lunes, 7 de octubre de 2013

Compartir Rectoría San José, segunda parte

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
21 de septiembre de 2013
Retiro - Plática
Rectoría San José
“Yo quiero ser TODO”
Introducción

Continuamos nuestro encuentro, ahora después de un tema más espiritual, vamos a encontrar ciertos aspectos que nos permitan profundizar la figura del “buen pastor” en la realidad de nuestras comunidades.

Nuestra fe muchas veces quiere acomodarse, permanecer en su zona de confort, sin moverse, y eso estorba e impide las maravillas que sólo Dios puede realizar en nosotros y a través de nosotros.

La fe es respuesta a Dios que nos habla, que nos llama, que me desafía y me empuja a vivir de una nueva forma. Los hombres y mujeres de fe en la Sagrada Escritura vivieron una experiencia personal con Dios vivo que no se ve, pero habla, lo escucharon y se dejaron guiar por sus pasos.

Es el misterio de Dios que nos exige dejar algo, dejar mucho o todo, pero al final del día es dejar. Desasirse de todo aquello que estorba para dar una respuesta audaz de la fe desnuda, que exige desarraigo, conversión, vida nueva guiada por la Palabra de Dios de la fe al horizonte del riesgo de lo desconocido y tendrá que identificarse diciendo, “Yo soy, no teman” (Mt 14, 27).
El Dios de la misericordia

Cuando logramos entablar esa relación nuestras perspectivas cambian, porque necesariamente buscaremos ir más allá, pero para poder entender ello, es necesario desmenuzar las enseñanzas de Jesús quien nos busca llevar al Padre, a ese “buen pastor” quien nos mostrará el camino a la felicidad plena.

Es importante contextualizar el texto evangélico meditado hace un momento, con el cual comenzamos nuestro compartir. Para comenzar, la primera parte del capítulo 15 del Evangelio de Lucas es dedicado a la figura de Dios, Jesús quiere mostrarnos al Dios del amor, al de la misericordia, al Padre.

En ese pasaje, Jesús relata tres parábolas, llamadas de la “misericordia”. La primera es la del Buen Pastor, la segunda es la de la mujer que pierde un dracma y lo encuentro, la tercera y última, mi favorita, “el hijo pródigo” o como yo prefiero, “el Padre providente”.

Aquí podemos contemplar un eje en común, estamos sedientos de escuchar y de ver al Padre. Pero muchas veces no comprendemos la forma en la cual lo podremos hacer, nos sentimos avergonzados, porque nuestro peso del pecado nos es abrumador, nos da vergüenza verlo cara a cara.

En el “buen pastor” es Él quien buscar ir a nuestro encuentro, está dispuesto a entrar en contacto con nosotros, si bien nos respeta nuestra libertad, pero está ahí al pendiente.

Es el mismo Padre quien desea vernos realizados, desarrollando el plan que tiene para nosotros basado en una gran confianza entre el hombre y su Padre de los cielos. El único responsable del alejamiento es el hombre, no Dios, sino el hombre porque quiere sentirse “libre”, pero lo que realmente encuentra es la “esclavitud”.
El Padre respeta la libertad

Eso nos pasa como el “hijo pródigo” o el “Padre providente”. En el texto, el hijo mata al Padre, porque le exige una herencia que no le corresponde. Pero el hijo aparentemente bueno, no reconoce tampoco al Padre porque se enoja cuando regresa el otro, a quien ni siquiera reconoce como hermano.
Ambos hijos, uno asesino y el otro indiferente, ambos alejados del Padre porque piensan que es un juez terrible e implacable. El hombre es quien se aleja, el Padre ve partir dolorosamente a su hijo, sabe perfectamente todo lo que le sucederá, pero no puede impedirle buscar su propio camino y destino.

Si bien el otro se quedó, ve al Padre como un capataz, pero también el Padre le respeta, no interviene con su libertad. Pudiera parecer una incoherencia porque aparentemente está cerca de su Padre pero no es así.

Hoy el hombre quiere vivir como si Dios no existiera, o bien, lo ven aparentemente cercano pero no se molestan en conocerlo, en amarlo o en tener una confianza filial a su Padre. Dios se queda paciente viendo cómo su obra, sus Hijos se alejan, no hace “berrinches” o trata de detener al hijo cuando parte, yo imagino viendo por la ventana, con los ojos vidriosos, impotente, pero confiado, algún momento vendrá. Aún estando lejos siempre estaré con Él.
Quiere ser TODO

Dios no se conforma con el lugar que muchos queremos darle, quiere ser TODO para el hombre, para así comenzar una nueva relación, así lo vemos en el pasaje del dracma, la desesperación por encontrar esa moneda hace mover todo, buscar en cada espacio, rincón, para dar con esa moneda.

Así se convierte la búsqueda de todos quienes buscamos encontrar a Dios y la mejor manera de hacerlo es a través del Hijo. Si bien, Dios ya no puede volver a enviar a su Hijo para poderlo conocer, no se cansa de querer entablar esa relación de amor filial con Él.

El Padre aunque ya conoce perfectamente todo lo que hacemos, pensamos y decimos, está esperando para que nosotros le contemos nuestro día, nuestras necesidades, alegrías, tristezas, planes y proyectos, como un verdadero hijo confiado con su Padre.
La oración dominical: Padre Nuestro

Si queremos descubrir la figura del “buen pastor” necesitamos horas en la oración, en encontrar la fuente de caridad del Padre, la cual es un verdadero océano. Para iniciar es importante meditar con detenimiento cada vez que rezamos la oración dominical: el Padre Nuestro.

Comenzamos con la expresión, Padre Nuestro, pero realmente profundicemos y preguntémonos sin miedo, ¿de verdad lo considero mi Padre? ¿Puedo hablar con esa confianza filial a mi Padre?  ¿Puedo penetrar en su intimidad para que a su vez Él lo haga?

Santificado sea tu nombre, ¿cómo santifico su nombre? Venga a nosotros tu reino, ¿qué estoy haciendo para construir su Reino? Hágase tu voluntad, ¿de verdad pido se haga su voluntad?

Así podremos continuar analizando cada una de las frases, cada uno de los elementos del Padre Nuestro, pero si no partimos de ahí, no podremos encontrar ese espacio para que Dios actúe en nosotros, si bien es el “buen pastor” quien está siempre en nuestra búsqueda, aún cuando nos encuentre no podremos acompañarlo.
¿Qué hacer?

Hoy más que nunca, Dios quiere una cosa de nosotros, quiere que lo amemos, que lo busquemos más que nunca, pero también quiere que nos volvamos apóstoles.

Esa es nuestra misión, si en nuestras vidas hemos experimentado el amor de Dios, su misericordia y lo hemos encontrado como Padre, ¿acaso podremos callar esa gran alegría?


El reto será por tanto, aprender a vivir en la perseverancia de la lucha de la fe.

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