domingo, 31 de octubre de 2010

La muerte no tiene la última palabra

Nos acercamos a las celebraciones emblemáticas, propias de noviembre, el uno que litúrgicamente se conmemora la solemnidad de Todos los Santos y el dos que es la de los Fieles Difuntos.
Estas fechas nos permiten comprender lo que significa, realmente, para un discípulo misionero de Jesucristo la muerte y la santidad. Pero no sólo desde el aspecto espiritual, sino de la perspectiva de la antropología filosófica, del verdadero entendimiento de ese cambio metafísico que es la muerte.
La sabiduría plasmada en el Ciclo Litúrgico, ha colocado primero la Solemnidad de Todos los Santos y al día siguiente la de los Fieles Difuntos. El Misal Romano en su rúbrica de Todos los Santos señala, “… Nos representa visualmente a toda la multitud de los redimidos, para descubrimos el destino que nos espera también a nosotros, peregrinos… Todos ellos, que viven frente a Dios, son nuestros intercesores que dan impulso a nuestras vidas”.
Justo ese es el punto medular, somos peregrinos que buscamos la vida en plenitud que es la vida eterna. Nuestros santos particulares, el papá, la mamá, el tío, la tía, la abuelita, el abuelito, el primo, que ya han partido, se convirtieron en columna de nuestra vida. Ellos nos mostraron con su ejemplo, con su testimonio con sus consejos la forma en la cual alcanzamos la santidad para así, encontrarnos con Cristo. Son nuestros santos particulares, que aunque no están reconocidos en el martirologio, nos motivaron a dar e ir a más y así tener conciencia del proyecto de Jesús en nuestras vidas.
Aquí se pone de manifiesto lo que el filósofo italiano, Michele Federico Sciacca, señalaba, la implicación metafísica existente entre la vida – muerte, que conlleva una dialéctica de sentido no unívoco; para que exista la muerte es necesario que exista la vida del existente en el mundo; sin embargo, no es unívocamente necesaria la relación inversa.
Ello quiere decir, que para que exista la muerte requiere la vida. Pero en el sentido trascendente, la muerte sólo es el inicio de la vida. Nuevamente la Filosofía Cristiana y la Teología rompen con los paradigmas humanos.
El ejemplo lo tenemos en Jesucristo, cuyo centro y zenit de su vida y obra, no es la cruz, es la resurrección, porque Él nos prometió la vida y la vida en abundancia, la vida que no se corrompe. La cruz es sólo el inicio de una vida nueva, sin esa cruz, no habría resurrección.
Aunque se trate de no pensar, olvidar o negar la muerte con sofismas como el de Epicuro, que en su carta a Meneceo 125, diría, “la muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo”. Hoy se rechaza la muerte y se disfraza de enfermedad; se pretende alejar al moribundo de la idea de su propia muerte; se muere sin darse cuenta, y ya no se tolera que se haga ver al enfermo la proximidad de la muerte.
La muerte se manifiesta como dimensión fundamental de la existencia humana, en la experiencia de la muerte de la persona amada. En ella, el hombre se da cuenta de un modo existencial cuál es la naturaleza de la muerte y de lo que significa ser mortal.
Es cierto que tenemos una cita ineludible con la muerte, es parte del ciclo natural de los seres vivos, pero lo que determina todo, es la visión que nos brinda Jesús sobre ella. El Prefacio de Difuntos I, nos da la clave, “… por Cristo nuestro Señor. En el cual resplandece la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Pues, para quienes creemos en ti, Señor, la vida se transforma, no se acaba; y disuelta nuestra morada terrenal, se nos prepara una mansión eterna en el cielo”.
Qué hermosa promesa que hace Jesucristo, de la futura inmortalidad, por eso nos dice, “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 16, 6), misma frase que une estas dos fiestas. El seguimiento de Jesús implica justo ello, el comprender que la vida sólo se trasforma, que a pesar del cambio metafísico, nuestra alma permanece y busca regresar a su Creador.
Nuestro peregrinar, nos llevará a buen término, al encuentro con el Señor, por ello es que la muerte no tiene la última palabra.

sábado, 30 de octubre de 2010

"I'll see you again, on this side or the other”


Ben Affleck nos obsequia una gran película, dirigida y escrita por él, The town. La trama se desenvuelve en Boston y versa de la historia de suspenso y romance de una banda de amigos cuya principal actividad era el robo. En un atraco, Doug se enamora de la gerente del banco, Rebecca, relación que pondrá en tensión la amistad con James, mejor amigo de Doug.
A ello se suma, un insistente agente del FBI Frawley, que no dejará de luchar para poner tras las rejas a los responsables de los diversos robos en Boston.
Con las actuaciones de Ben Affleck, Jon Hamm, Rebecca Hall y Jeremy Renner.

viernes, 29 de octubre de 2010

Move on!

¿Cuántas veces nos encontramos enfrascados en una situación y no le vemos el fin? ¿Te sientes atrapado en un torbellino en dónde da vueltas una y otra vez? ¿Te preguntas el porqué y no encuentras respuesta? ¿Estás cansado de las mismas situaciones?
Si has contestado sí a varias de las preguntas, necesitas como dicen los americanos, “move on” (sigue adelante). Las situaciones ya las sobrepasaste, es decir, los zapatos ya te quedan chicos y necesitas nuevos retos, nuevas experiencias y nuevas aventuras. Mares inexplorados, horizontes lejanos en donde encontrarás otro aspecto de la felicidad.
Move on, si te encuentras enfrascado en torbellinos de circunstancias, “amistades” infecundas, relaciones sinuosas o ásperas, rutinas, en fin. No conserves aquello o a quienes no valen la pena, las malas amistades son como las sombras, se van cuando desaparece el Sol. Las buenas no necesitas ni llamarlas, están ahí para ti, cuando tú necesitas su apoyo, ni siquiera requieren de ser convocadas, se anticipan. Son las que te invitan una torta y no un trago. ¿Cuándo fue la última vez que invitaste a un amigo un taco?
Move on, cuando comienzas a preguntar el porqué de ciertas situaciones, donde ya no encuentras ni el sentido del porqué haces las cosas, del porqué te gustaba convivir con esas personas que no valen la pena.
En esta vida, se trata de caminar, de avanzar y de madurar, es tiempo de tirar los lastres que impiden justo esto, eso incluye personas indeseables, perjudiciales, ególatras. Pero también, el pasado, responsable de infinidad de esclavitudes.
¡Atrévete! Move on!

¡Vamos bien!

Un recinto de honor

Es muy difícil encontrar una persona que haya visitado el Palacio Legislativo de San Lázaro y no sienta orgullo y admiración, independientemente de los miembros integrantes de la Cámara de Diputados o de los Partidos Políticos en los que militen. El hecho de pisar una de las sedes del Poder Legislativo, el contemplar el Salón de Sesiones cuyo fondo descansan dos banderas de México y el Muro de Honor donde se encuentran escritas con letras de oro, mexicanos distinguidos.
La actual casa de los Diputados Federales, surgió como consecuencia de la Reforma Política de 1977, debido a la necesidad de albergar a 400 Diputados. El proyecto fue impulsado por el entonces Presidente, José López Portillo y comenzó su construcción en septiembre de 1979 de acuerdo a los planos del Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
El Palacio de San Lázaro fue inaugurado el uno de septiembre de 1981, aprovechando la Sesión de Apertura de la LI Legislatura del Congreso de la Unión, bajo la Presidencia del Diputado Luis M. Farías; en el marco del V Informe de Gobierno del Lic. José López Portillo.
Caminar por sus pasillos permite comprender la trascendencia de tal edificio, pues se ha convertido en un recinto de honor.

miércoles, 27 de octubre de 2010

¿Cómo integrar mi yo?

Ya hemos visto en entregas anteriores lo importante de interiorizar nuestra alma, realizar preguntas para taladrar lo más profundo de nuestro ser. Pero ahora, viene un aspecto muy importante, ¿cómo integrar mi yo? ¿Cómo aprender a ser persona?
Ya hemos dado muchos pasos en este camino que buscamos recorrer, el de poseernos verdaderamente o de reapropiarnos de nuestro ser, el ser los protagonistas en nuestra historia personal. El siguiente paso, es integrar los polos que hemos descubierto, sanar, reparar y confrontar esos aspectos trabajados, para conciliar el pasado con el presente y así prospectar el futuro.
Muy bien, nos encontramos con una serie de estaciones en nuestro camino, estaciones que debemos recorrer necesariamente, es un proceso cuyo resultado será nuestra integración.
1° Estación, reconocer y asumir la raíz generadora de dolor. Muchas veces, fuimos víctimas de terceros y creemos incorrectamente nuestra responsabilidad. En otras fuimos agente de dolor, porque pudimos haber ofendido y peor aún a quien amamos. Así el siguiente paso será más sencillo, lo que no es asumido, no es redimido.
2° Estación, reconciliación. Es un paso fundamental porque necesitamos sentir y experimentar el perdón, pero primero debemos hacerlo nosotros, es decir, primero debemos perdonarnos para perdonar y pedir perdón.
3° Estación, la transformación del dolor. El paso natural una vez experimentado el dolor es transformarlo en oportunidad de crecimiento y madurez. Ello porque conoce aquello que le puede limitar o paralizar, lo que permite enfrentarlo.
Una vez realizado este proceso, la integración de la persona para poder realizar sus metas, se convierte en una realidad. Y aquello que era motivo de parálisis, inmovilidad, miedo o dolor, se transforma en una fuerza transformadora y sanadora, perfectamente dominada porque se conoce. La persona aprende a vivir en libertad sin ser su propia esclava o de otros.

martes, 26 de octubre de 2010

En busca de la paz interior (III)

En estos días, parece ser lo más complicado poder encontrar la paz interior, hemos dado ya algunos recursos para poder alcanzarla. En esta entrega, continuamos con esa labor, reflexionar sobre lo importante de alcanzar la anhelada paz interior.

Un aspecto fundamental que debemos comprender es, somos seres sociales, vivimos, nos movemos dentro de un mundo. Un mundo salvaje en ocasiones, un mundo voraz, pero también, un mundo de retos y oportunidades.
Cuando somos conscientes de nuestro papel en el mundo, nos damos cuenta de la tarea a desarrollar y en virtud de ello, maduramos. El reto es aprender a actuar del mundo, pero también a mantener una distancia de él. El asumir ello, nos invita a reflexionar el hecho de estar atento a las necesidades del mundo, de nuestros semejantes en la mediad de nuestras posibilidades y aceptar, por otro lado, que hay situaciones en las cuales no podemos intervenir.
Hace unos días, impartí una conferencia y justo me preguntaban qué hacer para alcanzar la paz interior. Yo contesté con un principio, lo puedo resolver en este instante, ocúpate y no preocúpate, sino lo puedo cambiar, paciencia y vida interior. Los místicos decían “ora et labora” (ora y trabaja). Esa expresión resume bien este principio objeto de nuestra búsqueda, en el mundo hay situaciones fuera de nuestro alcance, pero en las cuales tenemos injerencia debemos luchar hasta alcanzar nuestros objetivos.
Fruto del comprender esto, es la serenidad. Serenidad para afrontar los retos de la vida, para poder tomar decisiones sobre la forma en la cual responderemos a los estímulos del mundo y forjar nuestras opiniones y criterios. Serenidad para aprender a vivir en libertad y con la responsabilidad correlativa.
Si asumimos nuestra libertad, aprenderemos a valorar con criterios trascendentes y no con los del mundo, en los cuales nos convertimos en esclavos de las decisiones de otros sobre nosotros y así nunca encontraremos la felicidad.
Sí es una realidad, vivimos en el mundo, pero atentos con ser tan del mundo. Es fundamental conformar el mundo, para aprender a vivir en él.

domingo, 24 de octubre de 2010

Yo estoy con ustedes…

En esta ocasión, meditaremos el Evangelio del Dormund, del “Domingo mundial de las Misiones” (Mt 28, 16 – 20)
“En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: ‘Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo´”.
El seguimiento de Cristo es una alegría, porque se experimenta el gozo del sentirse escogido, tocado por ese Jesús, contemplando sus ojos llenos de amor. Y como a Pedro que le pregunta, ¿me amas más que estos?
Más que estos, pregunta que taladra el alma, trastoca lo más profundo de nuestro ser, nos motiva, nos reta, nos faculta. Ese es un misterio, el porqué llama a algunos para que compartan y se unan en su vida a Jesús, a tomar parte de la cruz y avanzar con Cristo, como buenos cirineos, facilitando las espaldas.
Ese llamado, conlleva la vocación de ser misioneros, no sólo por el hecho que algunos es su misión principal, sino por el hecho de ser bautizados. Es una labor de irradiar el amor que Cristo nos tiene, que hemos experimentado y que deseamos compartir.
Pero lo más importante, es la seguridad que nos ha dado, el hecho de saber que está todos los días hasta el fin del mundo, con esa convicción es por la cual en este Domingo Mundial de las Misiones, renovamos nuestro compromiso misionero sustentado en la presencia de Cristo que camina con nosotros.
“Pero algunos vacilaban”, esas palabras resuenan en lo más profundo del corazón de muchos jóvenes que han escuchado el llamado del Señor. Qué impresión el comprender la profundidad del llamado de Cristo a su seguimiento radical, a un compromiso de vida.

sábado, 23 de octubre de 2010

Conferencia en la Rectoría de San José

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
23 de octubre de 2010
Rectoría San José
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El Misterio como centro de la vocación cristiana

Introducción


Quisiera comenzar con una oración muy antigua del siglo IX, atribuida a un teólogo y filósofo alemán, Rabanus Maurus.

Veni Creator
 
Ven Espíritu creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones
que Tú mismo has creado.
Tú eres nuestro consuelo,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú el dedo de la mano de Dios,
Tú el prometido del Padre,
pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía
evitaremos todo lo que es nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre
y también al Hijo y que en Ti,
que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo.
Gloria a Dios Padre
y al Hijo que resucitó de entre los muertos,
y al Espíritu Consolador, por los siglos de los siglos.
Amén.
Muy buenas noches, les agradezco la invitación para reunirnos en esta Rectoría de San José y en especial a su rector, al P. Roberto Montoro, para este pequeño compartir que vamos a sostener y lo hemos llamado, “el Misterio como centro de la vocación cristiana”.

En esta oportunidad de este pequeño compartir, buscaremos esas claves del Misterio de la vocación cristiana, donde precisamente, comprendamos que el hecho de ser católico implica un llamado, mismo que está destinado a crecer, a madurar y a dar frutos por ser protagonistas dentro del proyecto de Jesús en nuestras vidas. Cada uno, de acuerdo a la vocación a la que Dios le invita, a la vida sacerdotal, religiosa, consagrada, matrimonio, soltería, en fin. Recordemos que la vocación es: “el diálogo entre el Señor que llama y el discípulo que responde” (Mons. Ricardo Ezzati, SBD)

El punto de partida es “la totalidad de la vida está comprendida y significada en los misterios de Cristo” (Cencini). Pero se da, dentro de la fragilidad de la condición humana. Permitiendo demostrar la grandeza de Dios que actúa utilizando nuestra miseria.

Quisiera proponer el esquema que vamos a seguir para adentrarnos en el Misterio. Como primer punto, vamos a realizar un pequeño análisis de la realidad actual frente al Misterio. Como segundo punto, aceptar que la vida es Misterio. El tercer punto será la forma en la cual debemos conocer nuestra intimidad (taladro del alma) y por último, nuestra historia como cuna del Misterio.

1. La realidad actual frente al Misterio


En este espacio, conviene comprender por qué hoy la propuesta del proyecto de Jesús se ha tornado en muy demandante para los post modernos del siglo XXI. Cada vez es más complicado encontrar personas dispuestas a vivir de cara a Dios conforme a ese proyecto llamado vocación.

Encontramos jóvenes que buscan la puerta fácil de ir a vivir juntos por si acaso, no vaya a ser que le huelan los pies, para ver si sabe cocinar, para ver si nos entendemos. Pero si no, pues total cada quien para su casa y tan tranquilo. Regreso la mercancía, medio magullada, pero el almacén la acepta. También matrimonios donde la primera de cambio, ya quiero la nulidad, mira nada más con quien me case, etc. Y todos los “amigos” aconsejan lo más fácil, déjala, abandónala, te lo dije pero no estabas viendo en fin. ¿Y lo que prometieron el día del matrimonio donde se cerraba la unión con la frase “lo que Dios ha unido que no lo separa el hombre”? O la otra frase “en lo próspero y en lo adverso… todos los días de mi vida”.

Sólo queremos lo próspero, lo cómodo, sin lucha, sin constancia, sin descubrir el Misterio de los esposos, del otro. Pero lo adverso, la dificultad, eso no nos gusta, pero déjenme decirles que es el mejor lugar para probar el amor entre los esposos. Matrimonios se han arruinado por una crisis económica, por una enfermedad, por equis causas tan simples.

Jóvenes que no están dispuestos a comprender el llamado de Dios a un seguimiento radical. Hace unos años, acompañé a Mons. Jonás Guerrero a una visita a unas hermanitas, a unas religiosas y estaban cuatro chicas de visita en el convento, estaban encantadas con la vida religiosa. Durante el almuerzo que nos ofrecieron, le preguntaron a la Hermana Superiora sobre los votos y lo propio de la vida religiosa, la cuestión versaba si sólo profesaban por cuántos meses.

Esa es la realidad en actual, caracterizada por la falta de compromiso y de un ideal de trascendencia. ¿A dónde vamos? Hay una crisis de identidad porque las personas no se conocen, ocasionando una lucha interna por asumir su vocación en la vida. El sinsentido es producto de un severo conflicto espiritual. ¿Qué caracteriza nuestros días?

La primera es la comodidad en la que se encuentran muchas personas, llámese adolescentes y adolescentes tardíos, donde la máxima es si no está roto, para qué romperlo. Se experimenta un nivel de confort, donde para qué hacer cambios, para qué comprometerme, así como estoy, estoy bien. La cultura del menor esfuerzo.

Segundo aspecto, a todos nos gusta ser el centro de atracción, desempeñar los más altos puestos, ser el líder, pero se confronta con el hecho que me agrada vivir lo mejor posible en este momento, sin sembrar para el futuro.

Todo lo anterior, resulta en la interrogante que abunda, ¿quién soy? Originando toda una serie de dificultades pues se encuentra paralizado para tomar una decisión. Por tanto, no puede encontrar su vocación, no puede entablar relaciones emocionales duraderas, maduras. Es una parálisis total, fruto del miedo. Lo peor del asunto es que en el fondo de su corazón sabe qué hacer, su mente le dice que puede pero la voluntad está atrofiada para luchar por lo que quiere. Es personaje y no persona.

¿Qué perspectiva puede tener el Misterio del proyecto de Jesús para personas paralizadas? El sacerdocio por más sentido que tenga, por miedo o por tratar de quedar bien con otros, no es opción. No enfrenta la posibilidad que sea su felicidad verdadera. En el matrimonio no puede entablar una relación madura, pues estará basada en sentimientos y emociones, pero no se podrá hablar de amor. Lo mismo para la vida consagrada o religiosa, el hecho de realizar una profesión perpetua, aterroriza.

2. La vida es un misterio


El Misterio es vida, pero también la vida es Misterio. Aquí quiero hacer hincapié sobre lo que es Misterio. No es el por qué hay engaños, por qué hay fraudes o por qué una persona reacciona de determinada manera. Misterio es que yo veo algo, percibo algo pero hay mucho más que se esconde, es como cuando vemos la Eucaristía, a simple vista es un pedazo de pan, pero a los ojos de la fe es Cristo mismo, vemos un pan, pero alguien más se esconde. Por qué vemos a nuestros sacerdotes, religiosos y consagrados fieles a su vocación, por el Misterio. Por qué vemos a matrimonios felices de 25, 50 años, pues justo por eso, el Misterio.

La vida por tanto es Misterio (P. Cencini), la auténtica libertad a la que estamos llamados para asumir nuestra vocación viene justo de ello, de aceptar ese sencillo principio. Y cuando nos enfrentamos a ello, se generan dudas, pues es propio de la condición humana, el dudar de Dios y de su proyecto.

3. La forma en la cual debemos conocer nuestra intimidad


En estos casos qué hacer, lo primero es reconocer, se necesita de ayuda para encontrar el camino para avanzar sobre el Misterio de nuestra propia vida, esto quiere decir, aprender a vivir con sencillez y docilidad a lo que estoy experimentando, es asumir la realidad presente en la que estoy y comenzar desde ahí. Si aprendo esto, encuentro la verdadera humildad de reconocer que no lo puedo todo sólo y necesito guía para escuchar mi voz interior y el llamado para seguir mi vocación en esta vida.

Si vamos por ese camino, comprenderemos que la duda no es mala si tiene buen cause. La duda permite emerger las ficciones y verdades parciales de nuestra vida para de esa manera, encontrar la verdad.

Es curioso pero mientras más dudas tengamos sobre ciertas decisiones que debemos tomar, será la mejor opción elegida, ello porque nos exige mayor análisis y confrontación de la propia decisión. Por otro lado, cuando no hay dudas, es signo inequívoco de problemas. Hay un dicho popular, lo que bien vale la pena, cuesta mucho trabajo. La vida del hombre será por tanto una constante lucha, dice el libro de Job. El temple del hombre se prueba en las más duras y arduas dificultades.

Si la vida es Misterio, también el Misterio es vida como comentaba, nos invita a entrar el diálogo con la parte más íntima de nuestro ser, porque encontraremos a lo largo de nuestra vida en todas sus etapas van apareciendo diversos signos que nos han marcado, nos han indicado el camino y muchas veces, han denotado cierta insatisfacción o frustración. Pero eso nos hizo y nos configuró, esa es nuestra historia personal.

4. Nuestra historia, cuna del Misterio


Si analizamos esa historia, nos daremos cuenta que ese Misterio ha estado presente, en muchas ocasiones más visible y palpable que en otras, pero ahí de la reconciliación y aceptación de ello es que encontramos la ecuanimidad o la tensión. La apertura del hombre será determinante para apreciar los trascendentales del ser, es decir, lo verdadero, lo bueno, bello; pero también a la realidad de nuestros límites temporales y espaciales.

Nuestro desarrollo como personas, es único, porque es personal, hace que nos llenemos de la pregunta, del cómo, por ejemplo, del cómo he llegado hasta aquí, cómo caí tan bajo, cómo le hago, en fin. Pero lo más importante, es la comprensión del Misterio, mismo que está dentro de nosotros, San Agustín decía, “noli foras ire, in teipsum reddi; in interiore homine habitat veritas” (no vayas fuera, entra en ti mismo, en el hombre habita la verdad). En esa historia es donde se localiza quiénes somos.

El secreto es poder penetrar dentro de nuestra alma, sumergirnos, adentrarnos; pero debemos concientizarnos de lo mucho a escarbar y sanear. Por tanto, ahí descubriremos la pregunta que espera poder salir a la luz. Esa pregunta que debemos hacernos para ser felices, ¿cuál es la vocación a la que me invita Dios? ¿Cuál es su proyecto? ¿Estoy preparado para ser feliz?

El principal problema a resolver es cómo superar la incapacidad para descifrar el Misterio envuelto en pregunta. Ya se ha dado un primer paso, reconocer el problema imperante, el sentirse atrapado por la propia vida, derivado de la incapacidad para descifrar el Misterio.

Ahora, una vez aceptado, porque recordemos, lo que es aceptado es redimido, podemos encontrar la fuerza para ponernos en movimiento a la dirección precisa, buscada y anhelada. Pero ese impulso, debe ser propio, no ajeno, de otra manera corremos el peligro de someternos a los deseos o a la inercia de otros, por el deseo de pertenencia; y aún en ese caso, dentro de nosotros seguirá esa voz clamando nuestra libertad.

Como hemos visto, tomar una decisión es muy complejo, pero una vez hecha, debemos seguirla, ser fieles aún con el costo que implica, porque por cada decisión, también hay una renuncia.

Esa pregunta anidada en nuestra alma, en lo más íntimo, quiere decirnos algo, y debemos estar atentos a lo expresado, señalado o reclamado. Si preguntamos algo, es porque estamos buscando algo más duradero.

Por tanto, es fundamental educar el corazón, concientizarlo de la necesidad de cuestionarse y buscar la dirección para nuestra vida, pero debe hacerse con responsabilidad y lo más importante, con libertad.

El reto, aprender a profundizar y elevar las preguntas que deseamos hacernos, porque encontraremos respuestas a mucho más largo plazo y superaremos los problemas de las proyecciones erróneas. ¿Qué quiero hacer y qué estoy dispuesto a hacer para alcanzar mis metas? En ocasiones, debemos vencer dos miedos a ser felices y a vivir en libertad, lo que permitirá por tanto, emerger aspiraciones más nobles y altas; horizontes más lejanos y humanos, que integre todo lo que soy, el pasado, presente y futuro; el origen y destino, mis raíces y mi vocación. Dice San Agustín, “inquietum est cor nostrum, donec requiescant in te” (nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti).

Cuando nos acerquemos a poder plantear las preguntas, estemos muy atentos para que preguntemos realmente qué es lo que se quiere. Esto quiere decir, preguntar lo esencial, lo que en verdad nos va a llevar a nuestra felicidad

Me gustaría proponer unos textos evangélicos, que vienen muy apropiadamente para poder terminar con este compartir. El primero lo encontramos en Mt 8, 18 – 22, y nos dice del seguimiento de Jesús, “… Maestro, te seguiré adondequiera que vayas”. El otro texto es Mt 19, 16 – 22, “el joven rico” y Jn 4, 1 – 30, Jesús y la Samaritana. Estos textos nos van a permitir seguir comprendiendo lo que significa el Misterio.
 

viernes, 22 de octubre de 2010

El misterio como centro de la vocación cristiana

Un adelanto de mi compartir de mañana:


En esta oportunidad de este pequeño compartir, buscaremos esas claves del misterio de la vocación cristiana, donde precisamente, comprendamos que el hecho de ser católico implica un llamado, mismo que está destinado a crecer, a madurar y a dar frutos por ser protagonistas dentro del proyecto de Jesús en nuestras vidas. Cada uno, de acuerdo a la vocación a la que Dios le invita, a la vida sacerdotal, religiosa, consagrada, matrimonio, soltería, en fin. Recordemos que la vocación es: “el diálogo entre el Señor que llama y el discípulo que responde” (Mons. Ricardo Ezzati, SBD)

El punto de partida es “la totalidad de la vida está comprendida y significada en los misterios de Cristo” (Cencini). Pero se da, dentro de la fragilidad de la condición humana. Permitiendo demostrar la grandeza de Dios que actúa utilizando nuestra miseria.

lunes, 18 de octubre de 2010

¿Dónde quedó la bolita?

Desde el pasado miércoles desapareció el edil electo del municipio Cruillas en Tamaulipas, José Felipe García García y hasta la publicación de la presente, no se tiene noticia alguna o indicio del paradero del funcionario.
De acuerdo con las informaciones publicadas, el alcalde electo fue interceptado mientras circulaba por la carretera San Fernando – Cruillas, esa es la última certeza del caso.
¿Qué pasa en nuestro país? Creo que es algo en lo cual no podemos dejar de insistir. Este tipo de acontecimientos al igual que la ola de violencia no deben de existir y deben de cesar.
Como siempre, nos solidarizamos con las familias de todos los que sufren a consecuencia de la guerra contra el crimen organizado. Porque como siempre el gobierno sólo hace esa pregunta, ¿en dónde quedó la bolita?

Lo que a veces necesitamos...

domingo, 17 de octubre de 2010

¿Encontrará fe sobre la tierra?

Ya de regreso, comentaremos el Evangelio del XIX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 1 – 8).
“Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: “En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario". Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme".
Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?””
En este domingo, recuerda la importancia de la oración, la oración constante y sin desanimarse. La oración es una fuerza muy poderosa porque permite entrar en contacto con el misterio, con ese Tú, que es diferente a mí, no lo puedo comprender pero tengo la certeza de esa comunicación.
Hay muchas características para una oración efectiva y la primera es la mencionada por Cristo, no se desanimen. En nuestra vida de oración es muy frecuente la presencia del desaliento, porque creemos que Dios no las escucha, no le interesa, pudiera parecer un grito en el desierto. La constancia nos prepara para realizar una oración transformadora.
Ahí nos damos cuenta de nuestra inexperiencia en la oración, porque la oración debe ser transformadora. Hace poco, escuché el mejor ejemplo de lo que en verdad es la oración. Imaginemos a una mamá en su cocina, preparando la comida, la cena, en su mano tiene el cuchillo más filoso, llega su pequeño hijo de tres años y se lo pide. Su mamá por supuesto lo ignora y el niño se molesta y le increpa a su madre, pero no me estás escuchando, te estoy pidiendo el cuchillo, a lo que le contestan al párvulo, puesto que te estoy atendiendo no te lo presto.
Cristo menciona, siempre hay que orar, para todos los aspectos en nuestra vida, si hay una contrariedad, orar para encontrar serenidad y ecuanimidad; si hay felicidad, para dar gracias; incertidumbre, para encontrar certeza. Lo más importante, ante una bifurcación de nuestra vida, oración para tomar la mejor decisión y que nos lleve a la plenitud.
La oración no es una negociación. Es un diálogo, que requiere otra característica, un corazón abierto y atento, sin él, es imposible escuchar la voz de Dios y ese es el lugar donde precisamente Dios habla. Si le escuchamos atentamente, podremos participar del plan de Dios en nuestra vida.
Un último aspecto que me gustaría tocar, es la oración fundada en la fe. Si recordamos lo que hemos mencionado sobre el misterio, debo comprender que hay algo que percibo en la oración, pero hay muchas cosas que se esconden detrás. Sólo con la fe es posible que exista la oración, sin ella es infecunda, estéril, pobre, vacía, sin sentido, es un engaño a mí mismo.
Un hombre de oración, de fe, sabe interpretar los signos de los tiempos, es una persona ecuánime, moderada, feliz, porque se ha encontrado con aquél que es origen de las cosas y le ha participado su amor.
El ideal al que estamos llamados es a hacer nuestra vida una oración y nuestra oración una vida.
Conforme avanzamos en el Ciclo Litúrgico, nuestra vida recorre a su vez un proceso de madurez. En cada domingo, Cristo nos presenta un reto, un aspecto a trabajar, un consuelo, esperanza, entre otras cosas.

jueves, 14 de octubre de 2010

Perfecto, como tú quieras Felipe…

En la tradicional comida de la Cámara de Industria de Radio y Televisión, Felipe Calderón pidió a los medios de comunicación, no hablar sólo de lo malo. A ello, sólo resta decirle, perfecto, como tú quieras Felipe, aquí su capacidad como comunicador.


Brozo - El Notifiero
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miércoles, 13 de octubre de 2010

Echeverría tenía razón…

En verdad hemos recibido en todo el mundo con gran alegría la noticia sobre los mineros rescatados en Chile. Chile entero se volcó en apoyo a las personas atrapadas en las minas, jugadores y equipos de fútbol enviaron camisetas, balones, etc.; el Santo Padre envió Rosarios; en Grecia les esperan con alegría, en fin. Todo el mundo quiere honrar a los héroes.
En una mezcla de sentimientos, este incidente trajo a la memoria el trágico accidente en la mina Pasta de Conchos, esa catástrofe sacó lo peor del gobierno del sexenio anterior, donde demostró la incapacidad para hacer frente a la crisis, las mentiras elaboradas por el entonces Secretario del Trabajo, la corrupción del Sindicato Minero y muchas otras cosas.
Cuando celebramos la resurrección de las personas, nos alegramos y emocionamos al ver en vivo el rescate, las expresiones de las familias, las reacciones del Presidente de Chile y tantos gozos. Muy diferente a Pasta de Conchos, donde sólo presenciamos el caos, la tristeza y la desolación.
¿Qué hace Chile a diferencia de México? ¿O Brasil, Argentina? No solamente por su forma acertada de reaccionar ante esta situación, sino en todos los aspectos, económicos, políticos y sociales. ¿Qué hace falta para poder tomar conciencia de la necesidad de trabajar por el país?
En la alusión del título de esta colaboración, recuerdo una célebre frase del Presidente Luis Echeverría Álvarez, “México para los chilenos, y Chile para los mexicanos”.

martes, 12 de octubre de 2010

¡Al abordaje!

Sí existen las segundas y terceras oportunidades

Cuántas veces nos reprochamos por las oportunidades perdidas por nuestra inmadurez, por miedo, angustia, incertidumbre o peor aún, por no saber cómo defender nuestras decisiones fruto de la inconstancia.
El pasado ya fue, lo importante es la realidad actual y darnos cuenta de la importancia del actuar en el presente. Cuando somos conscientes de ello, apreciaremos las segunda oportunidad latente, si aún así la desperdiciamos, existe una tercera, pero en esa, debemos de luchar un poco más.
La tercera oportunidad será la última, eso es un hecho, lo importante es tomarla, porque está de por medio nuestros sueños, nuestros más profundos anhelos y lo más importante nuestra felicidad.
Si sólo tenemos una vida, por qué seguir desperdiciando oportunidades. Siendo honesto, son pocas las veces en donde existirán dos o tres. Si no las tomamos, es injusto echar la culpa a otros por nuestras indecisiones. Si somos infelices es por nuestra responsabilidad.
La vida requiere de aprovechamiento, utilizar el tiempo de forma sabia, ser hombres de carácter y atrevidos. Pero lo más importante, decididos a seguir y respaldar sus decisiones.
Sí hay segundas y terceras oportunidades, lo prudente es no gastarlas, tomarlas y ser felices; asumiendo los costos de ello.

domingo, 10 de octubre de 2010

¡Ten compasión de mí!

En nuestra ya tradición, el Evangelio del XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 17, 11 – 19).
"Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!” Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?” Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”".
Siguiendo en la línea de Lucas, en domingo anterior, Jesucristo nos lanzaba el reto de aumentar nuestra fe, pero en calidad, una fe madura, transformadora. Para poder entablar así una relación afectiva con Dios, centrada en el amor.
La escena evangélica, la podemos trasladar perfectamente a la actualidad, porque parece en nuestros días, en esta sociedad postmoderna, donde se privilegia la búsqueda de lo cómodo, de lo sencillo y si me permiten la expresión, de la tienda de autoservicio religioso en el cual, sólo tomo lo de mi agrado; quiero encontrar una respuesta rápida a mis males, a mi carencia, sin el más mínimo esfuerzo y en esa sed de verdad, no soy capaz de buscarla en donde me corresponde.
Pero los leprosos medio conocen a Jesús y van a pedirle ayuda y su clamor, también lo podemos hacer nuestro, ellos tenían algo físico, pero cada uno de nosotros puede sustituirlo por lo que necesite compasión, por mi miseria, mi incapacidad, por ser desconsiderado, inconstante, en fin.
¿Quién es el único que puede experimentar misericordia? Sólo aquél que es autor de la misma. Pero Jesús en este pasaje da una instrucción y pudiera parecer indiferente, pero los envía a ver a los sacerdotes.
Qué actitud típica de los católicos, porque nuestra oración, la escena evangélica es una oración, es siempre petitoria, necesito, requiero, me urge, por qué a mí, en fin. Esa oración no transforma.
El hecho sobre la respuesta de Cristo, de enviarlos, recuerda el punto del tiempo de Dios, no iba ser de inmediato, pero había escuchado el clamor, pero les prueba su fe, en ese trayecto es cuando se realiza el milagro. Como en todo proceso, hay un camino, un encuentro que transformó la historia, que ha tocado el fondo del alma.
Sólo uno regresa, dice el texto, un extranjero, probablemente no conocía a Jesús pero se atrevió a buscarlo, a encontrase con Él. Algo le tocó profundamente, hizo una experiencia central y vital en su vida, no lo podía dejar, por ello regresa y da gracias por lo que ha hecho Cristo en su vida. No importaba las veces anteriores, el pasado es de Dios, lo importante es el futuro y la decisión decisiva, lo que más vale es seguir a Jesucristo.
Ahí está el centro, “tu fe te ha salvado”, creíste en Mi, por eso es que se ha salvado.


sábado, 9 de octubre de 2010

El presente como resultado del pasado y cimiento del futuro

Hemos seguido con el esquema para poder encontrar el rumbo en nuestras vidas, es por ello, en esa línea a seguir donde debemos comprender lo que algunos autores llaman, nuestra “historia personal”.
En esa historia personal es donde se ha plasmado el “misterio” (como recordamos así el P. Cencini lo ha nombrado), es ahí, donde se encuentra la esencia de la vocación, a pesar de cualquier esfuerzo por ignorarla o rechazarla, sigue latente y presente. Punta de lanza para escavar en nosotros, es  el proceso realizado anteriormente, consistente en la formulación de preguntas para así, discernir el misterio.
La historia como diría magistralmente Cicerón es, “vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis” (testigo del tiempo, luz de la verdad, memoria de la vida, maestra de la vida y mensajera de la antigüedad)
Testigo del tiempo, porque ha presenciado la forma en la que las personas buscamos la identidad conforme vamos madurando, pero no siempre es tan visible o tan sencillo de identificar, lo que ha generado contrariedades y obstáculos para la interpretación del misterio.
Lux veritatis (luz de la verdad), nos brinda la posibilidad de comprender la verdad plasmada en el misterio. Brinda elementos clave para poder descubrir nuestra vocación a lo largo de nuestra vida, muchas veces escondida en el pasado y en determinados sucesos de ella.
Quisiera hacer énfasis en este punto, porque están determinados nuestras relaciones afectivas, nuestras capacidades intelectuales y escolares, problemas, oportunidades, anhelos, deseos, expectativas, limitantes, potencialidades, etc. Es también, confrontar, nuestras luces y sombras, arrojando un resultado para permitir analizar el porqué de nuestra incapacidad para decidir y tomar las riendas de nuestra vida. Esta experiencia por más dolorosa, permite encontrar los puntos centrales a trabajar y aquéllos en los que somos fuertes, cimiento para nuestro cometido.
De las preguntas que realizamos, depende el éxito de aprender a vivir. Si es memoria de la vida, la historia permite al hombre comprenderse a sí mismo para trabajar en sí para madurar y así, tomar conciencia de su responsabilidad al ser protagonista de la misma. Ser persona y no personaje. El hombre puede así, entrar en contacto con el misterio y así descubrir su vocación y luchar por ella, teniendo en cuenta la premisa, por cada decisión, hay una renuncia, pero al final debe optar por su felicidad. Cada persona es responsable de su felicidad, nadie más.
La historia entendida en lo anterior, es la forma para convertirla en maestra de la vida. Todo lo vivido ha permitido moldear la persona actual, el pasado necesita comprenderse y saberse interpretar para así resolver muchos asuntos no resueltos, grabados en el inconsciente.
Cuando somos niños y estamos aprendiendo a andar en bicicleta, tuvimos caídas, pero la única forma de perfeccionar era justo eso, levantarse y volverse a subir, aún a pesar de las constantes caídas, raspones y lastimaduras, ello nos hizo más fuertes y seguros; pero lo más importante era la firme decisión de hacerlo. No importó el tiempo, lo logramos, dominamos la bicicleta.
Todo ello, lo experimentado, hace eco y se convierte en mensajera de la antigüedad, porque nos permitió darnos cuenta de la importancia de las decisiones tomadas y no existe un reto tan complicado que sea insondable. La vida sólo es una, la responsabilidad de ella es nuestra, no podemos echar la culpa de nuestros errores o de nuestras indecisiones, la característica principal del hombre es su capacidad para tomar decisiones y respaldarlas.
Gary Herbert resume de manera magistral esta actitud, “¿si no hoy, cuándo?

miércoles, 6 de octubre de 2010

Nuestro primer mes…

Hoy cumplimos un mes de la aparición de este espacio y la primera publicación, ha sido un mes muy interesante y hemos abarcado los más diversos temas, es muy divertido compartir nuestra perspectiva de la realidad. Falta mucho y seguiremos trabajando en ello, para que no sólo sea el primer mes, sino el comienzo de muchos más.

De los dos no se hace uno…

Felipe Calderón hizo otra de las suyas, en verdad quisiera saber si piensa antes de hablar, bueno es mucho pedir, ya lo sé, pero no estaba pensando absolutamente en nada al hacer unas declaraciones de lo más inoportunas e indignas de un presidente.
Felipe Calderón insiste en llamar a Andrés Manuel López Obrador, “un peligro para México” y lo es, pero quién es él para calificarlo de esa manera, si él se tornó en justo eso, un peligro para México, ¿lo dudan?
Como diría un ministerio público, a las pruebas me remito, sólo por mencionar algunas cosas, la violencia en aumento, el narcotráfico en su máxima expresión, el desaliento de la juventud, el desempleo, los cínicos del gabinete presidencial (verdad Don Juan), el desprestigio de las instituciones y eso sin mencionar la figura presidencial.
No existe un liderazgo y la ausencia de gobernabilidad en el Norte del País, ha puesto en jaque la estabilidad de la Nación. Son muchas las señales de alerta de los movimientos sociales que han aparecido, tendrían que ser muy obtusos para no percibir los peligros que se corren en las carreteras, en los restaurantes, en las calles, escuelas, “antros” por la presencia de las drogas, de los secuestradores, asaltantes, etc.
¿Quién es el peligro real de México?

La apuesta del 2012

Lo que nos faltaba...

lunes, 4 de octubre de 2010

El que quiera ser perfecto…


Giovanni di Bernardone, como cualquier joven, buscaba su papel en la vida. Gustaba de gastar los bienes de su padre, vivir bien y como él mismo decía, aprovechar la vida al máximo; pero también, era muy dadivoso con las personas más necesitadas.
En ese interés por los más pobres, despreciados y desprotegidos es que va encontrando poco a poco el llamado de Dios a seguirle, a renovar su Iglesia. Es mucho lo que se puede escribir de San Francisco de Asís pero no habría suficiente tiempo y tampoco se le haría justicia.
Lo importante es todo lo que él realizó, pero algo que es apropiado recordar es su oración como corolario de lo que representaba:
Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el   Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.

domingo, 3 de octubre de 2010

Aumentar en calidad



En este XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 17, 3 – 10) encontramos un reto lanzado por Jesucristo.
“Dijo el Señor a sus discípulos: ‘Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo’. Los Apóstoles dijeron al Señor: ‘Auméntanos la fe’. Él respondió: ‘Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», ella les obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: «Ven pronto y siéntate a la mesa»? ¿No le dirá más bien: «Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después»? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "«Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber»’”.
“Auméntanos la fe” es la humilde petición que surge de nuestros corazones cuando nos enfrentamos a una realidad que nos supera, que va más allá de nuestras fuerzas, ahí queda claro nuestra miseria porque no sabemos cómo responder a esa situación en particular.
Justo ello, la fe, es lo que permite realmente sobrepasar cualquier circunstancia, porque la fe permite aferrarnos a lo que es valioso, es la confianza que tenemos en Dios, sin importar experimentar el silencio de Dios y atravesar la peor de las oscuridades.
El reto, es crecer en la fe, pero no en cantidad, sino en calidad, en una fe madura, que florezca, que fortifique, que nos permita ir a la plenitud. La fe, es un don, es un regalo, que hay que pedirla de rodillas. La fe no se consigue de la noche a la mañana y menos se alcanza la madurez.
Antes era mucho más fácil creer en nuestra infancia, era una fe como tal, infantil, basada en los aspectos de la inocencia y del ídolo que teníamos de Dios. Pero si no hemos avanzado y a la edad presente seguimos con ese nivel de fe, el síntoma es la necesidad de atrapar a Dios y modelarlo a nuestras expectativas y a lo que sería nuestra imagen de Dios, que no es el Dios de Jesús sino un ídolo, un icono. El Papa Benedicto XVI dice: “cuando el hombre se aparta de Dios, no es Dios quien le persigue, sino los ídolos”.  Hay que dejar a Dios que nos sorprenda, eso es vivir en la fe y eso es tomar conciencia de nuestro lugar, permitir que Dios sea Dios.
Fe también implica el aprender a entrar en contacto con Dios, es decir, aprender a orar. La verdadera oración es la que permite la transformación por la fe, una actitud orante, implica necesariamente una actitud de un hombre que cree. Que aunque no pueda interpretar las circunstancias actuales, ve la mano de Dios. Porque es un hombre que sabe analizar los signos de los tiempos.
Un hombre de fe es quien encuentra la satisfacción en lo que está haciendo en el preciso instante, porque sabe que es lo que Dios quiere, pero también ve al futuro con miras a la vida eterna.
Grandes hombres y mujeres han vivido de la fe, como la gran Teresa de Ávila, “sólo Dios basta”. Blas Pascal, la fe se percibe con el corazón. Benedicto XVI, “nos hemos de liberar de la falsa idea de que la fe ya no tiene nada que decir a los hombres de hoy”.
Quisiera dejar una oración que me han regalado, que nos viene muy bien recordar en diversas ocasiones:
Dime Señor qué es la Fe, dime Señor qué es la Fe, que yo quiero creer.
1.      Cuando escuchas la Palabra y la llevas a tu vida, tienes Fe. Cuando lloras en silencio esperando el nuevo día, tienes Fe.

Dime Señor qué es la Fe, dime Señor qué es la Fe, que yo quiero creer.
2.      Cuando después de un fracaso te levantas cada día, tienes Fe. Cuando tu perdón entregas con tu amor y tu sonrisa, tienes Fe. Y cuando acoges al otro y se realiza en su vida, tienes Fe.

Dime Señor qué es la Fe, dime Señor qué es la Fe, que yo quiero creer.