domingo, 30 de diciembre de 2012

La Sagrada Familia

Hoy celebramos dentro de la Octava de Navidad, la Sagrada Familia (Lc 2, 41 – 52), momento para reflexionar al interior de las nuestras.
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres”.
La familia es el primer núcleo de pertenecía del hombre, es su punto de referencia para muchas cosas, su fortaleza, pero también, la familia es la primera escuela de la vida. Somos reflejo de nuestra propia familia. Qué sabiduría de la Liturgia de incluir en la Octava de Navidad, la fiesta de la Sagrada Familia.
Si bien es cierto, se hablan cosas hermosas de la familia, hay una realidad, no es perfecta. No con esto es para desalentarnos, si no al contrario, porque son grandes espacios para madurar, para crecer, pero sólo se puede construir si se rompen los falsos paradigmas de la familia perfecta, no las hay. Sólo la Sagrada Familia lo fue.
Pero es motivo de alegría, porque como en todo, hay momentos de alegría, de tristeza, de enojo, de frustración, pero lo importante es el amor reinante en ella, manifestado de alguna u otra forma. Hoy la fiesta nos viene a recordar, perfecta sólo la Sagrada Familia y todas las familias católicas, son reflejo de ella, pero no copia, entonces, debemos cobrar conciencia de la importancia de construirla a cada momento.
Por supuesto, se encuentran retos, pero no puedes exigir nada de lo cual no estés dispuesto a dar. Tu reclamo es reflejo de tu carencia. Y si hay un planteamiento constante, por no decir reclamo, date cuenta si no eres tú quien está en el error.
Si quieres o queremos ser reflejo de la Sagrada Familia, hay elementos a tomar en cuenta, en primer lugar las virtudes, amor como punto de partida. La justicia, paciencia, templanza y prudencia, para llevar relaciones sanas. Nadie es igual a otro y no puedes esperar una reacción como sería la propia, es una idiotez, porque el único quien sufrirá serás tú.
La familia siempre es un reto por construir, requiere perseverancia, pero también la participación de todos. Un elemento fundamental para la existencia de una es la libertad, nunca la exigencia y segundas intensiones. El diálogo y no monólogos deben privilegiarse, porque cuidado, si demandas comunicación, es en ambos bandos y debes ser maduro para aceptar aquello no tan grato. Y más que el diálogo son obras.
Así pues, la familia es un reto, es una gran oportunidad para crecer, no existe la perfección, pero ante todo ello, el amor está por encima de todo, porque es proyecto de Dios y sin este, no hay nada.
Pidamos por todas las familias para que la Sagrada Familia viva y reine en los corazones de todos los miembros.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Amar sirviendo

Llegamos al Cuarto Domingo de Adviento (Lc 1, 39 – 45), a horas de celebrar el Gran Misterio de la Navidad, María nos da las últimas recomendaciones para vivir el Adviento.
“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.
La liturgia nos ha permitido ir preparando nuestro camino y nuestro corazón para el gran misterio de la Navidad, María nos da siempre la pauta para poder siempre alcanzar a su Hijo. María necesariamente nos lleva a Cristo.
El pasaje del Evangelio nos da un claro ejemplo de cómo debemos expresar nuestro amor al prójimo, y eso se manifiesta sirviendo, es decir, amar sirviendo. María bien podía disculparse de no ir para atender a su prima, pero fue la primera en ponerse “sin demora” a cuidar de Isabel, seguramente, se quedó hasta el nacimiento de Juan.
Amar sirviendo en nuestros días se presenta como una excelente oportunidad de hacer presente a Cristo en medio de los todos a quienes nos rodean. Cada vez es menos quienes buscan estar a disposición de los demás.
En reuniones, en diversas ocasiones y circunstancias siempre se ve a una persona llena de Cristo, porque es la más dispuesta, acomedida y dispuesta a colaborar porque es una persona quien busca amar sirviendo, en la mayoría de las ocasiones, su única recompensa es la satisfacción de la labor bien realizada.
María nos va ayudando a descubrir el camino para encontrarnos con su Hijo, si bien, el Adviento encontramos personajes, María es uno o el central, porque en ella vemos una actitud propia de quien espera, quien lo hace es porque tiene fe.
Amar sirviendo es una excelente forma de ser misionero, de anunciar en quien creemos, porque así lo hizo Dios, “tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo”. Entonces es una gran oportunidad, no podemos desperdiciarla.
El Adviento nos invita a buscar el camino a la reconciliación, a buscar el encuentro con Cristo, ¿qué es lo que quiero en esta Navidad? Recordemos el ejemplo de María y José, sencillos y humildes que tuvieron que recorrer la distancia de Nazareth a Belem para que el Hijo del Hombre pudiera nacer. María siempre dispuesta, siempre presta, no sabía lo que iba a suceder, pero ella no dudó, no retrocedió, por el contrarío, en María encontramos la figura del “fiat”, del hágase.
Cuando el arcángel le anunció a María que iba a ser la Madre de Jesús no le cuestionó ¿y yo porqué? Por el contrarío, hágase. María ejemplo de esperanza en Dios no dudó al marcharse en el estado en el que estaba al realizar el recorrido a Belem para dar a luz, porque sabía que eran los designios de Dios.
Su Santidad el Papa Benedicto nos regaló su Encíclica “Spe Salvi” y tomando un fragmento: “La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo?... Jesucristo”. Nos recuerda que especialmente en este Adviento, debemos ir como José y María de Nazareth a Belem a un lugar pobre, sencillo y humilde para que nazca Jesucristo.
Por tanto nuestra vida, nuestro caminar debe orientarse a esta meta, a ese rumbo, partir del hombre viejo, Nazareth y llegar al hombre nuevo, que va en busca de su conversión permanente, esforzándose cada día por ser mejor, por ser de los discípulos seguidores de Jesús y llegar a su Belén personal, con un corazón pobre, sencillo y humilde para ofrecer a Jesucristo.
Que María con su ejemplo de esperanza y José con su ejemplo de fe, vayan en nuestro caminar personal, recorriendo en este nuevo Ciclo Litúrgico que ha comenzado, en esta partida de Nazareth a Belem.

jueves, 20 de diciembre de 2012

La justicia parte de uno

Las palabras de Jesús en las bienaventuranzas reflejan el sentido del mundo moderno, porque hablan de la realidad, del acontecer, pero lo más importante, llegan al anhelo más profundo del ser humano, el ser feliz. La cuarta bienaventuranza: “bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”.
Hoy el sentido de justicia se ha tergiversado, se ha perdido la esencia del concepto, porque vemos cada vez más una serie injusticias, las cuales gritan a lo más profundo der ser. La palabra ha perdido su valor, para dar paso sólo a lo legal, a lo jurídico, como única fuente de certeza. Se cometen errores, se buscan culpables, pero no se busca aprender de ellos o responsabilizarse. Se percibe un sentimiento de impotencia frente a la posibilidad de auxiliar a los débiles y desprotegidos.
El ser humano busca la verdadera justicia, donde exista la equidad, porque donde existe la justicia, puede vivirse en paz. Jesús cuestiona a cada uno sobre la forma en la cual se imparte justicia, desde los poderosos hasta los más sencillos. Para los judíos el ser justo es quien vive de acuerdo a la voluntad de Dios, para los griegos, la justicia abre las otras tres virtudes cardinales.
Es por ello la importancia de comprender sobre el origen de la justicia, porque primero debo hacerme justicia a mí mismo para poder vivir de un modo justo y recto, así es cuando puedo ser justo con los demás.
Platón en su análisis de las virtudes, define a la justicia como la virtud según la cual cada uno hace lo que le corresponde hacer según su esencia, como ser humano y en el papel dentro de la sociedad.
Entonces podemos afirmar, la justicia parte de uno, porque afirma el hecho de comprender la necesidad de cobrar conciencia del presente, de tus acciones, de hacer tu labor, por eso Jesús les dirá bienaventurados a quien tiene la sensibilidad de lo correcto en cada momento y circunstancia de la vida.
Dios actúa sin un porqué, el justo obrará igual a su Creador, sin un porqué, debido a que busca hacer la voluntad de Dios, confía en Él, en su providencia, más que en sí mismo. Dios lo lleva a la paz de saberse justo en su obrar.
El primer paso para llegar a esta meta es, ser justos con nosotros mismos, con quien somos. Lo siguiente se dará casi por añadidura, ser justos con los demás. El ya aspirar a la justicia nos hace felices, porque tenemos la certeza del combate justo y por un noble ideal.
Y llegará el momento, sin darnos cuenta, cuando Dios nos sacie por esa continua búsqueda de aspirar a la justicia.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La mansedumbre parte de nosotros mismos

Seguimos en nuestra serie para descubrir el verdadero camino a la felicidad, las bienaventuranzas nos llevan a ello, pero es largo trecho, en muchas ocasiones doloroso, pero al final del día, la recompensa será grande, la felicidad plena. Hoy tocaremos la tercera: “bienaventurados los mansos, porque poseerán en herencia la tierra”.
Vivimos en una sociedad cada vez más agresiva, más competitiva, nos encontramos a seres autómatas quienes olvidan la bondad o incluso la amabilidad. En medio de esta sociedad se vive una falacia, mientras más se pasa por encima del otro más éxito se tiene.
La violencia ha avanzado a pasos agigantados, nos enfrentamos a amenazas desconocidas e imprevistas. Esa violencia quiere hacernos rehenes y esa violencia sólo genera más, para convertirse en un círculo vicioso.
En este mundo las palabras de Jesús pudieran parecer fuera de sintonía, pero es justo lo contrario. El hombre está deseoso de vivir un mundo mejor, donde no tenga como arma la agresividad o la violencia, donde puedan experimentar la mansedumbre y la amabilidad de las personas, pero más profundo, el amor.
Jesús nos demuestra nuevamente su valentía, porque requiere valor para hablar en estos días del amor, de la mansedumbre, de la amabilidad, porque de ahí partimos para cambiar al mundo. Pero no caigamos en la tentación de pensar sobre lo sencillo de adquirir la mansedumbre, porque esta es una virtud, la cual debe adquirirse con el paso del tiempo a través de mucho esfuerzo.
Analicemos el proceso, en ocasiones la violencia no es exterior, si no interior, ello se refleja en nuestra dureza de juicio hacia nosotros, eso se expresa en los juicios severos y temerarios realizados hacia los otros. Otros rasgos son la baja autoestima, el menosprecio hacia nosotros mismos, los propios reproches o castigos, todo ello lleva a la autodestrucción.
La mansedumbre parte de nosotros mismos, porque si no somos capaces de vernos con amor, entonces no podremos transformarnos y menos aspirar estar abiertos al prójimo.
En estos casos es necesario confrontarme y buscar sanar heridas profundas, las cuales generan esa agresividad, ansiedad, desesperación o violencia. Debo asumir mi vida como soy y dejarme de atormentar por cosas hechas o imposibles de cambiar. Al entrar en diálogo conmigo mismo puedo darme cuenta que tengo derecho a ser como soy. Así soy capaz de entrar en diálogo con el otro y quito mi ideal de una falsa perfección.
De ahí brota la mansedumbre, porque si hemos experimentado en nosotros la mansedumbre de Jesús hacia nosotros, nuestra vida y quien somos, entonces, podremos mirar la vida con dulzura.
La felicidad de esta bienaventuranza le corresponde una promesa curiosa “poseerán en herencia la tierra”, si me trato bien, me respeto, mis posibilidades se abren, tengo nuevos horizontes, adquiero un vasto terreno a mis pies.

lunes, 17 de diciembre de 2012

El duelo transformador

Seguimos en nuestra serie, ya propiamente desarrollando cada una de las bienaventuranzas, en la presente entrega tocaremos un tema polémico, pero el cual es muy sensible para los hombres, el sufrimiento y dolor: “bienaventurados los que lloran, porque serán consolados”.
El ritmo el cual el mundo busca imponernos ha generado a los hombres una sensación de insatisfacción. El hombre tiene la ilusión de poder conseguirlo todo y conforme abarcan algo, descuidan otra cosa. Ello crea frustración porque el hombre se descubre limitado, como dicen los sabios, “no se puede tener todo en la vida”; amor o carrera, éxito o tiempo, en fin.
Lo más doloroso es cuando nos descubrimos limitados, porque no podemos conseguir ser quienes queríamos ser y lo que podíamos ser. Kierkegaard tiene una frase para explicar lo anterior “doliente saluda el que soy al que podría ser”.
Pero aquí encontramos una realidad en el mundo moderno, no hay espacio para los dolientes, para quienes sienten tristeza, por ello, se sienten fuera de la sociedad porque tienen la errónea idea de un falso deber de no mostrar sus sentimientos.
El sufrimiento, el dolor y la tristeza llegan por muchos motivos, pero el problema del siglo XXI es el hecho de reconocer el hecho de no vivir la vida, ello genera una desesperanza, porque la vida se está desperdiciando. Esas personas no están en contacto consigo mismas, están perdidas y no soportan ese dolor.
Así, aspiramos una vida donde podamos confrontar la realidad sin encubrirla, llegar a la plenitud y ser feliz en la condición presente, pero se requiere necesariamente de un duelo. Pero muchas veces no se sabe por dónde comenzar o cómo hacerlo.
He ahí la promesa de Jesús frente a este reto, no tengas miedo de experimentar el duelo, porque así descubrimos nuestra riqueza interior y nuestras potencialidades. El duelo conduce a la apertura de nuevas experiencias y añade a las relaciones nuevas dimensiones.
El duelo nos permite poder renunciar a falsas esperanzas, yugos, imposiciones externas e internas, para confrontarme con la realidad y conmigo mismo. Por eso Jesús llama bienaventurados a quienes están dispuestos a vivir el duelo, a elaborarlo, a construirlo, pero lo más importante, a transitarlo para salir de él con la certeza de poder ser verdaderamente felices. Por ello el duelo es transformador, es plenificador.
No olvidemos una realidad, el duelo no quita o evita el dolor, la tristeza o el sufrimiento, pero es camino para retomar el camino y ser felices. Muchas veces en nuestra vida, debemos tomar decisiones y es fundamental asumir una realidad, por cada decisión, hay una renuncia. Por ello es importante estar dispuestos a comprender el duelo como posibilidad de transformación, para desprendernos de aquello innecesario, banal, lo cual nos priva de ser felices.
El sufrimiento, el dolor y la tristeza también nos permiten descubrir la verdadera felicidad. Porque cuando aprendemos el verdadero valor del duelo es cuando maduramos y crecemos.
Jesús nos permite descubrir la certeza de su amor, si bien nos dice, “bienaventurados que lloran”, viene la muestra concreta, “porque serán consolados”. Ese consuelo viene de aprender a transformar nuestro dolor a través del duelo.

domingo, 16 de diciembre de 2012

¡Gaudete!

El Adviento se va como agua, llegamos al Tercer Domingo de Adviento o de Gaudete (Lc 3, 10 – 18).
“La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto".
Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". El les respondió: "No exijan más de lo estipulado".
A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo".
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia”.
Llevamos recorrido casi todo el Adviento, ha servido para purificarnos para estar abiertos al gran misterio del nacimiento de Cristo, caminamos para el perdón, luego la conversión y ahora buscamos dar testimonio.
El Adviento nos lleva ahora a preguntarnos, ¿qué debemos hacer? ¿Cómo acercarnos más para vivir el misterio de Cristo? Juan el Bautista da la respuesta, comparte, ve al encuentro del otro, aprende a ser sensible y a las necesidades del prójimo.
Entonces, una forma de dar, es el testimonio, porque somos destinatarios del amor de Dios sin merecerlo, es por lo cual, debemos dar razones de nuestra esperanza a quien no las tiene, amor a quien lo necesita y en ocasiones, no necesitamos ir fuera, debemos comenzar en nuestro corazón para de ahí darlo a los demás.
Si bien hoy celebramos el Domingo de Gaudete, es momento de recordar el gozo de esperar la venida del Señor, de saber en quien confiamos y no perder de vista una realidad, Dios es fiel.
Caminemos por tanto con gozo, alegría y esperanza el sendero a Belén, para adorar al Niño Jesús.
¡Ven Señor, no tardes!

viernes, 14 de diciembre de 2012

Música interior

Continuando con nuestra serie de las bienaventuranzas, tocaremos la primera, con la cual Jesús abre su “sermón de la Montaña”: “bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
La primera bienaventuranza parece ir contrario al mundo moderno, porque hoy la cultura es el poseer y tener, para dejar de ser. La valía de las personas estaría sustentada en su status, prestigio, en sus pertenencias, en pocas palabras, el hombre busca tenerlo todo bajo su dominio. Por otro lado, en el mundo se percibe una desigualdad en la repartición de la riqueza y un descontento generalizado, hay más pobres en el mundo.
Ante todo ello, el hombre está sediento de una verdadera sabiduría la cual le oriente para encontrar el camino a la felicidad y por tanto a la libertad. Partamos de una premisa de San Pablo, poseer como si no poseyéramos y así poder vivir en la abundancia como en la escasez.
Así descubrimos una nueva dimensión, la cual brota de la propia persona, el ser humano toca lo más profundo para entrar en contacto con su dignidad. Jesús será capaz de responder a ello con la primera bienaventuranza, porque los pobres son los primeros capaces de entrar en el reino de Dios, porque están abiertos a su misterio, confían en la promesa de Dios, quien es fiel.
Esa conciencia permite vivir en libertad, porque no dependo de nada, ni de riqueza, posesiones, cosas e incluso personas. Pero también estoy abierto a la sorpresa de Dios.
De la pobreza podemos distinguir tres dimensiones, la pobreza de quien no quiere nada, de quien no sabe nada y de quien no tiene nada. El pobre quien no quiere nada, siempre tiene una actitud desinteresada, busca hacer el bien y es feliz porque no tiene dobles intensiones u ocultas.
La segunda dimensión para abordar, es quien no sabe nada. Es un hombre quien comprende sus limitaciones frente a los proyectos de Dios, los abraza y se arroja a ellos confiando en la fidelidad y promesa de Dios. Ahí encuentra la felicidad y libertad, porque va descubriendo los signos de Dios en su vida, no los quiere explicar, pero sí los agradece.
Quien no tiene nada, tiene la certeza del préstamo de las cosas, es decir, todo ha sido prestado y es don de Dios, no posee nada. Incluso las personas amadas no son propias, porque son libres y cuando las dejo y respeto su libertad, es donde demuestro mi verdadero amor. Más aún, ni siquiera puedo poseer a Dios, porque cuando pretendo hacerlo, creo un ídolo y deja de ser Dios.
La primera bienaventuranza nos indica un camino verdadero y seguro a la libertad y a la felicidad. Es una promesa para quienes se sienten desalentados, impotentes, desesperados, aquellos quienes necesitan una música interior para seguir adelante y encontrar el camino cierto. Cristo quiere restituirnos nuestra dignidad y así retomar las riendas de la vida.
Cada bienaventuranza tiene dos partes, primero la razón por la cual ser bienaventurados, la segunda es la promesa de Cristo. En nuestro caso, es “porque de ellos es el reino de los cielos”.
Ahí descubrimos el Señorío de Dios, quien nos promete su reino, su gozo y su felicidad, pero lo más importante la libertad. Por eso es importante aprender a estar en el momento, de forma desinteresada y ser agradecidos. Ahí está la clave de la verdadera felicidad.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Efímero

Una de las palabras más fuertes de nuestro lenguaje es “efímero”, viene del griego φήμερος, donde efímeros significa, dura un día; epi alrededor y hemara día. Por tanto, lo acontecido en un día y no sobrepasa una unidad temporal. Lo rápido, lo fugaz.
Hoy quisiera referirme a las cosas efímeras de nuestra vida, si bien no duran un día, son breves, casi consideradas dentro de la definición anterior. Hay personas quienes pasan en tu vida, a diario, pero son pocas quienes dejarán huella en ti, esos son tus verdaderos amigos.
De quienes se convierten en personas efímeras, puedes aprender, obtener lo bueno, atesorar esos breves instantes, pero no más. No guardes enojos o rencores, sino vive agradecido por la oportunidad de conocerles. Serán tan fugases como agua de río en tus manos, es un error querer detenerla, impedir su cauce, mejor permítele fluir, porque impiden el arribo de agua fresca.
Hay quienes dejan una huella tan profunda, pero de forma distinta de una amistad, se convierten por un instante en “La” persona. En la vida podemos pasarnos enamorándonos, muchas veces creemos encontrar a quien se convertirá en nuestra alma gemela, en cómplice, en quien será sujeto de nuestro amor y por tanto de una entrega libre.
Si bien es imposible controlar nuestro enamoramiento, sí podemos y debemos decir en un acto libérrimo a quien amar. En ocasiones, el enamoramiento es tan efímero porque no se dio la oportunidad de trascender, alguna de las partes o ambas no estuvieron dispuestos a luchar, pero entonces, ¿qué hacer?
La respuesta es nada, porque no se puede violentar la libertad de la otra persona, aún quedándote con el corazón en la mano, no basta para quien no quiere recibirlo, para quien no se atreve a ser feliz, quien no da un paso adelante; para quien busca vivir de sombras y recuerdos.
La solución es similar a la anterior, dejarlos ir, respetar su libertad. Cumplir el viejo dicho popular, si es amor, déjalo ir, si regresa es tuyo, si no, nunca lo fue. Si nunca lo fue, como el agua, agradece todo lo bueno, los momentos dichosos, pero agradece a Dios por la persona en tu vida de quien te permitió enamorarte aunque fuera efímero.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

La bienaventuranza es camino a la plenitud

Dentro de nuestra serie, hemos hablado sobre la felicidad plena, a la cual nos referimos, a aquella la cual nos brinda felicidad. También hemos hablado de la importancia de la montaña como encuentro de revelación, donde encontramos nuestra dignidad. Las bienaventuranzas es camino a la plenitud.
Jesús nos invita dentro de las bienaventuranzas a vivir el contenido de ellas, no sólo a aspirar de ello, porque es feliz quien es pobre de espíritu, manso, misericordioso, etc. Porque el vivir ya de esta manera es ser feliz. Quien experimenta las bienaventuranzas es una persona en armonía consigo mismo y es capaz de experimentar la plenitud de la vida.
En las bienaventuranzas tenemos la experiencia personalísima de Dios y así estaremos en la verdadera felicidad con Dios. Cada una de las ocho, nos permiten encontrar ese camino hacia la felicidad y la libertad plena, por tanto será camino de plenitud.
Al encontrarnos plenos, recobramos nuestra conciencia de ser hijos de Dios, por tanto, buscamos hacernos uno con Dios y esa es la más profunda felicidad. Ese camino, al cual estamos llamados a recorrer, no lo hacemos solos, va Cristo de la mano con nosotros, nos lleva paso a paso.
Entonces al caminar con Cristo, disfrutamos de todos los regalos de Dios, nuestra vida cambia y vemos cada cosa como don de Dios. Ahí es donde apreciamos el hecho de poder alcanzar a vivir de forma bienaventurada, no es una utopía o un ideal alejado, sino una realidad cercana, posible.
Las bienaventuranzas nos invitan a ser nosotros mismos. Cuando estamos en armonía con nosotros mismos, es posible descubrir al otro, aprendo a verlo como alguien diferente a mí, quien también está en su proceso de ser feliz. Al entender esa realidad, aparece una nueva realidad, el nosotros.

lunes, 10 de diciembre de 2012

La montaña como encuentro de revelación

Hemos comenzado nuestra serie sobre las bienaventuranzas, mencionábamos sobre ellas y afirmábamos, son el camino a la felicidad. Partimos de la premisa de comprender el verdadero significado de la felicidad.
Uno de esos elementos clave es comprender el hecho de la libertad, la cual va de la mano con la felicidad plena, en esta ocasión analizaremos un punto fundamental del por qué se le conoce también como el sermón de la montaña.
Es así donde descubriremos la importancia de la montaña como encuentro de revelación. Por eso Cristo al hablar de la felicidad plena no podía hacerlo en cualquier lugar, debía encontrar el mejor y es así cuando llega al monte.
El monte también recuerda el hecho de lo arduo del camino, no siempre es plano, hay subidas y bajadas, pero cuando alcanzamos la meta, nos sentimos plenos y felices, pero también orgullosos.
Recordemos el lugar de la revelación de Dios a Moisés, en un monte, en el Sinaí, Dios siempre busca también llevarnos a acercarnos a Él de una forma peculiar, quiere llevarnos a la cima.
Las bienaventuranzas quieren llevarnos a la plenitud, quieren sacar todo nuestro potencial de nuestro corazón, quieren impulsarnos a vivir el ideal de Madre Teresa, hacer las cosas extraordinarias de forma ordinaria y por amor. La felicidad radica también en esa capacidad de amar, y ese amor, también es progresivo como el subir a una montaña.
Las bienaventuranzas nos acercarán a la sublimidad de Dios, quien a su vez nos obliga a recordar nuestra dignidad, al hacerlo, contemplaremos su huella en nuestra vida y en lo más profundo de nuestro ser.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Preparen el camino

II Domingo de Adviento (Lc 3, 1 – 6), Jesucristo nos sigue ayudando para volvernos a Él y así lograr la conversión.
“El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.
Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos”.
El Adviento nos debe llevar a preparar la venida de Cristo, si bien recordamos el nacimiento histórico, ahora debemos ir más allá, estar atentos a la segunda venida, donde Cristo vendrá cubierto de gloria y majestad.
En el pasaje del Evangelio, escuchamos a Juan el Bautista quien se convierte en esa voz la cual clama en el desierto. Juan hablaba de la conversión, de la importancia de lograr revertir el camino y ver de nuevo al destino de Belén.
Ya cada vez está más cerca la Navidad, vamos a cruzar la mitad del Adviento y es momento de ver al interior de nuestros corazones, si bien en el pasado domingo nos pusimos la meta de estar atentos a los signos de los tiempos y buscar y ofrecer el perdón, ahora es momento de la conversión.
Metanoia es nuestro ideal en esta semana, reorientar el rumbo, pero no sólo ello, sino hacerlo de la mejor manera. Por eso buscaremos el camino de la conversión, para ir al encuentro con Emmanuel, Dios con nosotros, quien busca llegar a nosotros para no tener miedo de acercarnos a Él.
Preparen el camino, para ello es necesario el dar el paso a la conversión.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Una serie para la felicidad

Con gran alegría anunciamos el inicio de una serie para la felicidad, comenzaremos a compartir nuestras reflexiones sobre la “constitución” para los católicos, el “Sermón de la Montaña”.
Para ello, es fundamental partir de una premisa, la cual a su vez, se torna certeza, todos los seres humanos, aún sin hacerlo de forma consciente, anhelamos y buscamos ser felices. Lo único subjetivo de la premisa y la cual admite discusión es la forma en la cual lo busca y el fin en sí.
Pero al final, es una realidad, todos queremos ser felices. Ya desde antiguo, los filósofos se planteaban esa interrogante, ¿cuál es el origen de la felicidad? Más sencillo, ¿qué me hace feliz? Pero podemos agregar una, ¿cuál es la fuente de mi felicidad? Las respuestas son tan variables como personas existen, algunos dirán, salud, amor, dinero, poder, éxito, etc.
Si nos adentramos en los dichos de los filósofos, de las corrientes y de los tiempos, obtendremos respuestas y posturas sobre la felicidad.
Los filósofos clásicos afirmaban sobre el origen de la felicidad, la cual sólo se obtenía mediante una vida buena, pero ahí se ve el problema, ¿qué es una vida buena? Aristóteles dirá mediante la virtud.
Boecio alrededor del año 500, “la felicidad es el estado perfecto obtenido mediante la unión de todos los bienes”, otro problema, ¿qué es un bien? Tomás de Aquino se acerca un poco más, porque habla de la relación de esta vida con la vida eterna, entonces la felicidad no puede acabar porque viene de Dios.
Kant, “la conciencia que un ser racional tiene del encanto de la vida”, hermosa expresión porque cobra conciencia de lo bueno y bello de la vida, de los trascendentales del ser.
Freud, padre del psicoanálisis, “experiencia de intensos sentimientos de placer”, tendremos el problema del placer, ¿qué es? Hoy tenemos un problema, la felicidad está sustentada en un bien de consumo.
¿De dónde viene la expresión de felicidad? Los griegos nos darán la clave para comprenderlo mejor. El primer término es eudaimonia, lo cual hace referencia a un ángel del alma, porque hace referencia a lo interior del alma. El segundo término, eutychia, donde mencionamos el azar.
Por último, makarios, donde hablamos ya del bienaventurado, pero los griegos lo atribuían sólo a los dioses, porque eran libres. En nuestro lenguaje teológico, el Antiguo Testamento lo atribuye a aquellas personas quienes guardaban los mandamientos, pero en Nuevo Testamento, lo hace a aquellas personas quienes aplican, escuchan y ponen en práctica las enseñanzas de Jesús.
De ahí, la importancia, un gran teólogo, Joseph Ratzinger dirá sobre las bienaventuranzas, el texto nos hace tomar conciencia de nuestra necesidad de perdón, son una guía para nuestra existencia, quiere orientarnos hacia aquel a quien nos invita a tener una “actitud del amante”. Es decir a vivir en la verdadera felicidad del tercer término, marikos, porque seremos libres.
Son ocho puntos a meditar, son ocho puntos para alcanzar la perfección de cómo mencionó el Papa, para tener una “actitud de amantes”:
“Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
‘Bienaventurados los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Bienaventurados los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Bienaventurados ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Estén prevenidos

¡Feliz inicio de ciclo litúrgico! Iniciamos el Adviento tiempo precioso para la preparación para la Navidad, en el Primer Domingo de Adviento (Lc 21, 25 – 28. 34 – 36), comenzamos la preparación.
“Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre”.
El Adviento es la gran preparación para la celebración de la Navidad, nos permite hacer una pausa para interiorizar el misterio de la Encarnación del Emmanuel, del Dios con nosotros.
Cada domingo, Cristo nos va presentando actitudes para vivir de mejor forma el Adviento, en esta ocasión nos invita a estar atentos a los signos de los tiempos, a ver las señales de Dios en nuestra vida, para estar dispuestos a dar razón de nuestra esperanza.
En el Evangelio, Cristo nos invita a estar atentos, a no perder la fe, pero ir más allá, porque ya llegará la liberación. Pero ahí está la clave, la fe en quien sabemos nos traerá la vida y la vida en abundancia. Por eso vivir de cara a Dios nos permite estar preparados, estar prevenidos, por eso nos dice, estén prevenidos.
El estar prevenidos, requiere una gran fe, la cual sólo es posible si se sostiene con la oración. La oración permite descubrir una nueva realidad, porque es la mejor forma de estar en unión con Dios.
Por tanto, también debemos buscar para estar prevenidos, es tornarnos al perdón. El primer paso, es buscar el perdonarnos de aquello que vamos cargando, de aquello por lo cual llevamos una carga pesada, una vez logrado el perdón, viene el de Dios, porque nosotros somos los peores jueces de nosotros mismos. Ojalá aprendiéramos un poco de lo misericordioso de Dios.
Estén prevenidos, frase de Jesús para meditar en esta primera semana de Adviento. Atentos a los signos de los tiempos y perdonar.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Más Llamas, menos tibios

Hace unos días regresó a la casa del Padre un gran hombre, quien desgranó toda su vida por Dios y su Iglesia, pero en especial a una grey muy particular, la del Seminario Conciliar de México, el Muy Ilustre, Señor, Canónigo, Everardo Llamas.
El querido Padre Llamitas como lo conocimos muchos, quienes le apreciamos, admiramos y quisimos, consagró a su vida a Dios haciendo honor a su apellido, porque logró incendiar los corazones de las personas a quienes tocaba.
Hace muchos años me dijeron una frase cargada de una gran verdad, el líder por su andar convence, motiva, inspira, si bien es cierto, me tocó conocer al Padre en silla de ruedas, su entusiasmo, ganas de vivir, entrega y generosidad inspiraba, irradiaba el ideal del joven seminarista, el ser “alter Christus”.
El Padre Llamitas hasta su último aliento lo dedicó a servir, en el Seminario Conciliar de México, en la casa Huipulco, se convirtió en su último frente, desgastándose por sus hijos espirituales en la confesión y en la dirección espiritual. Siempre con una palabra de aliento, consejo o motivación. Estoy seguro, muchos presbíteros de la Arquidiócesis de México le deben su vocación y su ministerio.
A nivel de un humilde homenaje, muy sencillo, pero de corazón, a falta del merecido por falta de su Arquidiócesis, pero grandes hombres como el Muy Ilustre, Señor, Canónigo Everardo Llamas García están por encima de ello, porque tiene el privilegio de unos cuantos, hacer suyas las palabras de San Pablo, “he combatido el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe”. Ojalá tengamos más Llamas y menos tibios.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cuando se acaba, es para siempre

Una de las certezas en las relaciones humanas, es su final. El final es un elemento poco considerado, porque siempre se busca la eternidad de las mismas, pero eso es como hablar de la inmortalidad corporal del hombre.
No es pesimismo o un sentido de materialismo, pero el hombre siempre busca novedad y tiene pocas relaciones eternas. En la amistad, muchas veces el tiempo o la distancia la merma, las va deteriorando hasta llegar al punto de intentar recuperar el lazo en común, o el vínculo entre los amigos.
El problema en esa amistad, fue el hecho de no cultivarla, no abonarla, no procurarla y es una tontería pensar que todo sigue igual, cuando no es así, ambos siguieron caminos distintos y maduraron de formas diversas.
Ni mencionar en las relaciones amorosas, porque cuando no se tiene amor verdadero, son tan frágiles y efímeras. El problema es no aprender una lección fundamental, cuando se acaba, es para siempre.
En las relaciones, siempre se corre el riesgo de salir raspado, pero es como los toros, un buen matador, tiene buenas tardes, otras mágicas, pero seguro, en alguna vez, fue cornado, eso le hace crecer y madurar, eso sí, ello no quitará su deseo de dar una buena faena.
El ejemplo burdo, nos ilustra el perder el miedo, porque por una mala tarde, no quiere decir, una mala faena en la vida.

lunes, 26 de noviembre de 2012

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¡Venga Tu Reino!
 
Adolfo Ruiz Guzmán
17 de noviembre del 2012
Rectoría San José
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El secreto de conocer que Dios te ama

Introducción

 
Siempre es muy grato el encontrarme             en la Rectoría San José, porque es una gran oportunidad para intercambiar experiencias en nuestro caminar, también es para mí motivo de gran alegría el compartir las razones de mi esperanza (Cfr. 1 Pe 3, 15).
 
Estas reflexiones también nos invitarán a profundizar nuestra vivencia del Año de la Fe, decretado por S.S. el Papa Benedicto XVI. Es por tanto, la importancia de vivir la fe, la cual nos permite alcanzar a descubrir el secreto de conocer que Dios te ama.
 
En este Año de la Fe debemos atrevernos a ir a más, a darnos la oportunidad del encuentro con Dios. Un pensador afirmaba, “el puente hacia Dios es tan antiguo que ya nadie se atreve a cruzarlo” (David Aldeguer Martinez), hoy me gustaría decirle, te has equivocado porque hoy queremos iniciar a cruzarlo. Porque el amor de Dios me mueve a buscarle, pero más aún, a amarle.
 
Quisiera empezar con una oración, para dar pauta al encuentro buscado con Dios, es una hermosa oración del único hombre quien más se ha asemejado a Cristo, San Francisco de Asís.
 


Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
 
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
 
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
 
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
 
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
 
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
 
Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.
 
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
 
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
 
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
 
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
 
Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.
 
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad.


 

1. Claves para encontrar el secreto del amor de Dios


 

El cántico de las criaturas nos brinda claves para encontrar el secreto de conocer que Dios te ama. Pero más aún, la posibilidad de entrar en encuentro personalísimo con Él, a partir del cual la vida se transforma, la vida nunca será bastante para buscar estar con Dios.

 

Francisco previo a su encuentro con Dios, se dedicaba a desperdiciar su vida, a derrochar sin aprender a valorar las cosas sencillas de la vida, porque todo lo veía o lo daba por sentado.

 

Las cosas sencillas de la vida, nos permiten ir cobrando las dimensiones de ese gran amor de Dios por nosotros. Francisco escribe y dicta su Cántico al Hermano León previo a su encuentro con el Señor y es una oda a la grandeza escondida en la pequeñez.

Cuando perdemos esa perspectiva de la grandeza oculta en lo pequeño, recordamos a aquél mendigo quien comía de las migajas las cuales caían de la mesa de un acaudalado quien para él no significaba nada, pero para el necesitado eran todo.

 

El evangelio, siempre va a privilegiar el encuentro sencillo y profundo, Jesús exclamará: “te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11, 25). Porque ahí es donde comprendemos ese misterio, necesitamos vaciarnos de nosotros mismos para permitirle a Cristo llenarnos por completo, porque se convierte en nuestro todo.

 

Para iniciar el encuentro, requerimos un punto de partida, ahí encontramos una clave. El mérito del cristiano radica en su capacidad de levantarse de las caídas, porque ha aprendido una certeza, “mientras más bajo es el punto de partida, más alto será su elevación”. Por eso el Padre Francisco dirá: “a ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte”.

 

El hombre descubre, dentro de su indignidad, la nobleza y dignidad de Dios, porque es Dios mismo quien habita en él, pero no sólo eso, le ama. Es tan grande el amor de Dios porque es el único quien permite una relación personal con Él y nos da esa oportunidad por su Hijo, el cual nos dice, para referirnos a Él, basta con decirle Padre.

2. ¿Cuál es tu camino?


 

Cuando Francisco comienza el tránsito hacia su conversión, tiene experiencias cada vez más fuertes con ese Padre amoroso, encontrará en su camino a su gran compañero, al Hermano León, quien le hará una pregunta fundamental. Si bien es cierto, buscas a Dios, pero cada quien debe encontrar un camino para ello, ¿cuál es el tuyo?

 

Sí, hay muchas experiencias y muchos caminos andados, un principio filosófico afirma, es imposible hacer juicios por otros. El único capaz de tener una experiencia de Dios y de su amor, eres tú, porque es un Dios personal. Porque cada hombre, aún no deseándolo, negándolo o renegando, lo lleva escondido en lo más profundo de su piel, de su corazón, es el mismo Dios quien grita dentro de ti, para decirte, ¡te amo! Jesús nos dijo, “yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”

 

El camino debe recorrerse poco a poco, paso a paso, pero eso sí, es un camino progresivo, el cual no admite retroceso. Jesús siempre nos invita a dar ese paso, es uno decisivo pero fundamental, aprender a caminar en la fe, Jim Elliot dice: “la voluntad de Dios no te llevará a donde su gracia no te proteja”.

 

Conforme Francisco encontraba almas, las transformaba por su testimonio y así se acercaron poco a poco sus primeros cofundadores, daban el paso para abrazar el proyecto de Dios en su vida. Los alentaba el valor y la confianza de Francisco, porque aprendieron rápidamente a encontrar la frase en la Sagrada Escritura repetida 365 veces, “no tengan miedo”.

 

Con esa confianza encontraremos el camino, porque primero por la fe, seremos capaces de hacer las cosas fáciles, luego poco a poco, las grandes y así las imposibles. El amor es la meta, es el destino y es la razón de nuestra existencia.

3. El problema de la gratuidad


 

Aquí encontraremos una de las cosas más grandes de Dios. El problema de la gratuidad. Dios nos ama por el hecho de ser y no de hacer, es decir, Dios nunca podrá dejarnos de amar y prueba de ello es la libertad, por eso Dios no espera nada de nosotros.

 

Déjenme repetir esa idea, Dios no espera absolutamente nada de nosotros, sin embargo, nosotros esperamos todo de Él. El esperar todo es porque buscamos la salvación, la cual sólo llega por el amor.

 

Para el hombre es muy complicado comprender la gratuidad, Dios nos ama gratuitamente, no espera nada de nosotros, Madre Teresa dirá, Dios no quiere que seas exitoso, sino que seas fiel.

 

Quien comprende la gratuidad, poco a poco comienza a volverse loco, pero cuando hablo de locura hay otro sinónimo, santidad. La santidad hoy en nuestros días es sinónimo de locura porque no se entiende, porque se es diferente, porque quien es santo ama. Cosa curiosa, el santo sabe perfectamente lo que no quiere ser, pero no sabe lo que quiere, sólo le basta el amor de Dios.

4. Nunca es bastante


 

Dios cuando sale a nuestro encuentro no se queda con nimiedades, con migajas. Dios busca la plenitud en nuestra vida, por eso encontramos a la totalidad, al Dios del cual nunca es bastante.

Cuando somos conscientes del amor de Dios, la vida no basta para buscar experimentarlo, Francisco, llegó al punto del éxtasis, de la levitación, pero también de la crucifixión.

 

Francisco se da cuenta de ese Dios insaciable, porque busca el retarte, el obligarte a superarte, a dar más allá de tus fuerzas. Cuando piensas es lo máximo posible a dar, Dios te dice, nunca es bastante. Pero te reta, porque aquello que no quieres, es justo lo que Dios quiere.

 

Francisco tiene una experiencia, la cual lo marcaría profundamente. La prueba más grande para su amor, eran los leprosos, su incansable Hermano León le preguntó sobre lo que más le costaba en la vida, Francisco respondió los leprosos. Ahí vemos una realidad propuesta por la Madre Teresa, “para que el amor sea verdadero, nos debe costar. Nos debe doler. Nos debe vaciar de nosotros mismos”.

 

Cuando entró esa noche Francisco a su oración, Dios le exigió besar a un leproso en la boca. Francisco quiso entrar el cólera, porque ya había cambiado reconstruido la iglesia, vivía en pobreza, vivía en sencillez, pero Dios es el nunca es bastante. Al día siguiente corrió para buscar encontrarse con el leproso, en ese tiempo, los leprosos estaban obligados a portar una campanita, para alertar a los demás sobre su presencia. Cuando escuchó esa campanita, Francisco quería correr, huir, pero no habría lugar dónde esconderse del Dios amoroso, quien incendia los corazones de quien ama y de quien se ha sentido amado. Francisco corre pero a besar al leproso, esa misma noche se da cuenta, de a quien ha besado es el mismo Cristo.

5. El hombre verdadero


 

Ahí admiramos al hombre verdadero, porque es capaz de superar sus límites por amor. Ahí aquellos quienes están distanciados de Dios, reaccionan ante una nueva realidad, es tiempo de hacer las paces con Dios y la única forma es amando. La invitación a ese hombre verdadero es si te atreves a amar.

 

Había una vez un hombre, un ermitaño, quien había buscado vivir en la perfección del amor evangélico, cuando muere llega al cielo, toca en el cielo y le dicen quién eres, el responde, yo, entonces se escucha, no hay lugar para ti. Regresa y vuelve a tocar, ¿quién es? Yo, de nuevo le dice no hay lugar para ti y le dijo vete. Entonces la tercera vez, le preguntan, quién eres, pero ahora la respuesta es diferente, es Tú, Señor, eres Tú.

 

El hombre verdadero, sabe esperar para llegar a ese momento, a la fusión de Dios y el hombre, porque es un instante para la eternidad. Así ese hombre enamorado comenzará a predicar con palabras, de ahí con acciones, para llegar a transformar con su silencio frente a lo sagrado. El hombre ante el misterio calla.

 

Es así, frente a todo ello, la pedagogía de Dios cobra sentido en su amor, porque nos enseña a sufrir, a resistir, a afrontar, a madurar, a crecer, pero lo más importante a amar. Cuando se ama a Dios, pero lo más importante, me siento amado por Él, ya no hay prueba sin sentido, ya no hay dolor sin consuelo, ya no hay noche sin estrellas, ya no hay día sin milagros.

 

Así hemos visto y recorrido muchas claves para descubrir el secreto de conocer que Dios te ama, como mencionaba al inicio, con el Cántico de las Creaturas, el cual es una alabanza por todas las cosas a nuestro alrededor.

 

Francisco lo escribió ya casi al final de su vida, cuando se quedó ciego, cuando fue expulsado de su propia orden, cuando fue desconocido por los suyos. Pero fue cuando era más feliz. Sintiendo cerca la muerte apresuró a su Hermano León para escribir para dar gracias por la hermana muerte, pero nos regala la esperanza de la vida eterna. Así Francisco, muere, en el piso, recargado sobre una piedra, pero con la certeza de San Pablo, “he librado la buena batalla, he defendido la fe”.

 

El éxito de San Francisco, fue su confianza plena en el Dios de la vida, en quien nunca es bastante, en quien nos motiva e impulsa a dar más de nuestras capacidades, a quien nos ama con locura, quien siempre busca nuestro bien. Es un Dios cercano, un Dios quien quiere entrar en contacto contigo para lograr un encuentro fecundo.

 

El cántico concluye “alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad”. En lo pequeño y discreto está Dios, en ti encerrado en tu corazón está Dios.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Lo ha dado todo

Se acerca el final del Ciclo Litúrgico, cada vez se siente más el espíritu de Adviento, en el XXXII Domingo del Tiempo Ordinario (Mc 12, 38 – 44), vemos los pasos previos a la entrega total de Cristo.
“Y él les enseñaba: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad".
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.
Una espiritualidad incompleta busca justo la vivencia de los escribas, porque lleva a buscar reconocimiento y ser de los primeros, quieren a toda costa el ser puntos de referencia por creerse equivocadamente santos. Buscan contradictoriamente la separación del ideal de quien dicen seguir.
La visión proporcionada del Evangelio es de una totalidad, porque Cristo está sentado frente a la sala del Tesoro, muchos daban el sobrante, las migajas a Dios, pero entre tanto, llegó una viuda quien lo ha dado todo.
El seguimiento de Jesús requiere esa totalidad, esa entrega generosa, el todo, no guardarnos ni reservarnos nada, Dios no espera nada de nosotros, pero sin embargo, nosotros lo esperamos todo, ese todo es la salvación.
Para llenarnos de Cristo, primero debemos de hacer lo mismo, vaciarnos, dar todo lo que poseemos para así llenarnos de Jesucristo. Esa es la única forma de comenzar a amar, el darlo todo y aún así más, como decía la Madre Teresa, hasta que duela.
La invitación para vivir en la semana es aprender a vaciarnos de nuestro yo, para que así, Cristo tome nuestro lugar.