre se ha convertido en una fecha emblemática, dos acontecimientos marcaron el curso de la historia, transformaron a toda una generación, cambiaron esquemas y rompieron paradigmas. En 1973, en Chile, Augusto Pinochet encabezaba un golpe de estado contra el presidente Salvador Allende. En 2001, en Estados Unidos de Norteamérica, los atentados terroristas contra el World Trade Center (las Torres Gemelas) en Nueva York, el Pentágono y un avión en Shanksville, Pensilvania.

Un fenómeno inmediato al golpe de estado en Chile, fue la forma en la que el mundo conoció la noticia, que tardó horas en ser conocido por las naciones del orbe. Era poca o nula la información que provenía de Santiago, del Palacio de la Moneda o de la situación del presidente Allende.

Las imágenes desoladoras del Palacio de Gobierno semidestruido tras el bombardeo conmocionaron a los espectadores, pues fue hasta que se comprendió que Salvador Allende había muerto y con él, un gobierno socialista. El general Pinochet instauraría una dictadura que coartó las libertades y las garantías de su pueblo, miles de chilenos serían desaparecidos, torturados y asesinados. Una vez que el golpe triunfó, salieron a la luz, las últimas fotografías de Allende con casco militar y portando una ametralladora regalo de Fidel Castro.



Para algunos chilenos comenzaría una pesadilla, que dejó una profunda huella en una generación que hasta la fecha alcanza a comprender lo que significó para la historia chilena el golpe y la posterior dictadura de Augusto Pinochet.

Septiembre 11, 28 años después, las operaciones en el espacio aéreo de los Estados Unidos de Norteamérica comenzaban como era rutina, nada parecería indicar el pandemónium que se avecinaría. El vuelo de American Airlines número 11, que partía del Aeropuerto Internacional Logan de Boston (Ma.) con destino al Aeropuerto Internacional de los Ángeles (Ca.), fue secuestrado y se impactó a las 08:46:40 en la fachada Norte de la Torre Norte (Torre 1) del World Trade Center en Nueva York, entre los pisos 93 y 99. Minutos más tarde, a las 09:03:06, el vuelo 175 de United Airlines, que también cubría la misma ruta, fue impactado por terroristas contra la fachada Sur de la Torre Sur (Torre 2) del mismo conjunto, entre los pisos 77 y 85.

Fotografía de Wikipedia

Transcurridos escasos minutos, a las 09:37:44, el vuelo 77 de American Airlines, que partió del Aeropuerto Internacional Washington – Dulles con dirección al Aeropuerto Internacional de los Ángeles, impactaría el lado Occidental del Pentágono en el condado de Arlington (Va.), al Sur de Washington, D.C. Finalmente, el vuelo 93 de United Airlines que cubría la ruta entre el Aeropuerto Internacional Liberty de Newark y el Aeropuerto Internacional de San Francisco, se precipitaría a tierra a las 10:03:11 en Shanksville (Pensilvania), como resultado del intento por recuperar el avión que había sido secuestrado, presumiblemente su blanco sería la Casa Blanca o el Congreso de los Estados Unidos.

Gran parte de las personas tenemos muy presente el momento en que “en vivo”, en una transmisión sin paralelo en la historia de las comunicaciones, fuimos testigos del impacto del segundo avión en la Torre Sur del World Trade Center en Nueva York.

Nadie podía imaginarse presenciar los instantes de desesperación, caos, tragedia, incertidumbre y muerte, que reinaban en esos minutos. Las imágenes parecían producto de la más terrible de las tramas cinematográficas. Una vez que fuimos espectadores del derrumbe de ese símbolo de la Ciudad de Nueva York, se produjo en la Tierra un silencio profundo.

El mundo cambió como lo conocimos, salió a la luz lo más bajo, ruin y vil del hombre. Pero también surgió lo más digno, noble y solidario de los seres humanos, miles de héroes irrumpieron a las calles para rescatar a todas las personas que fueron víctimas inocentes del odio, de la incomprensión, de la intolerancia, de la cerrazón y de la estupidez. La misma estupidez que clamó por una venganza que culminó con las guerras de Afganistán y la del Golfo II.

El 11 de septiembre, marcó a otra generación, que vimos en tiempo real la catástrofe y la destrucción. Pero más que eso, el mundo nunca volvería a ser el mismo, en especial para la industria aérea y la seguridad aeroportuaria.

Tiempo después, tuve la oportunidad de visitar la llama “ground zero” o la “zona cero”. Además del vacío que dejaron las Torres Gemelas, se siente un hueco en el estómago con el sólo hecho de pensar en todas las personas que murieron en ese lugar, en ese día tan infame, y en todos aquellos héroes que perecieron posteriormente y que seguramente en los siguientes años habrá más defunciones producto del contacto con los escombros tóxicos, pero que no les importó arriesgar su salud, con tal de salvar vidas.

Dos ejemplos trágicos en sus respectivas proporciones que imprimieron un sello especial a dos generaciones, cuyo lazo radica en la ambición, en la venganza, pero en el vínculo más elemental, la sed de poder. 11 de septiembre de 1973, no se olvida. 11 de septiembre de 2001, tampoco podrá ser borrado de nuestra memoria. Pero espero que no sea para buscar revancha, sino aprender y perdonar. ¡Nunca más se permitan estas monstruosidades!

Quisiera dedicar estas sencillas líneas a todas aquellas víctimas de estos dos acontecimientos y también a los voluntarios que arriesgaron su vida para que otros vivieran y que su legado sigue vivo.

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