lunes, 28 de octubre de 2013

Así es el Cielo

Hoy comenzamos una serie breve sobre unas meditaciones del Cielo, o mejor dicho el Paraíso. Durante años, todos los hombres nos preguntamos la incógnita fundamental, ¿qué hay después de la muerte? ¿Qué es la vida eterna? ¿Cómo me preparo para ir a ella?

Si bien hay grandes maestros quienes han escrito sobre el tema, nosotros queremos aportar en la medida de nuestras posibilidades al particular, sin querer ofrecer una visión elevada o complicada sino dar un panorama sobre nuestras esperanzas del más allá, para poder plantear una visión, para poder afirmar, así es el Cielo.
Nos gustaría partir de la premisa ofrecida por la Escatología, la cual a grandes rasgos es la rama de la teología la cual nos brinda una visión de las realidades últimas, pero lo más importante la esperanza sobre la cual están sustentadas.

Hay dos ramas sobre las cuales está fundada la escatología, la individual y la general. La individual es el momento propio de nuestro tránsito de la vida terrenal a la vida eterna, ahí experimentaremos nuestra transfiguración como Cristo en el Tabor. Por su parte, la general, implica necesariamente la Parusía, la segunda venida de Jesucristo donde será el juicio universal.

Es importante hacer énfasis en un aspecto, no podemos hacer premoniciones, ni especulaciones sobre el final de los tiempos porque nadie sabe ni el día ni la hora, entonces ello nos invita a vivir en la libertad dada por Dios.

El Paraíso es una realidad sobrenatural, la cual sobrepasa nuestra capacidad de explicar, de comprender o siquiera imaginar, porque es la presencia misma de Dios, es contemplarlo en su gloria y majestad.

La libertad juega un papel fundamental porque desde ahora se comienza a construir el Infierno o el Cielo, porque al final el destino de cada uno está marcado por las decisiones tomadas en libertad. El ir al Infierno o al Cielo es nuestra libérrima elección.

Así pues, comencemos a escribir nuestro tránsito a la vida eterna, para poder describir nuestra propia versión y decir así es el Cielo.

domingo, 27 de octubre de 2013

El peso de la libertad

XXX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 9 – 14) se acerca el fin del Ciclo Litúrgico, pero para prepararnos, analicemos nuestra postura delante de Dios.

“Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
La tentación del católico es ser un católico fariseo, es decir, aquel quien se atreve a mirar de arriba abajo a sus semejantes, incluso a juzgar, señalar, acusar, calumniar e incluso a juzgar.
Se presentan a sí mismos como ejemplo de moralidad y rectitud, les gusta ser alabados y ocupar los lugares de honor y si por ellos fuera, harían de lado al Papa Francisco. Pero delante de Dios quieren atreverse incluso a dar su opinión y creer es mejor y superior. Su frase favorita es esa, “gracias porque no soy como esos”.

Triste noticia les tendremos, están muy alejados del cielo, de la vida eterna, porque Dios no es lo que busca, quiere la humildad de quienes como el publicano no somos capaces si quiera de levantar los ojos para ver al Señor Crucificado porque nos duelen nuestros pecados, nos duele un pasado el cual lo ponemos en sus manos.

Los católicos publicanos sabemos perfectamente, no somos mejores ni peores que otros, no hacemos comparaciones porque no sabemos los procesos internos de los demás, por el contrario, nos mostramos comprensivos y misericordiosos, porque el mismo Dios ha sido y es muy paciente con nosotros.

Nos golpeamos el pecho porque sentimos el peso de nuestras decisiones, muchas agradaron a Dios, muchas no, con nuestra vida hemos comenzado a construir o el cielo o el infierno desde ahora. Sentimos el peso de la libertad en nuestros hombros, porque nuestras decisiones marcarán la vida eterna.


Importante tener esa actitud delante de Dios, se ser como soy, de la forma en la cual me ha creado, porque así me quiere, así me quiso, así me querrá. Nada como vivir en la humildad aceptando quien soy y tener la conciencia de mi creador, frente a quien delante de Él, no soy nada.

jueves, 24 de octubre de 2013

Compartir MESAC 26 de septiembre última parte

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
¿Quién es?
Introducción

Ya hacia el final de nuestro encuentro vamos a comentar todavía en el marco del “Año de la Fe” descubrir el secreto de conocer que Dios nos ama.

Este Año de la Fe nos debió de servir para atrevernos a ir a más, a darnos la oportunidad del encuentro con Dios. Un pensador afirmaba, “el puente hacia Dios es tan antiguo que ya nadie se atreve a cruzarlo” (David Aldeguer Martinez), hoy me gustaría decirle, te has equivocado porque hoy queremos iniciar a cruzarlo. Porque el amor de Dios me mueve a buscarle, pero más aún, a amarle.
Claves para encontrar el amor a Dios

Quisiera retomar un poco el “cántico de las creaturas” con el que meditamos anteriormente para seguir con esta plática.

El cántico de las criaturas nos brinda claves para encontrar el secreto de conocer que Dios te ama. Pero más aún, la posibilidad de entrar en encuentro personalísimo con Él, a partir del cual la vida se transforma, la vida nunca será bastante para buscar estar con Dios.

Francisco previo a su encuentro con Dios, se dedicaba a desperdiciar su vida, a derrochar sin aprender a valorar las cosas sencillas de la vida, porque todo lo veía o lo daba por sentado.

Las cosas sencillas de la vida, nos permiten ir cobrando las dimensiones de ese gran amor de Dios por nosotros. Francisco escribe y dicta su Cántico al Hermano León previo a su encuentro con el Señor y es una oda a la grandeza escondida en la pequeñez.

Cuando perdemos esa perspectiva de la grandeza oculta en lo pequeño, recordamos a aquél mendigo quien comía de las migajas las cuales caían de la mesa de un acaudalado quien para él no significaba nada, pero para el necesitado eran todo.

El evangelio, siempre va a privilegiar el encuentro sencillo y profundo, Jesús exclamará: “te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11, 25). Porque ahí es donde comprendemos ese misterio, necesitamos vaciarnos de nosotros mismos para permitirle a Cristo llenarnos por completo, porque se convierte en nuestro todo.

Para iniciar el encuentro, requerimos un punto de partida, ahí encontramos una clave. El mérito del cristiano radica en su capacidad de levantarse de las caídas, porque ha aprendido una certeza, “mientras más bajo es el punto de partida, más alto será su elevación”. Por eso el Padre Francisco dirá: “a ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte”.

El hombre descubre, dentro de su indignidad, la nobleza y dignidad de Dios, porque es Dios mismo quien habita en él, pero no sólo eso, le ama. Es tan grande el amor de Dios porque es el único quien permite una relación personal con Él y nos da esa oportunidad por su Hijo, el cual nos dice, para referirnos a Él, basta con decirle Padre.
¿Cuál es tu camino?

Cuando Francisco comienza el tránsito hacia su conversión, tiene experiencias cada vez más fuertes con ese Padre amoroso, encontrará en su camino a su gran compañero, al Hermano León, quien le hará una pregunta fundamental. Si bien es cierto, buscas a Dios, pero cada quien debe encontrar un camino para ello, ¿cuál es el tuyo?

Sí, hay muchas experiencias y muchos caminos andados, un principio filosófico afirma, es imposible hacer juicios por otros. El único capaz de tener una experiencia de Dios y de su amor, eres tú, porque es un Dios personal. Porque cada hombre, aún no deseándolo, negándolo o renegando, lo lleva escondido en lo más profundo de su piel, de su corazón, es el mismo Dios quien grita dentro de ti, para decirte, ¡te amo! Jesús nos dijo, “yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”

El camino debe recorrerse poco a poco, paso a paso, pero eso sí, es un camino progresivo, el cual no admite retroceso. Jesús siempre nos invita a dar ese paso, es uno decisivo pero fundamental, aprender a caminar en la fe, Jim Elliot dice: “la voluntad de Dios no te llevará a donde su gracia no te proteja”.

Conforme Francisco encontraba almas, las transformaba por su testimonio y así se acercaron poco a poco sus primeros cofundadores, daban el paso para abrazar el proyecto de Dios en su vida. Los alentaba el valor y la confianza de Francisco, porque aprendieron rápidamente a encontrar la frase en la Sagrada Escritura repetida 365 veces, “no tengan miedo”.

Con esa confianza encontraremos el camino, porque primero por la fe, seremos capaces de hacer las cosas fáciles, luego poco a poco, las grandes y así las imposibles. El amor es la meta, es el destino y es la razón de nuestra existencia.
El problema de la gratuidad

Aquí encontraremos una de las cosas más grandes de Dios. El problema de la gratuidad. Dios nos ama por el hecho de ser y no de hacer, es decir, Dios nunca podrá dejarnos de amar y prueba de ello es la libertad, por eso Dios no espera nada de nosotros.

Déjenme repetir esa idea, Dios no espera absolutamente nada de nosotros, sin embargo, nosotros esperamos todo de Él. El esperar todo es porque buscamos la salvación, la cual sólo llega por el amor.

Para el hombre es muy complicado comprender la gratuidad, Dios nos ama gratuitamente, no espera nada de nosotros, Madre Teresa dirá, Dios no quiere que seas exitoso, sino que seas fiel.

Quien comprende la gratuidad, poco a poco comienza a volverse loco, pero cuando hablo de locura hay otro sinónimo, santidad. La santidad hoy en nuestros días es sinónimo de locura porque no se entiende, porque se es diferente, porque quien es santo ama. Cosa curiosa, el santo sabe perfectamente lo que no quiere ser, pero no sabe lo que quiere, sólo le basta el amor de Dios.
Nunca es bastante

Dios cuando sale a nuestro encuentro no se queda con nimiedades, con migajas. Dios busca la plenitud en nuestra vida, por eso encontramos a la totalidad, al Dios del cual nunca es bastante.

Cuando somos conscientes del amor de Dios, la vida no basta para buscar experimentarlo, Francisco, llegó al punto del éxtasis, de la levitación, pero también de la crucifixión.

Francisco se da cuenta de ese Dios insaciable, porque busca el retarte, el obligarte a superarte, a dar más allá de tus fuerzas. Cuando piensas es lo máximo posible a dar, Dios te dice, nunca es bastante. Pero te reta, porque aquello que no quieres, es justo lo que Dios quiere.

Francisco tiene una experiencia, la cual lo marcaría profundamente. La prueba más grande para su amor, eran los leprosos, su incansable Hermano León le preguntó sobre lo que más le costaba en la vida, Francisco respondió los leprosos. Ahí vemos una realidad propuesta por la Madre Teresa, “para que el amor sea verdadero, nos debe costar. Nos debe doler. Nos debe vaciar de nosotros mismos”.

Cuando entró esa noche Francisco a su oración, Dios le exigió besar a un leproso en la boca. Francisco quiso entrar el cólera, porque ya había cambiado reconstruido la iglesia, vivía en pobreza, vivía en sencillez, pero Dios es el nunca es bastante. Al día siguiente corrió para buscar encontrarse con el leproso, en ese tiempo, los leprosos estaban obligados a portar una campanita, para alertar a los demás sobre su presencia. Cuando escuchó esa campanita, Francisco quería correr, huir, pero no habría lugar dónde esconderse del Dios amoroso, quien incendia los corazones de quien ama y de quien se ha sentido amado. Francisco corre pero a besar al leproso, esa misma noche se da cuenta, de a quien ha besado es el mismo Cristo.
El hombre verdadero

Ahí admiramos al hombre verdadero, porque es capaz de superar sus límites por amor. Ahí aquellos quienes están distanciados de Dios, reaccionan ante una nueva realidad, es tiempo de hacer las paces con Dios y la única forma es amando. La invitación a ese hombre verdadero es si te atreves a amar.

Había una vez un hombre, un ermitaño, quien había buscado vivir en la perfección del amor evangélico, cuando muere llega al cielo, toca en el cielo y le dicen quién eres, el responde, yo, entonces se escucha, no hay lugar para ti. Regresa y vuelve a tocar, ¿quién es? Yo, de nuevo le dice no hay lugar para ti y le dijo vete. Entonces la tercera vez, le preguntan, quién eres, pero ahora la respuesta es diferente, es Tú, Señor, eres Tú.

El hombre verdadero, sabe esperar para llegar a ese momento, a la fusión de Dios y el hombre, porque es un instante para la eternidad. Así ese hombre enamorado comenzará a predicar con palabras, de ahí con acciones, para llegar a transformar con su silencio frente a lo sagrado. El hombre ante el misterio calla.

Es así, frente a todo ello, la pedagogía de Dios cobra sentido en su amor, porque nos enseña a sufrir, a resistir, a afrontar, a madurar, a crecer, pero lo más importante a amar. Cuando se ama a Dios, pero lo más importante, me siento amado por Él, ya no hay prueba sin sentido, ya no hay dolor sin consuelo, ya no hay noche sin estrellas, ya no hay día sin milagros.

Así hemos visto y recorrido muchas claves para descubrir el secreto de conocer que Dios te ama, como mencionaba al inicio, con el Cántico de las Creaturas, el cual es una alabanza por todas las cosas a nuestro alrededor.

Francisco lo escribió ya casi al final de su vida, cuando se quedó ciego, cuando fue expulsado de su propia orden, cuando fue desconocido por los suyos. Pero fue cuando era más feliz. Sintiendo cerca la muerte apresuró a su Hermano León para escribir para dar gracias por la hermana muerte, pero nos regala la esperanza de la vida eterna. Así Francisco, muere, en el piso, recargado sobre una piedra, pero con la certeza de San Pablo, “he librado la buena batalla, he defendido la fe”.

El éxito de San Francisco, fue su confianza plena en el Dios de la vida, en quien nunca es bastante, en quien nos motiva e impulsa a dar más de nuestras capacidades, a quien nos ama con locura, quien siempre busca nuestro bien. Es un Dios cercano, un Dios quien quiere entrar en contacto contigo para lograr un encuentro fecundo.


El cántico concluye “alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad”. En lo pequeño y discreto está Dios, en ti encerrado en tu corazón está Dios.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Compartir MESAC del 26 de septiembre de 2013, tercera parte

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
¿Quién es?
Introducción

Continuamos nuestro caminar, ahora tendremos otra meditación donde el final de la misma debe ser el poder dar una respuesta a Jesucristo quien nos pregunta, ¿quién dices que soy Yo?
Calentamiento previo



Recuerdan que para meditar realizamos ejercicios de calentamiento, ahora quiero proponerles para ello una oración muy hermosa, la cual escribió San Francisco, quien es el hombre quien más se ha asemejado a Nuestro Señor.

Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.

Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.

Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.

Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad.

Texto Evangélico

Una vez dados los ejercicios de calentamiento, dispongámonos a meditar el texto Evangélico (Mt 16, 13 – 20).

“Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ‘¿Quién dice la gente que soy yo?’. Ellos dijeron: ‘Unos dicen que eres Juan Bautista; otros dicen que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas’.

Jesús les preguntó: ‘Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Simón contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo’. Jesús le respondió: ‘Feliz eres, Simón Bar-Joná, porque no te lo enseñó la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.

Y ahora, yo te digo: Tú eres Pedro, o sea Piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las fuerzas del infierno no la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en los Cielos".
Primera día: una pregunta muy profunda

Ante la realidad de nuestra vida, vienen momentos complicados, vienen dificultades, nuestra fe duda, porque no alcanzamos a tener la fe madura. Jesús se presenta como una novedad.

Jesús sale al paso para hacernos una pregunta fundamental, visualicemos a los discípulos quienes aún no conocen al maestro, ya han convivido mucho con Él pero aún así no han penetrado en la profundidad del amor de Dios.

¿Quién dice la gente que soy Yo? Es una pregunta muy profunda y se la suelta a los discípulos, las respuestas son tan diferentes como personas les pudieron haber hecho.

Las respuestas son tan diversas como la concepción se tiene de la vida, unos decían Juan “el Bautista”, porque quienes lo decían fueron sus discípulos y descubrieron en Juan la figura del profeta que clama en el desierto, quien sería el último profeta antes de Jesús.

Algunos se quedaban en el pasado, con Elías o Jeremías, seguían esperando un nuevo profeta pero no habían visto a la plenitud frente a sus ojos.

Pero aquí el punto central, ¿quién dices tú que soy? Dependiendo la respuesta es la relación que has construido con el Señor, de la forma en la cual quieres relacionarte con Él.

De ahí parte toda una realidad, la forma en la cual describas será incluso la medida de cómo vives tu fe, la intensidad y la calidad de la misma. Esa pregunta desnuda el interior de nuestra alma y sólo debemos responder de la misma forma, con una fe totalmente desnuda.
Segundo punto: Tú eres el Hijo de Dios vivo

La respuesta de Pedro, necesariamente requería la iluminación por parte del Espíritu Santo, porque esa teofanía era producto de una persona llena de fe. No echemos en saco roto la respuesta, porque le dice eres el Hijo de Dios vivo.

Esa es la clave, el Dios vivo, queridos hermanos, hay que hacer nuestra esa realidad, es un Dios vivo, que está constantemente en nosotros, quiere también compartir en nosotros la vida plena, la vida eterna.

Cuando llegamos a una fe madura, seremos capaces de entender esos misterios, pero el primer misterio es ser capaces de comprender las señales de Dios en nuestra vida, las marcas de su paso en nuestra vida, así es cuando seremos capaces de ver la obra del Dios vivo en nosotros.
Tercer punto: la fe se pide de rodillas

La única forma de alcanzar dar una respuesta como la de Pedro, es de rodillas, porque la fe se pide de rodillas, se pide con humildad delante del Señor, si somos MESAC debemos estar unidos en esa oración constante que nos haga dar vida, que nos haga ser portadores de esa buena nueva.


El Señor quiere edificar a través de nosotros su Iglesia, quiere que cada uno de nosotros se convierta en una piedra viva para ser cimiento de quien se acerca a nosotros para dar vida.

domingo, 13 de octubre de 2013

Eran 10

El itinerario litúrgico nos invita ahora a reflexionar en la gratitud en el XXVIII Domingo el Tiempo Ordinario (Lc 17, 11 – 19).
“Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".
Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".
Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
Muchas veces nos unimos al grito de quien se encuentra perdido o desesperado, a quien no ve la luz al final del túnel y buscamos insistentemente a Jesús, incluso a gritos. Nuestro clamor ya no es una petición en concreto sino un alarido, ten compasión de mí.
La compasión va mucho más allá de cualquier petición porque implica el hacerme como el otro y experimentar su dolor, necesidad, inquietud. Por eso le suplicamos al Señor sea compasivo, nos muestre su compasión.
Jesús no es sordo a nuestros clamores, por el contrario, sin siquiera dar más explicaciones o buscar conocer más, se adelanta a nuestra petición y nos cura, nos quita la lepra, la cual nos duele, nos lastima, huele mal, hace que nos estemos pudriendo en vida.
Pero como siempre, sólo quien en verdad ama al Señor, es capaz de retornar y agradecer todas sus obras en nosotros. Si volvemos a leer el texto hay una frase la cual retrata a muchas personas, eran 10 y sólo una volvió, ¿dónde están los otros nueve? ¿Dónde quedó la gratitud?

Sin embargo, Dios nos ama tanto y sólo le importa nuestro bien, basta con una vez que regresemos para saber y tener la certeza de contar siempre con la protección y amor de quien nos ha creado.

jueves, 10 de octubre de 2013

Compartir MESAC 26 de septiembre segunda parte

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
La fe madura
Introducción

Seguimos en nuestro compartir, en nuestro retiro, hace un momento tocamos en nuestra meditación un tema enteramente espiritual, ahora es necesario aterrizar todo ello para así poder poner elementos prácticos para nuestra vida diaria.

De acuerdo a nuestro caminar de estas sesiones, ya hemos partido con la premisa del “joven rico”, ya descubrimos un poco el proceso que debemos seguir para reencontrarnos con el Resucitado si es que hemos perdido el camino o para reafirmar nuestro proceso de fe. Hablemos ahora de la Fe Madura.

Es muy importante que analicemos qué nos toca hacer en el cumplimiento de nuestro proceso hacia la Fe Madura. Por tanto hay, y más como MESAC,  apoyar a nuestros semejantes a que desarrollen la experiencia con el Cristo vivo para crear actitudes que formen convicciones. Que esas convicciones es lo que le es propio al católico, la convicción de la Fe en Jesucristo.

Todo hombre, ya lo decía Aristóteles necesita de elementos materiales para poder comprender algo. Es por eso, que se ocupan signos dentro de los sacramentos, pues detrás de cada sacramento hay un misterio de Dios.

El problema de no adentrarnos en ese proceso es que me puedo convertir en el católico de las cinco veces, que va al templo cinco veces en su vida, cuando nace, se bautiza; cuando hace la Primera Comunión; cuando hace la Confirmación; cuando se casa y cuando se muere.
El proyecto de Jesús

Cuando hablen de Jesús como centro de nuestra Fe, expliquen, pasa lo mismo que en toda relación, hay cercanía, hay lejanía, se pierde y luego vuelve, sufre crisis, sufre la noche oscura, se experimenta sequedad, acedia, etc. llega a parecer extraño, pero se percibe todavía más: ¡el silencio de Dios! El totalmente otro, más allá de toda fantasía o de percepciones sicóticas.

Jesús no es mago, no es tampoco un quita pesares, no es manipulable, no es ídolo. Hablo de una fe madura, no ingenua o quizá enfermiza. ¡Lejos de ello! Hablo de una fe evangélica, sanadora, que da vida, que me da brío para enfrentar conflictos cotidianos, de igual manera como lo hacía Jesús. Y de esa relación evangélica, profunda, única con Jesús, puedo decir: ¡creo en Jesús el viviente!; de manera que creo en aquel que me muestra otra manera de ser de Dios, única y auténtica: el Dios vivo, el totalmente otro. El relacionarme con Jesús no puedo construir una imagen cualquiera de Dios, sino aquélla que me lleve a mi verdadera felicidad.

Como San Pablo necesito experimentar a Jesús vivo dentro de mí de manera que transforme toda mi existencia; Pablo se desgastó en filosofías, en el Antiguo Testamento, en el fariseísmo hasta que se dejó encontrar por el resucitado que vive para siempre y pudo decir: “todo me parece basura” (Fil 3,8); “para mí la vida es Cristo” (Fil 1,21).

Al descubrir a Jesucristo vivo acepto que Él es mi Señor, quiero estar bajo su luz, bajo su Evangelio, en el proyecto de las bienaventuranzas, en su Misterio Pascual, en la vitalidad de la vida, etc. pero qué sucede entre nosotros objetivamente: ¿se puede ser masón y católico al mismo tiempo? Acaso… ¿se puede creer en la reencarnación y en la resurrección en Cristo? O quizá ¿se puede aprobar la pena de muerte y creer que el perdón aun al enemigo nos hace libres? Etc. Etc. Si nosotros estuviéramos bajo el señorío de Cristo lo único  que Él tendría que hacer es decir una palabra y eso sería suficiente.
Hay hermanos nuestros que creen que el Evangelio es si yo quiero, si me acomoda, si es propuesta posmoderna, si no afecta a mis intereses, si no rompe mi ascenso a tal puesto de gobierno o de la empresa. ¿Puede un doctor discípulo de Cristo aconsejar o provocar un aborto? ¿Puede un abuelito, creyente en el señorío de Cristo, pagar el costo de un aborto a la nieta o la novia del nieto?

Todavía algunos católicos creen que serlo es como tener una membresía en el club Iglesia Católica, lejos de decir y vivir como siervo del único Señor; aceptar que sin sujeción a Cristo, a su Evangelio, a su moral que fluye de éste, sin vivencia profunda de los sacramentos, no puede haber discipulado de Jesús nuestro Señor. Hay que enseñar que el camino de Jesús es duro, es demandante, pero me lleva a la plenitud y a la vitalidad, a la vida eterna. No nos engañemos, Dios nunca nos va a quitar la cruz, pero nunca nos va a dejar solos.
Nadie cree solo… Cristo necesita testigos y no parlanchines

Nos toca recorrer el camino, la fe es camino, el discipulado es camino y pasa por la cruz,  pero ésta no es definitiva; lo definitivo es la Resurrección. Es la etapa de la verdad completa o plena. A la pasión, al juicio injusto, al camino de la cruz le falta la resurrección. Por ejemplo, se repara o rehace una casa, se tira algo o mucho y llega el dueño diciendo: ¿qué has hecho? Mi jardín, ¡qué desastre! ¡Mis escaleras, las cortinas, puertas y ventanas! Y le dice el arquitecto, están en proceso, no están terminados, falta detallar y pulir, ¡espere! Por eso muchos arquitectos no permiten que el dueño vea la obra a mitad del camino o del proceso, hasta que termine para que no se frustre. Veo un enfermo, su deterioro, su minusvalía, sus discapacidades, etc., el ateo puede decir: ¿esta es la obra maestra de Dios? Y el hombre de fe responde con aplomo con esperanza: ¡La obra no está terminada! Falta la resurrección, ¡falta la plenitud!

Ahora bien, apenas van 45 años después del Concilio Vaticano II. Así como la Iglesia primitiva buscó solucionar el problema de cómo engendrar y hacer un cristiano para que participe del Misterio de Cristo y de la vida de la Iglesia,  pues el ¡cristiano se hace, no nace!; así como la Iglesia misionera antes del Concilio fue encontrando dichos “cómos” y lo planteó en el Concilio Vaticano II; así como ellos encontraron proyectos que se hicieron sistemas y caminos, se hicieron ritos y desataron procesos, nos corresponde a nosotros vibrando con Aparecida que pide un nuevo Pentecostés detonar los procesos, encontrar caminos teniendo claridad suficiente sobre el objetivo de la Iniciación y el proceso integral de la misma. ¡Nadie cree solo, Cristo necesita testigos no parlanchines!

Vivimos en esta ciudad poliédrica en sus culturas, que nos ofrece un variopinto de respuestas a cada paso de la vida desde el fatalismo, el hedonismo, el liberalismo, el neoliberalismo, el relativismo, el secularismo y otras ideologías imperantes transversales que permean la vida toda en esta realidad; podría ser que alguien decidiera o por inercia fuera padeciendo la historia en vez de transformarla y vivirla.

Invito a todos a ser ustedes mismos con identidad, con sentido de la vida misioneros en esta realidad, anunciadores de otra cultura alternativa marcada por el Evangelio, desde el encuentro con Jesucristo vivo, desde su señorío. Vamos sembrando evangelio como lo hicieran los Santos en cada momento de la historia que les tocó vivir, como Ignacio de Loyola, Juan Bosco, Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, etc., hay gente que decide vivir en amargura esta situación, que vive en desesperanza, en neurosis o quizá en sicosis u otras respuestas a situaciones límite. Nos toca escardar la tierra y sembrar con paciencia como los Santos que nos han precedido. Eso es lo propio del Católico.

Como lo dice la I Jn 1,1-3; estos aquellos de quienes dice el Evangelio que fueron los primeros discípulos: Jn1, 35-42. Quizá como los de Emaús quienes desilusionados fueron alcanzados por Jesús mismo resucitado y lo afirma en su fe y vuelven a la comunidad: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba les Escrituras?” (Lc 24, 32-35)


Ante la realidad histórica que nos toca evangelizar, aquí donde vamos a ser buena noticia, en esta ciudad del relativismo,  el creyente en el señorío de Cristo recurre a la revelación: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 31-33). La hostilidad del mundo no es señal de derrota, el sistema injusto ha recibido su sentencia, la victoria ya está conseguida, al modo de Dios. Para quien cree en el señorío de Jesús el orden injusto ha quedado desacreditado para siempre. Cada vez que el mundo de la maldad cree vencer, confirma su fracaso. La esperanza en la resurrección muestra que el límite de las posibilidades humanas no constituye ni remotamente el límite de las posibilidades de Dios. Deja que Dios sea Dios con el final de su obra: la Resurrección: ¡YO HE VENCIDO AL MUNDO!

miércoles, 9 de octubre de 2013

Compartir MESAC 26 de septiembre de 2013

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
Y lo tenía todo
Introducción

Agradezco mucho la invitación para estar en este día y poder compartir nuestras razones de esperanza (Cfr. 2° Carta de San Pedro), reunirnos para meditar los grandes misterios de ese Dios quien nos ama con locura. Prueba de ese amor es su Hijo, quien lo vendrá a plenificar con el Espíritu Santo.

Quiero proponerles el esquema que vamos a seguir en este retiro, para comenzar quiero pedirles que tratemos de guardar silencio, porque si estamos en retiro es importante permitir al otro que se encuentre consigo mismo y con Dios.

Tendremos dos meditaciones y dos pláticas, entre ellas habrá tiempo de reflexión personal y también habrá un espacio de tiempo libre. Cada uno debe ver la forma en la cual aprovecha el tiempo para nuestro encuentro.
Así pues, les invito a concentrar toda nuestra atención en este momento donde queremos encontrarnos con Dios en lo más profundo de nuestro corazón. Para orar es muy importante tener la disposición para hacerlo, debemos concentrar nuestra respiración y lo más importante, despejar nuestra mente.
Calentamiento previo

Es importante realizar una serie de ejercicios de calentamiento previos a nuestra meditación, son los elementos preparatorios. Hay muchos tipos de orar, cada uno vamos aprendiendo el nuestro conforme vamos madurando y avanzando en nuestro caminar de fe.
Pero lo más importante, es prepararnos para entablar ese diálogo de corazón a corazón, para así, nuestro Creador puede hablarnos a lo más profundo de

cada uno de nosotros.



Quisiera comenzar con una oración dirigida al Padre:


Padre mío que estás en los cielos ¡Cómo es dulce y suave saber que Tú eres mi Padre y que yo soy tu hijo!

Sobre todo cuando está obscuro el cielo de mi alma y más pesada es mi cruz, es cuando siento la necesidad de repetirte: ¡Padre, creo en tu amor por mí! Si, ¡Creo que tú eres para mí, Padre en cada momento de la vida, y que yo soy tu hijo! ¡Creo que me amas con amor infinito!

¡Creo que velas día y noche sobre mí y que ni siquiera un cabello se cae de mi cabeza sin Tu permiso!

Creo que, Tu infinita Sabiduría hace que todo sirva para el beneficio de los que Te aman: ¡Y aún, bajo las manos que golpean, yo beso Tu mano que sana!

Creo,... ¡Pero aumenta en mi la fe, la esperanza y la caridad!

Enséñame a ver siempre tu amor como guía en cada evento de mi vida.

Enséñame a abandonarme a Ti como un niño en los brazos de la mama.

Padre, Tú sabes todo, Tú ves todo, Tú me conoces mejor de lo que me conozca yo mismo: ¡Tú puedes todo y Tú me amas!

Padre mío, dado que Tú quieres que siempre recurramos a Ti, heme aquí con confianza para pedirte, con Jesús y María (un momento…).

Por esta intención, uniéndome a sus Sacratísimos Corazones, te ofrezco todas mis oraciones, mis sacrificios y mortificaciones, todas mis acciones y una mayor fidelidad a mis deberes.

¡Dame la luz, la gracia y la fuerza del Espíritu Santo!

Confírmame en este Espíritu de modo que yo no Lo pierda nunca, ni Lo entristezca, ni lo debilite en mí.

Padre mío, ¡es en nombre de Jesús, Tu Hijo, que te lo pido! Y tú, oh Jesús, abre Tu Corazón y métele adentro el mío, y con el de María: ¡ofrécelo a nuestro Padre Divino! ¡Obtenme la gracia que necesito!

Padre Divino, llama hacia Ti a todos los hombres. ¡Que el mundo entero proclame Tu Paternal Bondad y Tu Divina Misericordia! Sé para mi tierno Padre, y protégeme por todas partes como a la pupila de Tus ojos. Haz que yo siempre sea digno hijo Tuyo: ¡Ten piedad de mí!

Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!

Padre Divino, bondad infinita que se infunde sobre todos los pueblos.

¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres! Padre Divino, rocío beneficioso de la humanidad.

¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!


Texto Evangélico

Una vez dados los ejercicios de calentamiento, dispongámonos a meditar el texto Evangélico (Mt 19, 16 – 22).

Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es el Bueno. Más si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.

¿Cuáles? le dice él. Y Jesús dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?

Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme. Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
El paso de la purificación

En un primer momento vemos la escena, Jesucristo caminaba y se le acercaban las multitudes, queriéndolo tocar, pedirle un milagro, en fin. Llega un joven, que podría ser cualquiera de nosotros, se le acerca y le dice “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?... Guarda (cumple) los mandamientos… El joven le dijo: todo eso lo he guardado”.

¡¡¡Eureka!!! Ya estamos en el proceso del discipulado, ya guardo los mandamientos, ya cumplo con lo principal del seguimiento de Dios. Pero además soy un experto en la ley, en las enseñanzas de Jesús, soy un docto en teología.

¿Pero de qué sirve si no hablo con Dios? Tengo una vida en la cual me rijo por los “no´s” como un ente, como un ser adiestrado, que no comprende la dimensión del amor del Resucitado. El joven se acerca preguntando al “maestro” como si Cristo fuera sólo un maestro de la ley, al que se le preguntan cuestiones de la moralidad o inmoralidad de las cosas.

Este primer proceso se llama de purificación, en dónde busco cambiar mi vida orientada a la Santidad. El joven se atreve a continuar y con un cierto tono de prepotencia y soberbia dice: “todo eso lo he guardado, ¿qué más me falta?”
Paso de la Iluminación

Ahora viene el proceso o la fase iluminativa, donde me doy cuenta que en la vida del católico, los “no´s” se sustituyen por “sí´s”, por el hecho que he comenzado a amar, en donde se forman las virtudes; donde veo injusticia, busco la justicia, donde existe la mentira busco la verdad. De ahí que sí amo a Dios sobre todas las cosas, sí bendigo su nombre, sí santifico las fiestas… Surge del amor por el Resucitado.
El paso Unitivo

“…Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme…”

Es el paso natural, el unitivo. Donde ya es imposible separarme de Dios y como el “pobre de Asís” cuando Kazantzakis describe la experiencia de Francisco, cuando Jesús le pide que bese a un leproso. Francisco temía a los leprosos, tanto que cuando escuchaba la campanita que debían tocar los enfermos para anunciar su presencia, corría para otro lado, para evitar ver cómo se desfiguraba su cara y su cuerpo era carcomido.

En el diálogo del de Asís y Cristo, le dice, Señor, cómo me pides eso, ya dejé todo para seguirte, ya fundé una orden, ya ayude a edificar Tu Iglesia, ¿no te basta con eso? Jesús le insiste, pues ahora quiero que beses al leproso. Días después, Francisco escucha la campanita y busca correr, pero recuerda lo que le pidió el Resucitado, le se echa el manto a la cara y besa al leproso como le habían pedido. Tiempo después se da cuenta, que a quien en verdad estaba dando el beso era a Jesús, desde entonces hizo suya la voz del que no tiene voz y jamás su vida fue la misma.

Dar un sí para buscar la Santidad y no nos pase como el joven rico que se marchó entristecido porque no pudo vencer su propio egoísmo, porque como dice el Evangelio: “tenía muchos bienes”. Y hoy no sabemos ni su nombre. Si queremos alcanzar la Santidad, sería muy hermoso que al final de la batalla, Dios nos reciba con nuestro nombre y nos invite a recibir el premio merecido.


Ahora pasemos a un rato de meditación personal para seguir en ese diálogo con quien estoy convencido vale la pena seguir.

lunes, 7 de octubre de 2013

Compartir Rectoría San José, segunda parte

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
21 de septiembre de 2013
Retiro - Plática
Rectoría San José
“Yo quiero ser TODO”
Introducción

Continuamos nuestro encuentro, ahora después de un tema más espiritual, vamos a encontrar ciertos aspectos que nos permitan profundizar la figura del “buen pastor” en la realidad de nuestras comunidades.

Nuestra fe muchas veces quiere acomodarse, permanecer en su zona de confort, sin moverse, y eso estorba e impide las maravillas que sólo Dios puede realizar en nosotros y a través de nosotros.

La fe es respuesta a Dios que nos habla, que nos llama, que me desafía y me empuja a vivir de una nueva forma. Los hombres y mujeres de fe en la Sagrada Escritura vivieron una experiencia personal con Dios vivo que no se ve, pero habla, lo escucharon y se dejaron guiar por sus pasos.

Es el misterio de Dios que nos exige dejar algo, dejar mucho o todo, pero al final del día es dejar. Desasirse de todo aquello que estorba para dar una respuesta audaz de la fe desnuda, que exige desarraigo, conversión, vida nueva guiada por la Palabra de Dios de la fe al horizonte del riesgo de lo desconocido y tendrá que identificarse diciendo, “Yo soy, no teman” (Mt 14, 27).
El Dios de la misericordia

Cuando logramos entablar esa relación nuestras perspectivas cambian, porque necesariamente buscaremos ir más allá, pero para poder entender ello, es necesario desmenuzar las enseñanzas de Jesús quien nos busca llevar al Padre, a ese “buen pastor” quien nos mostrará el camino a la felicidad plena.

Es importante contextualizar el texto evangélico meditado hace un momento, con el cual comenzamos nuestro compartir. Para comenzar, la primera parte del capítulo 15 del Evangelio de Lucas es dedicado a la figura de Dios, Jesús quiere mostrarnos al Dios del amor, al de la misericordia, al Padre.

En ese pasaje, Jesús relata tres parábolas, llamadas de la “misericordia”. La primera es la del Buen Pastor, la segunda es la de la mujer que pierde un dracma y lo encuentro, la tercera y última, mi favorita, “el hijo pródigo” o como yo prefiero, “el Padre providente”.

Aquí podemos contemplar un eje en común, estamos sedientos de escuchar y de ver al Padre. Pero muchas veces no comprendemos la forma en la cual lo podremos hacer, nos sentimos avergonzados, porque nuestro peso del pecado nos es abrumador, nos da vergüenza verlo cara a cara.

En el “buen pastor” es Él quien buscar ir a nuestro encuentro, está dispuesto a entrar en contacto con nosotros, si bien nos respeta nuestra libertad, pero está ahí al pendiente.

Es el mismo Padre quien desea vernos realizados, desarrollando el plan que tiene para nosotros basado en una gran confianza entre el hombre y su Padre de los cielos. El único responsable del alejamiento es el hombre, no Dios, sino el hombre porque quiere sentirse “libre”, pero lo que realmente encuentra es la “esclavitud”.
El Padre respeta la libertad

Eso nos pasa como el “hijo pródigo” o el “Padre providente”. En el texto, el hijo mata al Padre, porque le exige una herencia que no le corresponde. Pero el hijo aparentemente bueno, no reconoce tampoco al Padre porque se enoja cuando regresa el otro, a quien ni siquiera reconoce como hermano.
Ambos hijos, uno asesino y el otro indiferente, ambos alejados del Padre porque piensan que es un juez terrible e implacable. El hombre es quien se aleja, el Padre ve partir dolorosamente a su hijo, sabe perfectamente todo lo que le sucederá, pero no puede impedirle buscar su propio camino y destino.

Si bien el otro se quedó, ve al Padre como un capataz, pero también el Padre le respeta, no interviene con su libertad. Pudiera parecer una incoherencia porque aparentemente está cerca de su Padre pero no es así.

Hoy el hombre quiere vivir como si Dios no existiera, o bien, lo ven aparentemente cercano pero no se molestan en conocerlo, en amarlo o en tener una confianza filial a su Padre. Dios se queda paciente viendo cómo su obra, sus Hijos se alejan, no hace “berrinches” o trata de detener al hijo cuando parte, yo imagino viendo por la ventana, con los ojos vidriosos, impotente, pero confiado, algún momento vendrá. Aún estando lejos siempre estaré con Él.
Quiere ser TODO

Dios no se conforma con el lugar que muchos queremos darle, quiere ser TODO para el hombre, para así comenzar una nueva relación, así lo vemos en el pasaje del dracma, la desesperación por encontrar esa moneda hace mover todo, buscar en cada espacio, rincón, para dar con esa moneda.

Así se convierte la búsqueda de todos quienes buscamos encontrar a Dios y la mejor manera de hacerlo es a través del Hijo. Si bien, Dios ya no puede volver a enviar a su Hijo para poderlo conocer, no se cansa de querer entablar esa relación de amor filial con Él.

El Padre aunque ya conoce perfectamente todo lo que hacemos, pensamos y decimos, está esperando para que nosotros le contemos nuestro día, nuestras necesidades, alegrías, tristezas, planes y proyectos, como un verdadero hijo confiado con su Padre.
La oración dominical: Padre Nuestro

Si queremos descubrir la figura del “buen pastor” necesitamos horas en la oración, en encontrar la fuente de caridad del Padre, la cual es un verdadero océano. Para iniciar es importante meditar con detenimiento cada vez que rezamos la oración dominical: el Padre Nuestro.

Comenzamos con la expresión, Padre Nuestro, pero realmente profundicemos y preguntémonos sin miedo, ¿de verdad lo considero mi Padre? ¿Puedo hablar con esa confianza filial a mi Padre?  ¿Puedo penetrar en su intimidad para que a su vez Él lo haga?

Santificado sea tu nombre, ¿cómo santifico su nombre? Venga a nosotros tu reino, ¿qué estoy haciendo para construir su Reino? Hágase tu voluntad, ¿de verdad pido se haga su voluntad?

Así podremos continuar analizando cada una de las frases, cada uno de los elementos del Padre Nuestro, pero si no partimos de ahí, no podremos encontrar ese espacio para que Dios actúe en nosotros, si bien es el “buen pastor” quien está siempre en nuestra búsqueda, aún cuando nos encuentre no podremos acompañarlo.
¿Qué hacer?

Hoy más que nunca, Dios quiere una cosa de nosotros, quiere que lo amemos, que lo busquemos más que nunca, pero también quiere que nos volvamos apóstoles.

Esa es nuestra misión, si en nuestras vidas hemos experimentado el amor de Dios, su misericordia y lo hemos encontrado como Padre, ¿acaso podremos callar esa gran alegría?


El reto será por tanto, aprender a vivir en la perseverancia de la lucha de la fe.

domingo, 6 de octubre de 2013

Nada más

Llegamos al XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 17, 5 – 10). Cristo nos recordará lo importante de la fe.
“Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'".
Auméntanos la fe es una constante en nuestra oración, pero no comprendemos la dimensión de nuestra solicitud. Nosotros somos quienes debemos hacer crecer ese gran don, regalo de Dios.
La vida del hombre tiene que transcurrir necesariamente en un constante crecimiento, lo mismo con la fe, debemos llegar a la fe madura, la cual lo hará conforme caminemos y estemos dispuestos a aprender de nuestras caídas.
La fe, por tanto, será capaz de impulsarnos a dar lo mejor de nosotros mismos por amor, quien cree es porque ama una realidad sobre natural. La meta por tanto deberá ser, alcanzar una fe madura, la cual parte de la humildad y la sencillez, para así guardar esa actitud de ser más que siervos, sino de hijos quienes son capaces de creer en todo lo que Dios nos ha dado.

Esa actitud es nuestro objetivo, nada más, de vivir con esa fe unida al amor de Dios.

sábado, 5 de octubre de 2013

Compartir Rectoría San José primera parte

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
21 de septiembre de 2013
Retiro - Plática
Rectoría San José
“Yo os amo mucho”
Introducción

Agradezco mucho la invitación de nuestro Pastor, del P. Felipe para tener este encuentro, para poder profundizar sobre un tema por demás actual, pero muchas veces pasa inadvertido: Jesús es nuestro buen pastor. Les propongo, dividir nuestro compartir en dos partes, la primera, meditar sobre el texto evangélico y la segunda, tendremos una pequeña plática sobre el tema.

Así pues, les invito a concentrar toda nuestra atención en este momento donde queremos encontrarnos con Dios en lo más profundo de nuestro corazón. Para orar es muy importante tener la disposición para hacerlo, debemos concentrar nuestra respiración y lo más importante, despejar nuestra mente.
Calentamiento previo

Es importante realizar una serie de ejercicios de calentamiento previos a nuestra meditación, son los elementos preparatorios. Hay muchos tipos de orar, cada uno vamos aprendiendo el nuestro conforme vamos madurando y avanzando en nuestro caminar de fe.

Pero lo más importante, es prepararnos para entablar ese diálogo de corazón a corazón, para así, nuestro Creador puede hablarnos a lo más profundo de cada uno de nosotros.


Quisiera comenzar con una oración dirigida al Padre:


Padre mío que estás en los cielos ¡Cómo es dulce y suave saber que Tú eres mi Padre y que yo soy tu hijo!

Sobre todo cuando está obscuro el cielo de mi alma y más pesada es mi cruz, es cuando siento la necesidad de repetirte: ¡Padre, creo en tu amor por mí! Sí, ¡Creo que tú eres para mí, Padre en cada momento de la vida, y que yo soy tu hijo! ¡Creo que me amas con amor infinito!

¡Creo que velas día y noche sobre mí y que ni siquiera un cabello se cae de mi cabeza sin Tu permiso!

Creo que, Tu infinita Sabiduría hace que todo sirva para el beneficio de los que Te aman: ¡Y aún, bajo las manos que golpean, yo beso Tu mano que sana!

Creo,... ¡Pero aumenta en mi la fe, la esperanza y la caridad!

Enséñame a ver siempre tu amor como guía en cada evento de mi vida.

Enséñame a abandonarme a Ti como un niño en los brazos de la mama.

Padre, Tú sabes todo, Tú ves todo, Tú me conoces mejor de lo que me conozca yo mismo: ¡Tú puedes todo y Tú me amas!

Padre mío, dado que Tú quieres que siempre recurramos a Ti, heme aquí con confianza para pedirte, con Jesús y María (un momento…).

Por esta intención, uniéndome a sus Sacratísimos Corazones, te ofrezco todas mis oraciones, mis sacrificios y mortificaciones, todas mis acciones y una mayor fidelidad a mis deberes.

¡Dame la luz, la gracia y la fuerza del Espíritu Santo!

Confírmame en este Espíritu de modo que yo no lo pierda nunca, ni lo entristezca, ni lo debilite en mí.

Padre mío, ¡es en nombre de Jesús, Tu Hijo, que te lo pido! Y tú, oh Jesús, abre Tu Corazón y métele adentro el mío, y con el de María: ¡ofrécelo a nuestro Padre Divino! ¡Obtenme la gracia que necesito!

Padre Divino, llama hacia Ti a todos los hombres. ¡Que el mundo entero proclame Tu Paternal Bondad y Tu Divina Misericordia! Sé para mi tierno Padre, y protégeme por todas partes como a la pupila de Tus ojos. Haz que yo siempre sea digno hijo Tuyo: ¡Ten piedad de mí!

Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!

Padre Divino, bondad infinita que se infunde sobre todos los pueblos.

¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres! Padre Divino, rocío beneficioso de la humanidad.

¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!

Texto Evangélico

Ya con nuestra preparación, podemos comenzar a reflexionar sobre el texto evangélico a meditar (Lc 15, 1 – 7):


“Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?

Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".

Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse»”.

El contexto

Para poder meditar sobre el Evangelio es muy importante situarnos en un contexto que nos permita disponer nuestro corazón, abrirlo, para poder comprender dimensiones que muchas veces nos sobre pasan. Para meditar es conveniente ir sacando puntos muy concretos para poder profundizar en el Evangelio.

Jesús busca adentrarse a buscar a todo quien lo necesita, a todo aquél quien en verdad está buscando un camino que nos lleve a la felicidad plena y por tanto nos de vida en abundancia.
Primer punto: los fariseos, hombres de fe hueca

Quienes más necesitan al médico son los enfermos, quienes tienen sed se acercan al agua, quienes somos pecadores imploramos la misericordia de Dios y buscarnos acercarnos a Cristo, en esa lógica era lo natural ver quiénes se acercaban a escuchar a Jesús: publicanos y pecadores.

Publicanos, quienes cobraban los impuestos para el César, tenían una moral muy baja, eran vistos con desconfianza, con recelo. Los pecadores no es necesario abundar en quiénes eran.

Ellos sentían una atracción especial por la figura del Nazareno, porque frente a Él encontraban el sentido a su vida carente de dirección. Justo es curioso, pero cuando más parece que estamos alejados de Dios, Él está más cerca.

Los fariseos como en otros pasajes criticaban severamente la actitud de Jesús de estar en constante contacto y cercanía tanto con publicanos como con pecadores. El texto dice, “recibe a pecadores y come con ellos”. Ellos expresan su fe hueca.

Qué importante es nunca perder de vista la forma en la cual nos acercamos a Jesús, la forma en la cual nos queremos encontrar con Dios, si bien es un Padre amoroso, pero también debemos tener una actitud de humildad frente a nuestro Creador.

Este arranque del pasaje nos debe servir para poder encontrar dentro de nuestro corazón la esperanza de saber que no importa nuestro pasado, no importa nuestros pecados, lo único que debe importarnos a partir de nuestro encuentro con el Resucitado es el futuro. Como el pasaje donde vemos a otro publicano muy famoso, Zaqueo, cuyo encuentro tan profundo cambió su forma de ver la vida y estaba dispuesto a rectificar para encontrar una vida plena en Jesús.

Es importante, analizar nuestra vida, el cómo nos comportamos con nuestros hermanos quienes vienen a nuestro encuentro, a nuestras comunidades, a nuestros grupos de apostolado o parroquiales, somos como esos fariseos de fe hueca, del libro o del manual o por el contrario, queremos transmitirles nuestra experiencia de publicano o pecador donde en un momento de nuestra vida, con una fe desnuda, abrimos nuestro corazón al proyecto de Dios para ser fecundos y que cada encuentro sea fecundo.
Segundo punto: viene por cada uno de los necesitados

Si hoy viniera Dios, les apuesto estaría feliz por encontrarnos reunidos, por estar meditando en su Palabra, en su Hijo, pero no seríamos su preocupación principal, nos diría felicidades, ustedes van bien, yo voy por los necesitados, por todos aquellos a quien el mundo desprecia.

Ahí es donde debemos encontrar el sentido a la misión, Dios ha querido ponerse en una actitud de un hombre común, porque quiere que todos vayamos hacia Él. Por eso el texto meditado nos habla de cómo deja a las 99 ovejas para ir por aquella perdida.

Eso debe ser fuente de gran alegría, por eso mencionaba, cuál es nuestra actitud frente aquellos quienes se perdieron y buscan regresar, ¿los abrazamos, nos alegramos, nos preocupamos por darles una bienvenida?

Cometemos pecados y muchos, demasiados, muchas veces por eso tenemos miedo de acercarnos a Dios, porque creemos podremos experimentar su rechazo, pero nada más alejado de la realidad.
Tercer punto: Yo os amo mucho

El Padre a través de su Hijo, nuestro Buen Pastor, viene a traerlos la esperanza, la cual nos hará vivir en paz y en la seguridad de estar trabajando para la salvación. Fue el mismo Padre quien se ha hecho hombre para ser conocido, se hizo en su Segunda Persona.

La respuesta del hombre ha sido el ignorarlo, la indiferencia ante su padecimiento, ante su sufrimiento y su muerte en la cruz, pero Dios no se detiene, para nada, su amor es demasiado grande. No hay mayor alegría para Dios que el encontrarse a solas con un alma cuando está en gracia.

Queridos hermanos, a Dios sólo le importa una cosa, tu respuesta de fidelidad constante, tu amor, por que el amor lo paga todo. Cuando contemplamos la cruz, sólo puedo escuchar una voz del “buen pastor” que se regocija porque se ha convertido un alma a su amor y las demás permanecen en su amor, “¡yo os amo mucho!”.

Les invito a permanecer un momento en meditación para continuar con nuestro encuentro, no se distraigan con los otros, ahora es el encuentro con Dios para entrar en intimidad con Él y pónganle en sus manos todo lo que cada uno es frente a Él, con una fe desnuda y directa.


Posteriormente continuaremos nuestro encuentro.