¡Venga Tu Reino!
Adolfo Ruiz Guzmán
21 de septiembre de 2013
Retiro - Plática
Rectoría San José
“Yo quiero ser TODO”
Introducción
Continuamos nuestro encuentro, ahora después de un
tema más espiritual, vamos a encontrar ciertos aspectos que nos permitan
profundizar la figura del “buen pastor” en la realidad de nuestras comunidades.
Nuestra fe muchas veces quiere acomodarse,
permanecer en su zona de confort, sin moverse, y eso estorba e impide las
maravillas que sólo Dios puede realizar en nosotros y a través de nosotros.
La fe es respuesta a Dios que nos habla, que nos
llama, que me desafía y me empuja a vivir de una nueva forma. Los hombres y
mujeres de fe en la Sagrada Escritura vivieron una experiencia personal con
Dios vivo que no se ve, pero habla, lo escucharon y se dejaron guiar por sus
pasos.
Es el misterio de Dios que nos exige dejar algo,
dejar mucho o todo, pero al final del día es dejar. Desasirse de todo aquello
que estorba para dar una respuesta audaz de la fe desnuda, que exige desarraigo,
conversión, vida nueva guiada por la Palabra de Dios de la fe al horizonte del
riesgo de lo desconocido y tendrá que identificarse diciendo, “Yo soy, no
teman” (Mt 14, 27).
El Dios de la misericordia
Cuando logramos entablar esa relación nuestras
perspectivas cambian, porque necesariamente buscaremos ir más allá, pero para
poder entender ello, es necesario desmenuzar las enseñanzas de Jesús quien nos
busca llevar al Padre, a ese “buen pastor” quien nos mostrará el camino a la
felicidad plena.
Es importante contextualizar el texto evangélico
meditado hace un momento, con el cual comenzamos nuestro compartir. Para
comenzar, la primera parte del capítulo 15 del Evangelio de Lucas es dedicado a
la figura de Dios, Jesús quiere mostrarnos al Dios del amor, al de la
misericordia, al Padre.
En ese pasaje, Jesús relata tres parábolas,
llamadas de la “misericordia”. La primera es la del Buen Pastor, la segunda es
la de la mujer que pierde un dracma y lo encuentro, la tercera y última, mi
favorita, “el hijo pródigo” o como yo prefiero, “el Padre providente”.
Aquí podemos contemplar un eje en común, estamos
sedientos de escuchar y de ver al Padre. Pero muchas veces no comprendemos la
forma en la cual lo podremos hacer, nos sentimos avergonzados, porque nuestro
peso del pecado nos es abrumador, nos da vergüenza verlo cara a cara.
En el “buen pastor” es Él quien buscar ir a
nuestro encuentro, está dispuesto a entrar en contacto con nosotros, si bien
nos respeta nuestra libertad, pero está ahí al pendiente.
Es el mismo Padre quien desea vernos realizados,
desarrollando el plan que tiene para nosotros basado en una gran confianza
entre el hombre y su Padre de los cielos. El único responsable del alejamiento
es el hombre, no Dios, sino el hombre porque quiere sentirse “libre”, pero lo
que realmente encuentra es la “esclavitud”.
El Padre respeta la libertad
Eso nos pasa como el “hijo pródigo” o el “Padre
providente”. En el texto, el hijo mata al Padre, porque le exige una herencia
que no le corresponde. Pero el hijo aparentemente bueno, no reconoce tampoco al
Padre porque se enoja cuando regresa el otro, a quien ni siquiera reconoce como
hermano.
Ambos hijos, uno asesino y el otro indiferente,
ambos alejados del Padre porque piensan que es un juez terrible e implacable.
El hombre es quien se aleja, el Padre ve partir dolorosamente a su hijo, sabe
perfectamente todo lo que le sucederá, pero no puede impedirle buscar su propio
camino y destino.
Si bien el otro se quedó, ve al Padre como un
capataz, pero también el Padre le respeta, no interviene con su libertad.
Pudiera parecer una incoherencia porque aparentemente está cerca de su Padre
pero no es así.
Hoy el hombre quiere vivir como si Dios no
existiera, o bien, lo ven aparentemente cercano pero no se molestan en conocerlo,
en amarlo o en tener una confianza filial a su Padre. Dios se queda paciente
viendo cómo su obra, sus Hijos se alejan, no hace “berrinches” o trata de
detener al hijo cuando parte, yo imagino viendo por la ventana, con los ojos
vidriosos, impotente, pero confiado, algún momento vendrá. Aún estando lejos
siempre estaré con Él.
Quiere ser TODO
Dios no se conforma con el lugar que muchos
queremos darle, quiere ser TODO para el hombre, para así comenzar una nueva
relación, así lo vemos en el pasaje del dracma, la desesperación por encontrar
esa moneda hace mover todo, buscar en cada espacio, rincón, para dar con esa
moneda.
Así se convierte la búsqueda de todos quienes
buscamos encontrar a Dios y la mejor manera de hacerlo es a través del Hijo. Si
bien, Dios ya no puede volver a enviar a su Hijo para poderlo conocer, no se
cansa de querer entablar esa relación de amor filial con Él.
El Padre aunque ya conoce perfectamente todo lo
que hacemos, pensamos y decimos, está esperando para que nosotros le contemos
nuestro día, nuestras necesidades, alegrías, tristezas, planes y proyectos,
como un verdadero hijo confiado con su Padre.
La oración dominical: Padre Nuestro
Si queremos descubrir la figura del “buen pastor”
necesitamos horas en la oración, en encontrar la fuente de caridad del Padre,
la cual es un verdadero océano. Para iniciar es importante meditar con
detenimiento cada vez que rezamos la oración dominical: el Padre Nuestro.
Comenzamos con la expresión, Padre Nuestro, pero
realmente profundicemos y preguntémonos sin miedo, ¿de verdad lo considero mi
Padre? ¿Puedo hablar con esa confianza filial a mi Padre? ¿Puedo penetrar en su intimidad para que a su
vez Él lo haga?
Santificado sea tu nombre, ¿cómo santifico su
nombre? Venga a nosotros tu reino, ¿qué estoy haciendo para construir su Reino?
Hágase tu voluntad, ¿de verdad pido se haga su voluntad?
Así podremos continuar analizando cada una de las
frases, cada uno de los elementos del Padre Nuestro, pero si no partimos de
ahí, no podremos encontrar ese espacio para que Dios actúe en nosotros, si bien
es el “buen pastor” quien está siempre en nuestra búsqueda, aún cuando nos
encuentre no podremos acompañarlo.
¿Qué hacer?
Hoy más que nunca, Dios quiere una cosa de
nosotros, quiere que lo amemos, que lo busquemos más que nunca, pero también
quiere que nos volvamos apóstoles.
Esa es nuestra misión, si en nuestras vidas hemos
experimentado el amor de Dios, su misericordia y lo hemos encontrado como
Padre, ¿acaso podremos callar esa gran alegría?
El reto será por tanto, aprender a vivir en la
perseverancia de la lucha de la fe.
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