miércoles, 9 de octubre de 2013

Compartir MESAC 26 de septiembre de 2013

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
Y lo tenía todo
Introducción

Agradezco mucho la invitación para estar en este día y poder compartir nuestras razones de esperanza (Cfr. 2° Carta de San Pedro), reunirnos para meditar los grandes misterios de ese Dios quien nos ama con locura. Prueba de ese amor es su Hijo, quien lo vendrá a plenificar con el Espíritu Santo.

Quiero proponerles el esquema que vamos a seguir en este retiro, para comenzar quiero pedirles que tratemos de guardar silencio, porque si estamos en retiro es importante permitir al otro que se encuentre consigo mismo y con Dios.

Tendremos dos meditaciones y dos pláticas, entre ellas habrá tiempo de reflexión personal y también habrá un espacio de tiempo libre. Cada uno debe ver la forma en la cual aprovecha el tiempo para nuestro encuentro.
Así pues, les invito a concentrar toda nuestra atención en este momento donde queremos encontrarnos con Dios en lo más profundo de nuestro corazón. Para orar es muy importante tener la disposición para hacerlo, debemos concentrar nuestra respiración y lo más importante, despejar nuestra mente.
Calentamiento previo

Es importante realizar una serie de ejercicios de calentamiento previos a nuestra meditación, son los elementos preparatorios. Hay muchos tipos de orar, cada uno vamos aprendiendo el nuestro conforme vamos madurando y avanzando en nuestro caminar de fe.
Pero lo más importante, es prepararnos para entablar ese diálogo de corazón a corazón, para así, nuestro Creador puede hablarnos a lo más profundo de

cada uno de nosotros.



Quisiera comenzar con una oración dirigida al Padre:


Padre mío que estás en los cielos ¡Cómo es dulce y suave saber que Tú eres mi Padre y que yo soy tu hijo!

Sobre todo cuando está obscuro el cielo de mi alma y más pesada es mi cruz, es cuando siento la necesidad de repetirte: ¡Padre, creo en tu amor por mí! Si, ¡Creo que tú eres para mí, Padre en cada momento de la vida, y que yo soy tu hijo! ¡Creo que me amas con amor infinito!

¡Creo que velas día y noche sobre mí y que ni siquiera un cabello se cae de mi cabeza sin Tu permiso!

Creo que, Tu infinita Sabiduría hace que todo sirva para el beneficio de los que Te aman: ¡Y aún, bajo las manos que golpean, yo beso Tu mano que sana!

Creo,... ¡Pero aumenta en mi la fe, la esperanza y la caridad!

Enséñame a ver siempre tu amor como guía en cada evento de mi vida.

Enséñame a abandonarme a Ti como un niño en los brazos de la mama.

Padre, Tú sabes todo, Tú ves todo, Tú me conoces mejor de lo que me conozca yo mismo: ¡Tú puedes todo y Tú me amas!

Padre mío, dado que Tú quieres que siempre recurramos a Ti, heme aquí con confianza para pedirte, con Jesús y María (un momento…).

Por esta intención, uniéndome a sus Sacratísimos Corazones, te ofrezco todas mis oraciones, mis sacrificios y mortificaciones, todas mis acciones y una mayor fidelidad a mis deberes.

¡Dame la luz, la gracia y la fuerza del Espíritu Santo!

Confírmame en este Espíritu de modo que yo no Lo pierda nunca, ni Lo entristezca, ni lo debilite en mí.

Padre mío, ¡es en nombre de Jesús, Tu Hijo, que te lo pido! Y tú, oh Jesús, abre Tu Corazón y métele adentro el mío, y con el de María: ¡ofrécelo a nuestro Padre Divino! ¡Obtenme la gracia que necesito!

Padre Divino, llama hacia Ti a todos los hombres. ¡Que el mundo entero proclame Tu Paternal Bondad y Tu Divina Misericordia! Sé para mi tierno Padre, y protégeme por todas partes como a la pupila de Tus ojos. Haz que yo siempre sea digno hijo Tuyo: ¡Ten piedad de mí!

Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!

Padre Divino, bondad infinita que se infunde sobre todos los pueblos.

¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres! Padre Divino, rocío beneficioso de la humanidad.

¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!


Texto Evangélico

Una vez dados los ejercicios de calentamiento, dispongámonos a meditar el texto Evangélico (Mt 19, 16 – 22).

Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es el Bueno. Más si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.

¿Cuáles? le dice él. Y Jesús dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?

Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme. Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
El paso de la purificación

En un primer momento vemos la escena, Jesucristo caminaba y se le acercaban las multitudes, queriéndolo tocar, pedirle un milagro, en fin. Llega un joven, que podría ser cualquiera de nosotros, se le acerca y le dice “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?... Guarda (cumple) los mandamientos… El joven le dijo: todo eso lo he guardado”.

¡¡¡Eureka!!! Ya estamos en el proceso del discipulado, ya guardo los mandamientos, ya cumplo con lo principal del seguimiento de Dios. Pero además soy un experto en la ley, en las enseñanzas de Jesús, soy un docto en teología.

¿Pero de qué sirve si no hablo con Dios? Tengo una vida en la cual me rijo por los “no´s” como un ente, como un ser adiestrado, que no comprende la dimensión del amor del Resucitado. El joven se acerca preguntando al “maestro” como si Cristo fuera sólo un maestro de la ley, al que se le preguntan cuestiones de la moralidad o inmoralidad de las cosas.

Este primer proceso se llama de purificación, en dónde busco cambiar mi vida orientada a la Santidad. El joven se atreve a continuar y con un cierto tono de prepotencia y soberbia dice: “todo eso lo he guardado, ¿qué más me falta?”
Paso de la Iluminación

Ahora viene el proceso o la fase iluminativa, donde me doy cuenta que en la vida del católico, los “no´s” se sustituyen por “sí´s”, por el hecho que he comenzado a amar, en donde se forman las virtudes; donde veo injusticia, busco la justicia, donde existe la mentira busco la verdad. De ahí que sí amo a Dios sobre todas las cosas, sí bendigo su nombre, sí santifico las fiestas… Surge del amor por el Resucitado.
El paso Unitivo

“…Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme…”

Es el paso natural, el unitivo. Donde ya es imposible separarme de Dios y como el “pobre de Asís” cuando Kazantzakis describe la experiencia de Francisco, cuando Jesús le pide que bese a un leproso. Francisco temía a los leprosos, tanto que cuando escuchaba la campanita que debían tocar los enfermos para anunciar su presencia, corría para otro lado, para evitar ver cómo se desfiguraba su cara y su cuerpo era carcomido.

En el diálogo del de Asís y Cristo, le dice, Señor, cómo me pides eso, ya dejé todo para seguirte, ya fundé una orden, ya ayude a edificar Tu Iglesia, ¿no te basta con eso? Jesús le insiste, pues ahora quiero que beses al leproso. Días después, Francisco escucha la campanita y busca correr, pero recuerda lo que le pidió el Resucitado, le se echa el manto a la cara y besa al leproso como le habían pedido. Tiempo después se da cuenta, que a quien en verdad estaba dando el beso era a Jesús, desde entonces hizo suya la voz del que no tiene voz y jamás su vida fue la misma.

Dar un sí para buscar la Santidad y no nos pase como el joven rico que se marchó entristecido porque no pudo vencer su propio egoísmo, porque como dice el Evangelio: “tenía muchos bienes”. Y hoy no sabemos ni su nombre. Si queremos alcanzar la Santidad, sería muy hermoso que al final de la batalla, Dios nos reciba con nuestro nombre y nos invite a recibir el premio merecido.


Ahora pasemos a un rato de meditación personal para seguir en ese diálogo con quien estoy convencido vale la pena seguir.

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