Seguimos en nuestras meditaciones sobre el Cielo, en esta
ocasión queremos hacer énfasis en la fe y un punto importante, su relación con
la inmortalidad.
Partamos de la premisa sobre la fe, la cual debe ser la
respuesta al proyecto de Dios para mí. La fe es un don, es una gracia dada por
Dios, no es propio del hombre el tener fe. Con ello podremos asimilar
cuestiones las cuales sobrepasan nuestro intelecto, no las entendemos pero nos
apegamos a ellas.
En el ritual del Bautismo, una de las preguntas clave que se
realizan al iniciar el rito es, ¿qué piden a la Iglesia? La respuesta es el
Bautismo, pero la verdadera pregunta es ¿qué quieren? La respuesta será la vida
eterna.
La fe, nos lleva a aceptar caminos por los cuales no
pudiéramos entender, incluso la misma muerte nos mueve a cuestionarnos la fe.
Es ahí donde podremos experimentar los límites de la fe.
También el comprender la fe en la vida eterna es muy
complicado, porque es una realidad muy lejana, San Ambrosio, “la inmortalidad
es una carga, más que un bien, si no la ilumina la gracia”.
La muerte es un tema molesto de tratar, porque desnuda lo efímero
dentro del tiempo de Dios. Quien tiene fe, la muerte es un regreso a la vida
eterna de donde partió, por ello, la muerte ya no existirá definitivamente,
porque sabemos tendremos la inmortalidad de la vida eterna.
Nuestra respuesta de temor frente a la muerte no lo da la
fe, sino por el contrario, nos da la certeza en la esperanza de no desaparecer,
porque la inmortalidad de la vida eterna nos espera.
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