lunes, 22 de julio de 2013

El pacto del chantaje

Los firmantes del Pacto por México se habían comprometido, a invitación del Presidente Enrique Peña Nieto, a trabajar por los más altos y nobles intereses del país, en pocas y coloquiales palabras, a jalar juntos.
Al principio los dirigentes de las actuales fuerzas de oposición se mostraron participativos y entusiastas, felices por salir en la foto con el Presidente. Se comprometieron a colaborar en sacar reformas en el Congreso y lograr un clima de civilidad política para beneficio del país, emulando el Pacto de la Moncloa de España, el cual permitió la transición española.
Pero la realidad se ha convertido en el pacto del chantaje, porque a cada instante, a cada paso tanto el PAN como el PRD amenazan con abandonar el pacto si el gobierno o el PRI no cede en determinadas circunstancias, si los vieron feo o su la mosca vuela.
Aún de la forma chusca de exponerlo pero es la realidad, no se ha logrado instaurar un clima de civilidad política en nuestro país, si quiera son capaces de dialogar y llegar a acuerdos como es una de las principales máximas de la política.
Ojalá en agosto, cuando el Presidente Peña Nieto presente la propuesta de su proyecto de reforma energética se establezca un clima de diálogo y acuerdo para bien de nuestro país.
Es una gran oportunidad para lograr así por fin, la transición democrática y crecer en nivel político y de debate y no se quede en el pacto del chantaje.

domingo, 14 de julio de 2013

La omisión clama al cielo

El itinerario del Ciclo Litúrgico nos invita a prestar atención a nuestras actitudes al exterior, por eso en el XV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 10, 25 – 37) recordamos al “buen samaritano”.
“Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?"
Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida".
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver'.
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?". "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera”.
La autoridad con la cual predicaba y predica Jesús le proviene de quien lo ha enviado, el Padre, por eso los doctores de la Ley buscaban unos bien intencionados y otros no, el provocarlo, el tratar de obtener por un lado la Verdad pero por otro, para hacerlo trastabillar.
Por eso al acercarse el doctor de la Ley, quienes eran expertos en su tema, pero no la comprendían, era conocerla pero en el sentido vacío de la expresión, era un cumplimiento ciego y sin sentido; le pide una respuesta para alcanzar la vida eterna. La búsqueda era por obtener una receta mágica, unos consejos, una vía para la eternidad, si bien es una pregunta muy profunda, iba cargada de una intensión peculiar, el tentar a Jesús para caer en una contradicción.
Jesús al conocer el interior del doctor, le preguntó sobre la letra de la ley, de su literalidad. La respuesta pudiera parecer obvia pero es más complejo, porque es afirmar con todo nuestro ser nuestro amor a Dios, quien es creador y padre amoroso. La expresión es hermosa, pero hoy vivimos de acuerdo a nuestro propio dios y a nuestra imagen de él.
Tenemos el dios dinero, éxito, placer, etc., pero Dios no ocupa el centro de nuestras vidas, si Dios no está en nuestro corazón es imposible si quiera poder ver al prójimo, al semejante, a quien nos necesita y está junto a nosotros.
Por eso la explicación del hacerme como el otro con la parábola del buen samaritano. Si bien los judíos eran “adversarios” de los samaritanos, la parábola demuestra el inmenso poder de la compasión, del hacerme con el otro, de sufrir con el otro, de alegrarme con el otro.
¿Cuántas veces no pasamos como el sacerdote de la parábola? Si bien estamos consagrados por ser cristianos a la caridad, no la vivimos, nuestra oportunidad de ofrecer el sacrificio como sacerdotes, queda desperdiciada.
El levita, conocedor de la Ley tuvo la misma actitud de nuestros días: somos especialistas en una ley hueca y vana, la cual al ser probada, nuestra respuesta es pasar de largo.
Un samaritano demostró la capacidad de amar a Dios a través de los otros, por medio de ellos. Ya vivía la primera parte del resumen de la Ley, amaba a Dios, pero por ese amor, surge la necesidad de amar al otro, porque yo me siento amado desde toda la eternidad y no puedo guardar para mí ese inmenso amor.
No importaba los medios o los costos, lo urgente era atender la necesidad del hermano en desgracia, si amamos a Dios y vivimos en su amor, el sufrimiento ajeno no nos puede ser indiferente, no podemos pasar de largo, porque la omisión clama al cielo.
La omisión es uno de los peores pecados, porque por la tibieza de corazón no se permite dar gloria a Dios a través de nuestro actuar. El apocalipsis lo señala bien, los tibios o los omisos serán vomitados de la presencia de Dios.
En ese día de ese encuentro, el doctor de la Ley comprendió verdaderamente la esencia de la Ley, el amor, pero el amor como verbo, en acción.

domingo, 7 de julio de 2013

Deseo de paz

Jesús nos invita constantemente a renovar nuestro espíritu misionero, el en XIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 10, 1 – 12. 17 – 20), nos lo recuerda.
“Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'.
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: '¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'. Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre". El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.
Cuando medito el Evangelio anterior, se nos invita a reflexionar sobre el llamamiento recibido desde el Bautismo, porque el hecho de ser llamados Hijos de Dios y recibir la inhabitación Trinitaria nos obliga a anunciar la buena nueva y conforme vamos creciendo en la fe, debemos difundir el amor puro y perfecto de Dios por nosotros.
Así como a esos 72, también nosotros somos enviados para predicar al Dios del amor, a su Hijo por quien lo conocemos y también al Espíritu Santo quien nos impulsa a dar testimonio del Padre y del Hijo.
Pero aquí Cristo nos invita a tomar una parte activa del proceso misionero, aquí realmente comprendemos, no sólo debemos “ser buenos”, es ir mucho más allá, es aprender la metodología y pedagogía de Jesús, es ir a la aventura en miras de una misión muy superior. Es también cobrar conciencia de nuestra responsabilidad como laicos en la propagación del Evangelio, porque todos formamos la Iglesia de Cristo.
La misión es muy demandante y requiere necesariamente una actitud de abandono, no llevar nada, abandonarnos a la forma de Jesús y su proyecto. Pero lo más importante, contagiar a todos en nuestro alrededor del deseo de paz, porque debemos ser portadores de esa paz, la cual sólo puede venir cuando el Cristo reina en nuestra vida.
La última advertencia sobre nuestra misión, no ser soberbios, no caer en la tentación de predicarnos a nosotros mismos, vamos en nombre de Jesús. Los prodigios son de Él, no los nuestros, el proyecto es el de Él. Por eso estar atentos, el deseo de paz es de Dios, porque de Él surge la paz.
Así de seguir en el camino del proyecto de Jesús, tendremos la promesa de tener grabados en el cielo nuestros nombres, tras librar la buena batalla.

viernes, 5 de julio de 2013

Nuevos aires de santidad

Hemos recibido grandes noticias por parte de la Santa Sede, porque Su Santidad, el Papa Francisco ha dado su visto bueno para incluir en el coro de los Santos a dos Sumos Pontífices, los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II. Por otro lado, se incluirá entre el elenco de los beatos a Don Álvaro del Portillo.
Nuevos aires de santidad tendremos para quienes somos católicos, porque hemos esperado con gran entusiasmo las canonizaciones y beatificaciones de estos grandes hombres.
A Juan XXIII por fin se le hará justicia al reconocer el gran hombre pero lo más importante, el magnífico pastor, quien adelantado a su tiempo, convocó al Concilio Vaticano II y habló a los líderes de la tierra para exigir, como el nombre de su encíclica y testamento espiritual, Pacem in Terris. Independientemente de toda su vasta obra y legado, nos deja un alto ejemplo de la caridad.
Juan Pablo II un hombre de su tiempo quien retomó el verdadero significado de la dignidad del género humano a través de la Teología del Cuerpo, pero también al exigirle al hombre el buscar la Verdad. Nos deja un testimonio impresionante de la fortaleza y de la constancia.
Quizá un poco menos conocido por su gran humildad, Don Álvaro del Portillo, sucesor de San José María y primer Obispo Prelado del Opus Dei, nos regala su vida y la forma en la cual debemos buscar la santidad por medio del trabajo cotidiano y con la gran constancia del martirio cotidiano.
Nuevos aires de santidad, grandes transformaciones y grandes testimonios quienes nos demuestran la posibilidad de acceder a la santidad, basta solamente quererlo y abrazar a quien es el Camino, la Verdad y la Vida.

miércoles, 3 de julio de 2013

Por uno

Muchas de las cosas en la vida tienen un gran factor de éxito, ya sea en las relaciones, en el trabajo, en la diversión, el descanso, el amor, etc. Ese factor es uno mismo y no somos cocientes del poder de nuestra propia persona.
Hace unos días reflexionaba, las personas nos desean suerte en un proyecto, una empresa o alguna otra cosa, pero lo verdadero necesario es éxito. Cuando una persona cobra consciencia de sí, se da cuenta, en la vida no existe la suerte, uno mismo se forja el éxito.
Una persona madura es capaz de reconocer sus capacidades y talentos, sabe explotarlos, potenciarlos, desarrollarlos, sacar lo mejor de sí mismo para no sólo dar, el como dicen coloquialmente, el 100%, sino da todavía mucho más.
El éxito es el camino de una persona quien se conoce a su perfección, porque si bien conoce sus capacidades, también trabaja en sus áreas de oportunidad de crecimiento, porque eso le recuerda la constante necesidad de superarse.
Quien comprende su verdadero potencial, comprende contra quién es con quien en verdad compite, consigo mismo, porque busca ir más allá incluso de sus propias necesidades, son quienes son capaces de transformar al mundo.
El hombre quien busca conquistar al mundo lo puede lograr porque se ha conquistado a sí mismo. Todo ello es necesario hacerlo por uno mismo, por nadie más, quien en verdad está en sintonía consigo mismo, es capaz de lograrlo.
Por uno mismo es necesario realizar los cambios necesarios para ser dueños de nuestros destinos, del futuro en donde queremos estar y de los sueños a cumplir.