domingo, 1 de diciembre de 2013

Estén preparados

Iniciamos en nuevo Ciclo Litúrgico con el 1° Domingo de Adviento (Mt 24, 37 – 44).

“En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada”.
Cada año, el Adviento comienza con una importante reflexión, estén preparados. El estar preparados nos habla de llevar una vida de cara a Dios marcada por el amor, esa es la única medida de justicia para el juicio.

El Adviento nos invita a vivir en la alegría fruto de la esperanza en quien nos quiere traer la redención y la salvación, estamos esperando al Emmanuel, al Dios con nosotros, quien se quiere hacer cercano, quien quiere hacerse uno de nosotros para no tener miedo de acercarnos a Él.

Pero para ello, debemos reorientar nuestra vida, estén preparados resuena la voz de Jesús, porque no saben el día en que vendrá su Señor. Qué alegría sería el convertirnos en hombres y mujeres de Adviento quienes viven en la alegría, en el gozo, pero lo más importante preparados para ese encuentro de amor, porque nuestra vida se ha caracterizado por ser amor.

El reto del Adviento, aprender a vivir en la alegría que sólo quien cree en el Señorío de Jesucristo es capaz de lograr.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Una imagen para el Paraíso

Continuamos nuestra entrega sobre el cielo, en esta ocasión tocaremos tres puntos fundamentales, la reencarnación, la resurrección y nuestra necesidad de crear una imagen para el Paraíso

Es muy importante distinguir de esas palabras, la reencarnación no es lo mismo que resucitar, reencarnar es muy poco, es una creencia muy limitada, porque es entrar al círculo infinito del volver y volver a esta vida siendo los mismos pero diferentes.

La resurrección es la invitación a la plenitud, siendo cada uno, cada uno, es resurgir con todo quien soy. Mi alma y mi cuerpo glorioso en la vida eterna, la vida en la plenitud.

Es muy sencillo comprender la diferencia, ofreceré dos puntos fundamentales.

1.      Cada hombre es único, es irrepetible y es original.

Desde el punto de vista filosófico comprendemos el error de aceptar la reencarnación porque elimina nuestra propia esencia. Por la misma esencia somos únicos e irrepetibles, cada alma es única la cual recibe solamente un cuerpo.

2.      Si creemos o aceptamos la resurrección es negar la idea de salvación.

El concepto de salvación necesariamente es individual, la salvación no puede ser colectiva, es individual y ella depende nuestra voluntad de salvarnos y sobre la libertad recibida la elegimos.

De ello comprendemos la importancia de insistir en tener fe en la resurrección, la cual es necesariamente el camino a la vida eterna y por tanto al Paraíso. Nos cuesta tanto creer en él, porque no tenemos una visión de cómo será, por ello los humanos tenemos la necesidad de crear una imagen del Paraíso.

El hombre por tanto, teme enfrentarse a la idea del Paraíso porque no lo conoce, hoy es muy complicado imaginar cómo será la vida eterna, pero no comprendemos que será la felicidad total.

Es por tanto, característica del católico es tener fe en la vida eterna y comprender que el Paraíso es la vida en plenitud sustentada por el amor.

domingo, 17 de noviembre de 2013

¿Cuándo será?

Estamos ya en vísperas de terminar el Ciclo Litúrgico, llegamos al XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 21, 5 – 19).

“Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".
Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".
Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan.
Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".
Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.
Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas”.
Nos encontramos frente a la realidad de nuestras vidas, una de las tres certezas de nuestra vida, la muerte, pero no por el hecho de escandalizarnos, espantarnos o atemorizarnos, sino para cobrar conciencia de cómo estoy viviendo, qué estoy haciendo para construir en miras a la eternidad.

Tengamos mucho cuidado de esos falsos profetas quienes con visiones particulares buscan atemorizarnos y realizar toda una serie de conjeturas sobre el fin de los tiempos, cuando el propio Jesucristo no sabía ni el día ni la hora.

La visión escatológica del Evangelio de hoy es justo para recordar el hecho de no darnos el lujo de desperdiciar un momento de nuestra vida, porque se escurre como agua de río en nuestras manos. La vida es efímera dentro de la perspectiva de la eternidad, la felicidad por tanto será la opción fundamental de nuestra existencia.

No perdamos de vista la fórmula para la verdadera felicidad, el amor. El amor permite soportar cualquier crisis, dificultad, problema. El amor es la verdadera fuerza transformadora del mundo, no hay otra, para vencer al mal, es necesario romper el círculo de odio para abrir paso a la sanación proveniente del amor.

Sin amor el hombre es imposible que subsista. Sin amor el hombre se marchita, se encorva, pierde su sentido, va extinguiendo su alma poco a poco, instante a instante. Pero con el amor, por el contrario, el hombre crece, se plenifica, ennoblece y engrandece, acumula para la vida eterna.

Quienes escuchaban a Jesús tenían la pregunta, ¿cuándo será? Para el fin del mundo comienza en el momento en que dejaste de amar. Ahora es cuando debemos comenzar a amar, no podemos esperar un instante más, porque la vida se nos escapa y si la medida de la justicia divina es el amor, ¿cuánto hemos invertido en el amor?

domingo, 10 de noviembre de 2013

De vivos

Llegamos al XXXII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 20, 27 – 38) ya preparando para el cierre del Ciclo Litúrgico, Cristo nos recuerda sobre su Padre.

“Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".
Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él”.
En nuestros tiempos, cada vez parece más lejano creer en la resurrección, se nos apetecen todas las corrientes, movimientos y pensamientos quienes nos quieren demostrar la reencarnación y la importancia de no vivir con miras a la trascendencia.

Los saduceos hombres incrédulos, bien pudieran vivir en la actualidad, porque no creen en absolutamente nada, hoy elegantemente les llamamos agnóstico. Es triste el no tener ideales, sueños o metas, no querer trascender si quiera.

Ahora preocupa el aquí y el ahora, pero no queremos construir en vías de la vida eterna, la cual ya ni ha sido planteada en nuestra vida como el gran ideal. Desde ahora debemos construir nuestra vida en abundancia, para así obtener la vida que no se agota, que no se acaba, la vida eterna.


Para cerrar el ciclo litúrgico es preciso no olvidar el último párrafo del texto proclamado hoy, Dios es de vivos, no de muertos. Dios quiere que vivamos, que sea en abundancia, que sea en plenitud y que nos lleve a la felicidad plena. Es de vivos y por ello, quiere que vivamos de acuerdo a la luz y a la verdad la cual sólo brota del resucitado.

lunes, 4 de noviembre de 2013

¿Qué quieren?

Seguimos en nuestras meditaciones sobre el Cielo, en esta ocasión queremos hacer énfasis en la fe y un punto importante, su relación con la inmortalidad.

Partamos de la premisa sobre la fe, la cual debe ser la respuesta al proyecto de Dios para mí. La fe es un don, es una gracia dada por Dios, no es propio del hombre el tener fe. Con ello podremos asimilar cuestiones las cuales sobrepasan nuestro intelecto, no las entendemos pero nos apegamos a ellas.

En el ritual del Bautismo, una de las preguntas clave que se realizan al iniciar el rito es, ¿qué piden a la Iglesia? La respuesta es el Bautismo, pero la verdadera pregunta es ¿qué quieren? La respuesta será la vida eterna.

La fe, nos lleva a aceptar caminos por los cuales no pudiéramos entender, incluso la misma muerte nos mueve a cuestionarnos la fe. Es ahí donde podremos experimentar los límites de la fe.

También el comprender la fe en la vida eterna es muy complicado, porque es una realidad muy lejana, San Ambrosio, “la inmortalidad es una carga, más que un bien, si no la ilumina la gracia”.

La muerte es un tema molesto de tratar, porque desnuda lo efímero dentro del tiempo de Dios. Quien tiene fe, la muerte es un regreso a la vida eterna de donde partió, por ello, la muerte ya no existirá definitivamente, porque sabemos tendremos la inmortalidad de la vida eterna.


Nuestra respuesta de temor frente a la muerte no lo da la fe, sino por el contrario, nos da la certeza en la esperanza de no desaparecer, porque la inmortalidad de la vida eterna nos espera.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Yo soy Zaqueo

Llegamos al XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 19, 1 – 10), nos encontramos con un personaje peculiar, Zaqueo.

“Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
En nuestra vida surge en algún momento la imperiosa necesidad de buscar a Jesús, nos sentimos vacíos, tristes, desesperados o simplemente el peso de nuestros pecados nos produce una sensación de podredumbre.

Zaqueo tuvo la oportunidad de su vida, Jesús pasaría por su casa en Jericó y no dudó un instante para hacer lo necesario para verlo. Como dice el Evangelio, era de baja estatura, pero eso lo podemos interpretar como era un hombre de baja estatura moral, era un pigmeo, no había llegado a su vida la salvación y el día de su liberación, pero si bien, su necesidad de encontrar la verdad fue su salvación.

Por eso sube al árbol porque sabía, al menos con ello, podría alcanzar el camino a la liberación si veía a Jesús, pero Jesús sale primero a su encuentro, puede ver lo más profundo de su corazón y le habla, le pide ir a alojarse a su casa, quiere ingresar a lo más profundo de su intimidad.

Zaqueo se da cuenta en ese instante la necesidad de no despegarse nunca más del buen sendero y quiere, como muestra de ello, rectificar sus pasos. Así su vida la reorienta para ingresar al proyecto de Jesús, el proyecto de su Padre, del Amor total y en plenitud.


Hoy más que nunca nos podemos sentir como Zaqueo, arriba del árbol esperando y buscando a Cristo, porque así podrá lograrse ese encuentro fecundo, el momento decisivo de nuestra vida, hoy podremos decir sin pena, yo soy Zaqueo, pero no más, mi vida tiene, por tanto, que ser diferente.

lunes, 28 de octubre de 2013

Así es el Cielo

Hoy comenzamos una serie breve sobre unas meditaciones del Cielo, o mejor dicho el Paraíso. Durante años, todos los hombres nos preguntamos la incógnita fundamental, ¿qué hay después de la muerte? ¿Qué es la vida eterna? ¿Cómo me preparo para ir a ella?

Si bien hay grandes maestros quienes han escrito sobre el tema, nosotros queremos aportar en la medida de nuestras posibilidades al particular, sin querer ofrecer una visión elevada o complicada sino dar un panorama sobre nuestras esperanzas del más allá, para poder plantear una visión, para poder afirmar, así es el Cielo.
Nos gustaría partir de la premisa ofrecida por la Escatología, la cual a grandes rasgos es la rama de la teología la cual nos brinda una visión de las realidades últimas, pero lo más importante la esperanza sobre la cual están sustentadas.

Hay dos ramas sobre las cuales está fundada la escatología, la individual y la general. La individual es el momento propio de nuestro tránsito de la vida terrenal a la vida eterna, ahí experimentaremos nuestra transfiguración como Cristo en el Tabor. Por su parte, la general, implica necesariamente la Parusía, la segunda venida de Jesucristo donde será el juicio universal.

Es importante hacer énfasis en un aspecto, no podemos hacer premoniciones, ni especulaciones sobre el final de los tiempos porque nadie sabe ni el día ni la hora, entonces ello nos invita a vivir en la libertad dada por Dios.

El Paraíso es una realidad sobrenatural, la cual sobrepasa nuestra capacidad de explicar, de comprender o siquiera imaginar, porque es la presencia misma de Dios, es contemplarlo en su gloria y majestad.

La libertad juega un papel fundamental porque desde ahora se comienza a construir el Infierno o el Cielo, porque al final el destino de cada uno está marcado por las decisiones tomadas en libertad. El ir al Infierno o al Cielo es nuestra libérrima elección.

Así pues, comencemos a escribir nuestro tránsito a la vida eterna, para poder describir nuestra propia versión y decir así es el Cielo.

domingo, 27 de octubre de 2013

El peso de la libertad

XXX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 9 – 14) se acerca el fin del Ciclo Litúrgico, pero para prepararnos, analicemos nuestra postura delante de Dios.

“Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
La tentación del católico es ser un católico fariseo, es decir, aquel quien se atreve a mirar de arriba abajo a sus semejantes, incluso a juzgar, señalar, acusar, calumniar e incluso a juzgar.
Se presentan a sí mismos como ejemplo de moralidad y rectitud, les gusta ser alabados y ocupar los lugares de honor y si por ellos fuera, harían de lado al Papa Francisco. Pero delante de Dios quieren atreverse incluso a dar su opinión y creer es mejor y superior. Su frase favorita es esa, “gracias porque no soy como esos”.

Triste noticia les tendremos, están muy alejados del cielo, de la vida eterna, porque Dios no es lo que busca, quiere la humildad de quienes como el publicano no somos capaces si quiera de levantar los ojos para ver al Señor Crucificado porque nos duelen nuestros pecados, nos duele un pasado el cual lo ponemos en sus manos.

Los católicos publicanos sabemos perfectamente, no somos mejores ni peores que otros, no hacemos comparaciones porque no sabemos los procesos internos de los demás, por el contrario, nos mostramos comprensivos y misericordiosos, porque el mismo Dios ha sido y es muy paciente con nosotros.

Nos golpeamos el pecho porque sentimos el peso de nuestras decisiones, muchas agradaron a Dios, muchas no, con nuestra vida hemos comenzado a construir o el cielo o el infierno desde ahora. Sentimos el peso de la libertad en nuestros hombros, porque nuestras decisiones marcarán la vida eterna.


Importante tener esa actitud delante de Dios, se ser como soy, de la forma en la cual me ha creado, porque así me quiere, así me quiso, así me querrá. Nada como vivir en la humildad aceptando quien soy y tener la conciencia de mi creador, frente a quien delante de Él, no soy nada.

jueves, 24 de octubre de 2013

Compartir MESAC 26 de septiembre última parte

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
¿Quién es?
Introducción

Ya hacia el final de nuestro encuentro vamos a comentar todavía en el marco del “Año de la Fe” descubrir el secreto de conocer que Dios nos ama.

Este Año de la Fe nos debió de servir para atrevernos a ir a más, a darnos la oportunidad del encuentro con Dios. Un pensador afirmaba, “el puente hacia Dios es tan antiguo que ya nadie se atreve a cruzarlo” (David Aldeguer Martinez), hoy me gustaría decirle, te has equivocado porque hoy queremos iniciar a cruzarlo. Porque el amor de Dios me mueve a buscarle, pero más aún, a amarle.
Claves para encontrar el amor a Dios

Quisiera retomar un poco el “cántico de las creaturas” con el que meditamos anteriormente para seguir con esta plática.

El cántico de las criaturas nos brinda claves para encontrar el secreto de conocer que Dios te ama. Pero más aún, la posibilidad de entrar en encuentro personalísimo con Él, a partir del cual la vida se transforma, la vida nunca será bastante para buscar estar con Dios.

Francisco previo a su encuentro con Dios, se dedicaba a desperdiciar su vida, a derrochar sin aprender a valorar las cosas sencillas de la vida, porque todo lo veía o lo daba por sentado.

Las cosas sencillas de la vida, nos permiten ir cobrando las dimensiones de ese gran amor de Dios por nosotros. Francisco escribe y dicta su Cántico al Hermano León previo a su encuentro con el Señor y es una oda a la grandeza escondida en la pequeñez.

Cuando perdemos esa perspectiva de la grandeza oculta en lo pequeño, recordamos a aquél mendigo quien comía de las migajas las cuales caían de la mesa de un acaudalado quien para él no significaba nada, pero para el necesitado eran todo.

El evangelio, siempre va a privilegiar el encuentro sencillo y profundo, Jesús exclamará: “te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11, 25). Porque ahí es donde comprendemos ese misterio, necesitamos vaciarnos de nosotros mismos para permitirle a Cristo llenarnos por completo, porque se convierte en nuestro todo.

Para iniciar el encuentro, requerimos un punto de partida, ahí encontramos una clave. El mérito del cristiano radica en su capacidad de levantarse de las caídas, porque ha aprendido una certeza, “mientras más bajo es el punto de partida, más alto será su elevación”. Por eso el Padre Francisco dirá: “a ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte”.

El hombre descubre, dentro de su indignidad, la nobleza y dignidad de Dios, porque es Dios mismo quien habita en él, pero no sólo eso, le ama. Es tan grande el amor de Dios porque es el único quien permite una relación personal con Él y nos da esa oportunidad por su Hijo, el cual nos dice, para referirnos a Él, basta con decirle Padre.
¿Cuál es tu camino?

Cuando Francisco comienza el tránsito hacia su conversión, tiene experiencias cada vez más fuertes con ese Padre amoroso, encontrará en su camino a su gran compañero, al Hermano León, quien le hará una pregunta fundamental. Si bien es cierto, buscas a Dios, pero cada quien debe encontrar un camino para ello, ¿cuál es el tuyo?

Sí, hay muchas experiencias y muchos caminos andados, un principio filosófico afirma, es imposible hacer juicios por otros. El único capaz de tener una experiencia de Dios y de su amor, eres tú, porque es un Dios personal. Porque cada hombre, aún no deseándolo, negándolo o renegando, lo lleva escondido en lo más profundo de su piel, de su corazón, es el mismo Dios quien grita dentro de ti, para decirte, ¡te amo! Jesús nos dijo, “yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”

El camino debe recorrerse poco a poco, paso a paso, pero eso sí, es un camino progresivo, el cual no admite retroceso. Jesús siempre nos invita a dar ese paso, es uno decisivo pero fundamental, aprender a caminar en la fe, Jim Elliot dice: “la voluntad de Dios no te llevará a donde su gracia no te proteja”.

Conforme Francisco encontraba almas, las transformaba por su testimonio y así se acercaron poco a poco sus primeros cofundadores, daban el paso para abrazar el proyecto de Dios en su vida. Los alentaba el valor y la confianza de Francisco, porque aprendieron rápidamente a encontrar la frase en la Sagrada Escritura repetida 365 veces, “no tengan miedo”.

Con esa confianza encontraremos el camino, porque primero por la fe, seremos capaces de hacer las cosas fáciles, luego poco a poco, las grandes y así las imposibles. El amor es la meta, es el destino y es la razón de nuestra existencia.
El problema de la gratuidad

Aquí encontraremos una de las cosas más grandes de Dios. El problema de la gratuidad. Dios nos ama por el hecho de ser y no de hacer, es decir, Dios nunca podrá dejarnos de amar y prueba de ello es la libertad, por eso Dios no espera nada de nosotros.

Déjenme repetir esa idea, Dios no espera absolutamente nada de nosotros, sin embargo, nosotros esperamos todo de Él. El esperar todo es porque buscamos la salvación, la cual sólo llega por el amor.

Para el hombre es muy complicado comprender la gratuidad, Dios nos ama gratuitamente, no espera nada de nosotros, Madre Teresa dirá, Dios no quiere que seas exitoso, sino que seas fiel.

Quien comprende la gratuidad, poco a poco comienza a volverse loco, pero cuando hablo de locura hay otro sinónimo, santidad. La santidad hoy en nuestros días es sinónimo de locura porque no se entiende, porque se es diferente, porque quien es santo ama. Cosa curiosa, el santo sabe perfectamente lo que no quiere ser, pero no sabe lo que quiere, sólo le basta el amor de Dios.
Nunca es bastante

Dios cuando sale a nuestro encuentro no se queda con nimiedades, con migajas. Dios busca la plenitud en nuestra vida, por eso encontramos a la totalidad, al Dios del cual nunca es bastante.

Cuando somos conscientes del amor de Dios, la vida no basta para buscar experimentarlo, Francisco, llegó al punto del éxtasis, de la levitación, pero también de la crucifixión.

Francisco se da cuenta de ese Dios insaciable, porque busca el retarte, el obligarte a superarte, a dar más allá de tus fuerzas. Cuando piensas es lo máximo posible a dar, Dios te dice, nunca es bastante. Pero te reta, porque aquello que no quieres, es justo lo que Dios quiere.

Francisco tiene una experiencia, la cual lo marcaría profundamente. La prueba más grande para su amor, eran los leprosos, su incansable Hermano León le preguntó sobre lo que más le costaba en la vida, Francisco respondió los leprosos. Ahí vemos una realidad propuesta por la Madre Teresa, “para que el amor sea verdadero, nos debe costar. Nos debe doler. Nos debe vaciar de nosotros mismos”.

Cuando entró esa noche Francisco a su oración, Dios le exigió besar a un leproso en la boca. Francisco quiso entrar el cólera, porque ya había cambiado reconstruido la iglesia, vivía en pobreza, vivía en sencillez, pero Dios es el nunca es bastante. Al día siguiente corrió para buscar encontrarse con el leproso, en ese tiempo, los leprosos estaban obligados a portar una campanita, para alertar a los demás sobre su presencia. Cuando escuchó esa campanita, Francisco quería correr, huir, pero no habría lugar dónde esconderse del Dios amoroso, quien incendia los corazones de quien ama y de quien se ha sentido amado. Francisco corre pero a besar al leproso, esa misma noche se da cuenta, de a quien ha besado es el mismo Cristo.
El hombre verdadero

Ahí admiramos al hombre verdadero, porque es capaz de superar sus límites por amor. Ahí aquellos quienes están distanciados de Dios, reaccionan ante una nueva realidad, es tiempo de hacer las paces con Dios y la única forma es amando. La invitación a ese hombre verdadero es si te atreves a amar.

Había una vez un hombre, un ermitaño, quien había buscado vivir en la perfección del amor evangélico, cuando muere llega al cielo, toca en el cielo y le dicen quién eres, el responde, yo, entonces se escucha, no hay lugar para ti. Regresa y vuelve a tocar, ¿quién es? Yo, de nuevo le dice no hay lugar para ti y le dijo vete. Entonces la tercera vez, le preguntan, quién eres, pero ahora la respuesta es diferente, es Tú, Señor, eres Tú.

El hombre verdadero, sabe esperar para llegar a ese momento, a la fusión de Dios y el hombre, porque es un instante para la eternidad. Así ese hombre enamorado comenzará a predicar con palabras, de ahí con acciones, para llegar a transformar con su silencio frente a lo sagrado. El hombre ante el misterio calla.

Es así, frente a todo ello, la pedagogía de Dios cobra sentido en su amor, porque nos enseña a sufrir, a resistir, a afrontar, a madurar, a crecer, pero lo más importante a amar. Cuando se ama a Dios, pero lo más importante, me siento amado por Él, ya no hay prueba sin sentido, ya no hay dolor sin consuelo, ya no hay noche sin estrellas, ya no hay día sin milagros.

Así hemos visto y recorrido muchas claves para descubrir el secreto de conocer que Dios te ama, como mencionaba al inicio, con el Cántico de las Creaturas, el cual es una alabanza por todas las cosas a nuestro alrededor.

Francisco lo escribió ya casi al final de su vida, cuando se quedó ciego, cuando fue expulsado de su propia orden, cuando fue desconocido por los suyos. Pero fue cuando era más feliz. Sintiendo cerca la muerte apresuró a su Hermano León para escribir para dar gracias por la hermana muerte, pero nos regala la esperanza de la vida eterna. Así Francisco, muere, en el piso, recargado sobre una piedra, pero con la certeza de San Pablo, “he librado la buena batalla, he defendido la fe”.

El éxito de San Francisco, fue su confianza plena en el Dios de la vida, en quien nunca es bastante, en quien nos motiva e impulsa a dar más de nuestras capacidades, a quien nos ama con locura, quien siempre busca nuestro bien. Es un Dios cercano, un Dios quien quiere entrar en contacto contigo para lograr un encuentro fecundo.


El cántico concluye “alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad”. En lo pequeño y discreto está Dios, en ti encerrado en tu corazón está Dios.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Compartir MESAC del 26 de septiembre de 2013, tercera parte

¡Venga Tu Reino!

Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
¿Quién es?
Introducción

Continuamos nuestro caminar, ahora tendremos otra meditación donde el final de la misma debe ser el poder dar una respuesta a Jesucristo quien nos pregunta, ¿quién dices que soy Yo?
Calentamiento previo



Recuerdan que para meditar realizamos ejercicios de calentamiento, ahora quiero proponerles para ello una oración muy hermosa, la cual escribió San Francisco, quien es el hombre quien más se ha asemejado a Nuestro Señor.

Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.

Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.

Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.

Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad.

Texto Evangélico

Una vez dados los ejercicios de calentamiento, dispongámonos a meditar el texto Evangélico (Mt 16, 13 – 20).

“Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ‘¿Quién dice la gente que soy yo?’. Ellos dijeron: ‘Unos dicen que eres Juan Bautista; otros dicen que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas’.

Jesús les preguntó: ‘Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Simón contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo’. Jesús le respondió: ‘Feliz eres, Simón Bar-Joná, porque no te lo enseñó la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.

Y ahora, yo te digo: Tú eres Pedro, o sea Piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las fuerzas del infierno no la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en los Cielos".
Primera día: una pregunta muy profunda

Ante la realidad de nuestra vida, vienen momentos complicados, vienen dificultades, nuestra fe duda, porque no alcanzamos a tener la fe madura. Jesús se presenta como una novedad.

Jesús sale al paso para hacernos una pregunta fundamental, visualicemos a los discípulos quienes aún no conocen al maestro, ya han convivido mucho con Él pero aún así no han penetrado en la profundidad del amor de Dios.

¿Quién dice la gente que soy Yo? Es una pregunta muy profunda y se la suelta a los discípulos, las respuestas son tan diferentes como personas les pudieron haber hecho.

Las respuestas son tan diversas como la concepción se tiene de la vida, unos decían Juan “el Bautista”, porque quienes lo decían fueron sus discípulos y descubrieron en Juan la figura del profeta que clama en el desierto, quien sería el último profeta antes de Jesús.

Algunos se quedaban en el pasado, con Elías o Jeremías, seguían esperando un nuevo profeta pero no habían visto a la plenitud frente a sus ojos.

Pero aquí el punto central, ¿quién dices tú que soy? Dependiendo la respuesta es la relación que has construido con el Señor, de la forma en la cual quieres relacionarte con Él.

De ahí parte toda una realidad, la forma en la cual describas será incluso la medida de cómo vives tu fe, la intensidad y la calidad de la misma. Esa pregunta desnuda el interior de nuestra alma y sólo debemos responder de la misma forma, con una fe totalmente desnuda.
Segundo punto: Tú eres el Hijo de Dios vivo

La respuesta de Pedro, necesariamente requería la iluminación por parte del Espíritu Santo, porque esa teofanía era producto de una persona llena de fe. No echemos en saco roto la respuesta, porque le dice eres el Hijo de Dios vivo.

Esa es la clave, el Dios vivo, queridos hermanos, hay que hacer nuestra esa realidad, es un Dios vivo, que está constantemente en nosotros, quiere también compartir en nosotros la vida plena, la vida eterna.

Cuando llegamos a una fe madura, seremos capaces de entender esos misterios, pero el primer misterio es ser capaces de comprender las señales de Dios en nuestra vida, las marcas de su paso en nuestra vida, así es cuando seremos capaces de ver la obra del Dios vivo en nosotros.
Tercer punto: la fe se pide de rodillas

La única forma de alcanzar dar una respuesta como la de Pedro, es de rodillas, porque la fe se pide de rodillas, se pide con humildad delante del Señor, si somos MESAC debemos estar unidos en esa oración constante que nos haga dar vida, que nos haga ser portadores de esa buena nueva.


El Señor quiere edificar a través de nosotros su Iglesia, quiere que cada uno de nosotros se convierta en una piedra viva para ser cimiento de quien se acerca a nosotros para dar vida.