lunes, 29 de abril de 2013

En jaque

En las pasadas semanas hemos sido testigos de desmanes en diversos ámbitos educativos, por un lado en Guerrero un grupo de vándalos tienen en jaque al gobierno encabezado por Ángel Aguirre, quien ha demostrado una ineficiencia total para dar una solución al conflicto. Por el otro, en la máxima casa de estudios, otros porros tienen secuestrado el edificio de rectoría, colocando a su vez en otro jaque al tibio Dr. Narro.
Es un verdadero problema el de los “profesores” en Guerrero, porque si ellos son los responsables de brincar la educación e instrucción a los niños y jóvenes en ese Estado, será un problema sin fin, porque serán generaciones y generaciones quienes aprenden de quienes están al frente en las aulas. Basta recordar quiénes eran los líderes de la liga 23 de septiembre, los profesores Lucio Cabañas y Genero Vázquez.
Estos individuos hacen peticiones ridículas e insostenibles, basta con mencionar un par, la herencia de las plazas y la no necesidad de certificación, es decir, no permitir la evaluación a su desempeño.
Es necesario lograr restablecer el imperio del Estado de Derecho, para garantizar los elementos para el regreso a clases y quienes han violentado la ley sean castigados con todo el peso de la ley, pero también, quienes buscan desestabilizar el orden de la república.
Por su parte, en la UNAM, máxima casa de estudios de nuestro país y referente internacional, un grupúsculo de estudiantes, han tomado la rectoría, dicho secuestro no se ha terminado por la tibia actuación del rector Narro. Es vergonzoso ver los desmanes y destrozos hechos por esos vándalos y ni quien los detenga o al menos haga el intento.
En ambos casos, no hay posibilidad de diálogo con quien por medio de la violencia y la destrucción busca exigir ciertos derechos y no cumplir con obligaciones. No se puede dialogar con quien demuestra estar fuera de la ley.
¿Un grupo es capaz de poner en jaque al Estado de Guerrero y a la rectoría de la máxima casa de estudios? Lo veremos muy pronto.

domingo, 28 de abril de 2013

Hijitos míos

La gran celebración de la Pascua nos permite adentrarnos en conocer un poco más el amor de Dios y su acción en nuestras vidas. En el V Domingo de Pascua (Jn 13, 31 – 33a. 34 – 35), Jesucristo nos anuncia su regreso al Padre, pero da un nuevo mandamiento y nuevas instrucciones.
“Cuando Judas salió, Jesús dijo: ‘Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. Por lo tanto, Dios lo va a introducir en su propia Gloria, y lo glorificará muy pronto.
Hijitos míos, yo estaré con ustedes por muy poco tiempo. Me buscarán, y como ya dije a los judíos, ahora se lo digo a ustedes: donde yo voy, ustedes no pueden venir. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.
En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros’”.
El pasaje se sitúa en la última cena, previo a la traición de Judas, los discípulos no comprendían las palabras de Jesús, porque están cargadas de una pasión, propia de quien ama, de quien está a punto de asumir la gran misión del amor.
Las palabras brotan del inmenso corazón del Hijo del Hombre, “hijitos míos”. Nadie podrá tener más amor, con Jesús experimentaremos el amor verdadero, pleno, sobre el cual se refleja cualquier otra manifestación de amor.
En la Pascua se nos da esa oportunidad de experimentar ese amor, el cual hace nuevas todas las cosas. La hora se acerca, Jesús una vez cumplida su misión, debe regresar al Padre, para ser glorificado. La cruz quien para el mundo fue señal de derrota, Cristo la convirtió en la señal de triunfo absoluto, la señal de los cristianos y símbolo del amor pleno.
Pero no nos deja, solos, nos da ejemplo hasta el último instante, nos regala un mandamiento nuevo, el amor, pero el amor al estilo de Jesús, pleno, total, entregado, decidido, auténtico, verdadero. La indicación fue, como yo los he amado, no más, no menos.
Y ahí como bien da la última instrucción, la señal sobre la forma para reconocer a quienes somos de Cristo, es porque nos amamos unos a otros. He ahí el gran reto, ver en el otro a Jesús, por eso no estaremos solos, porque tendremos la oportunidad de amar al otro a la forma de Jesús y verlo como nuestros queridos hijitos muy amados.

lunes, 15 de abril de 2013

Lo efímero de la información

Para quienes somos comunicadores, el flujo de la información ha cobrado una velocidad increíble, los sucesos ocurren en instantes y no sólo eso, sino se da una sucesión de acontecimientos los cuales tornan obsoletos a los anteriores. Aunado a ello, la inmediatez de las redes sociales, permiten informar de forma veraz y oportuna un hecho. Es impresionante lo efímero de la información.
La semana pasada tuvimos un gran número de situaciones en las cuales el peso de una nueva noticia sustituyó a otra. Caso concreto, muere la gran Sara Montiel, una gran diva del mundo del espectáculo español; no ha pasado una hora cuando se anuncia al mundo la muerte de la Baronesa Margaret Thatcher, la dama de hierro. El peso de la noticia se cargó sobre la Baronesa Thatcher.
Si todavía hacemos un poco más de memoria, en febrero las noticias de ocho columnas versaban sobre la renuncia del actual Papa Emérito y el cónclave. Durante dos meses la atención se centró en el Vaticano y en el futuro Papa, quien ahora sabemos es Su Santidad Francisco. Ahora parecen tan lejanos esos días y pocos se acuerdan del Papa Emérito.
Otro ejemplo, los reflectores se centraron en Venezuela el domingo pasado por los comicios electorales, resultando ganador Nicolás Maduro. Hoy hasta pasado el medio día, era la información del momento, dejó de serlo al enterarnos de las bombas en Boston en el marco del Maratón de esa ciudad.
Por desgracia, aunado a lo efímero de la información, también corremos el riesgo de perder nuestra capacidad de asombro. Nos estamos acostumbrando a la voracidad de la información y nuestra memoria se vuelve limitada.
Aprovechemos la inmediatez de la información para estar mejor enterados de nuestro entorno y así actuar en consecuencia para construir una sociedad más justa y humana.

domingo, 14 de abril de 2013

¿Me amas?

El sentido de la Pascua nos motiva a ser felices, porque Dios nos ha salvado gracias a su Hijo, El III Domingo de Pascua (Jn 21, 1 – 9), Cristo nos va presentar un nuevo modelo de amor.
“Después de esto, nuevamente se manifestó Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se manifestó como sigue: estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael, de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Contestaron: «Vamos también nosotros contigo». Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo que comer?» Le contestaron: «nada».
Entonces Jesús les dijo: «echen la red a la derecha y encontrarán pesca». Echaron la red, y no tenían fuerzas para recogerla por la gran cantidad de peces. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: «Es el Señor.».
Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron con la barca —de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la orilla; arrastraban la red llena de peces.
Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «traigan algunos de los pescados que acaban de sacar». Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y a pesar de que hubiera tantos, no se rompió la red.
Entonces Jesús les dijo: «Vengan a desayunar». Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados. Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Contestó: «sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «cuida de mis ovejas».
Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero». Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras».
Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme».
En el Evangelio admiramos la tercera aparición de Jesús a los suyos después de la resurrección, los discípulos les cuesta trabajo reconocerlo, pero hay algo en su corazón, saben perfectamente quién es, dudan, pero al final tienen una certeza.
La vida cotidiana puede impedir muchas veces reconocer a Jesús, porque lo rutina nos va ocultando la grandeza de la pequeñez. Las diversas necesidades hacen buscar resolver lo importante, luego lo inmediato y dejamos lo verdadero importante al final.
Ahí es cuando Jesús nuevamente sale a nuestro paso y quiere hacerse presente. Dentro de esa “rutina”, nos demuestra su amor, su cercanía, pero también, nos demuestra la forma para vivir de una forma plena.
El Señor en este pasaje nos demuestra su preocupación por todos los aspectos de nuestra vida, en el caso particular los discípulos no habían pescado nada, sentían una frustración por no lograr su cometido. Jesús los reta, les exige aventar las redes al otro lado, lo cual significa el ahora haz las cosas como yo te digo, a mi manera, ya trataste a tu forma pero no has tenido suerte.
La pesca milagrosa se da cuando uno es capaz de dejar de lado su forma de actuar, para dejar a Dios ser Dios y así nos sorprenda. Cuando vemos la gloria de Dios en esos pequeños milagros cotidianos, donde nos demuestra su preocupación por nosotros, es cuando valoramos un nuevo aspecto, a Dios no le importa nuestro pasado, de ser así, no hubiera tenido la paciencia mostrada a Pedro, ni menos aún, dejarle su Iglesia.
Si es capaz de hacerlo con Pedro, cuánto más con nosotros, la paciencia de Dios es infinita, nosotros nos cansamos de pedir perdón y dudamos del mismo. Es cuando Jesús nos hace la pregunta más importante de nuestra vida, ¿me amas? De nuestra respuesta depende todo, porque para Cristo es lo único importante, ¿me amas? Entonces no me importa tu pasado, no me importan tus pecados, no me importa nada, sólo tú y tu futuro, el cual construiremos juntos.
¿Me amas? La respuesta es clave para la vida eterna, del sí, es el comienzo para la vida en plenitud y la felicidad eterna. El seguimiento no será sencillo, pero valdrá la vida entera para lograrlo.

domingo, 7 de abril de 2013

Todo y nada

El itinerario de la Pascua, nos conduce al II Domingo de la Pascua (Jn 20, 19 – 31), dedicado por el Beato Juan Pablo II a la Misericordia.
“Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: « ¡La paz esté con ustedes! »
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor.» Pero él contestó: «Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré.»
Ocho días después, los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: «La paz esté con ustedes.»
Después dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree.» Tomás exclamó: «Tú eres mi Señor y mi Dios.» Jesús replicó: «Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!»
Muchas otras señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Crean, y tendrán vida por su Nombre”.
La celebración Anual de la Pascua siempre es un momento privilegiado para poder voltear a Dios y agradecerle su inmenso amor. Ese amor se traduce o se experimenta en su inmensa misericordia, la cual, a nosotros los hombres, nos es imposible comprender, porque es algo superior a nuestras capacidades.
El no comprender ese aspecto de Dios, su misericordia, nos lleva incluso a pensar sobre la gravedad de nuestros pecados, de nuestra forma de ser o de actuar, llegamos al extremo de darnos por vencidos y peor aún, dudamos de la posibilidad de salvación y de redención.
Por eso hoy recordamos la misericordia de Dios, ahí comprendemos la decisión del Beato al consagrar este día. La misericordia de Dios es más grande, es inmensa, sobrepasa cualquier pecado, no hay nada sin tener la posibilidad de ser perdonado. Todo es susceptible a redención y salvación, por eso no debemos jamás de caer en desesperanza.
El punto medular para comprender ello es la confianza, de ahí el Evangelio escogido para hoy, cuando Tomás duda del Señor y en cierto modo exige una muestra para poder creer, demanda una señal, no bastaba con el testimonio de los demás apóstoles.
Tomás creyó porque vio, Jesús agrega otra bienaventuranza, ¡felices los que no han visto, pero creen! En eso se basa gran parte de nuestra experiencia de fe. Creemos en todo cuanto se nos ha dado, y no aceptamos nada que nos aparte de nuestro Señor.
En la novela del Pobre de Asís, San Francisco explicaba lo esperado de Dios, él afirmaba, Dios no espera nada de nosotros, sin embargo, nosotros esperamos todo de Él.
Vale la pena recordar ese sentido siempre, Dios es más grande que cualquier cosa, todo nos perdona y no hay nada por encima de su misericordia.

lunes, 1 de abril de 2013

El peligro del relativismo

La sociedad en nuestros días enfrenta el peligro del relativismo, es un gran peligro, porque afirma la incapacidad de poder conocer la Verdad, todo es relativo y cada uno es poseedor de su propia verdad. Ello implica el hecho de la incapacidad del hombre de conocer la Verdad sino sólo aproximaciones limitadas, siendo la Verdad única, objetiva y universal.
Se llegan a los absurdos de afirmar sobre la licitud de cualquier cosa siempre y cuando no afecte a otros. Se quiere “democratizar” la Verdad, cuando el consenso no hace la realidad, lo justo o lo correcto.
Hoy se busca exaltar la libertad sin responsabilidad, sin límite alguno, exigencia o autoridad. Eso transforma a las personas en veletas, orientándose a donde el viento sople, minando totalmente la voluntad y la capacidad de decisión.
El relativismo ha permeado en todos los niveles, medios de comunicación, ideologías, mina instituciones, la sociedad completa. Los síntomas, hay una severa crisis de valores, el conformismo, el ahí se va, en fin.
¿Cuál es la solución? Darnos cuenta de la existencia de no negociables. Es decir, aceptar con humildad la existencia de la Verdad, eso es una certeza, la Verdad no depende del sujeto cognoscente, quien busca conocerla, existe porque es. El hombre en su soberbia piensa ser agente de cambio de ella, para acomodarla a su conveniencia.
Ante los “demócratas” de la Verdad, ahí también hay no negociables, aún cuando se busque el acuerdo de una mayoría no cambia la realidad, lo que es. Aún cuando los legisladores aprueben el aborto, no implica su licitud, rectitud o moral o cambia el hecho de ser un homicidio.
La libertad necesariamente para ser libre, permitiendo la expresión, requiere también el auto control, pero también otra capacidad perdida por muchos, el decir no. El auto control es signo de madurez, de dominio de sí y de un perfecto autoconocimiento, ello me permite saber mis límites para ser verdaderamente libre y por tanto pleno.
En el caso de los valores, es más sencillo comprender la existencia de los no negociables, los valores no cambian, por eso son valores, son eternos, son perenes, no pasan de moda. El conformismo se vence comprendiendo la necesidad del hombre de ir más allá, pero no en el aspecto material, sino de trascendencia del hombre, porque en todo busca dejar huella de su paso, siempre y cuando sea para bien.
La forma para vencer al relativismo es vivir de acuerdo a estos no negociables, como la humildad para reconocer la existencia de la Verdad, única, inmutable y eterna. Ante los consensos absurdos, recordad la mayoría no genera la razón. Para la libertad recordar, no es absoluta, para ser libres verdaderamente, también se requieren límites y un verdadero autoconocimiento.