Hace unos días regresó a la casa del Padre un gran hombre,
quien desgranó toda su vida por Dios y su Iglesia, pero en especial a una grey
muy particular, la del Seminario Conciliar de México, el Muy Ilustre, Señor,
Canónigo, Everardo Llamas.
El querido Padre Llamitas como lo conocimos muchos, quienes
le apreciamos, admiramos y quisimos, consagró a su vida a Dios haciendo honor a
su apellido, porque logró incendiar los corazones de las personas a quienes
tocaba.
Hace muchos años me dijeron una frase cargada de una gran
verdad, el líder por su andar convence, motiva, inspira, si bien es cierto, me
tocó conocer al Padre en silla de ruedas, su entusiasmo, ganas de vivir,
entrega y generosidad inspiraba, irradiaba el ideal del joven seminarista, el
ser “alter Christus”.
El Padre Llamitas hasta su último aliento lo dedicó a
servir, en el Seminario Conciliar de México, en la casa Huipulco, se convirtió
en su último frente, desgastándose por sus hijos espirituales en la confesión y
en la dirección espiritual. Siempre con una palabra de aliento, consejo o
motivación. Estoy seguro, muchos presbíteros de la Arquidiócesis de México le
deben su vocación y su ministerio.
A nivel de un humilde homenaje, muy sencillo, pero de
corazón, a falta del merecido por falta de su Arquidiócesis, pero grandes
hombres como el Muy Ilustre, Señor, Canónigo Everardo Llamas García están por
encima de ello, porque tiene el privilegio de unos cuantos, hacer suyas las
palabras de San Pablo, “he combatido el buen combate, he concluido mi carrera,
he conservado la fe”. Ojalá tengamos más Llamas y menos tibios.
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