sábado, 24 de septiembre de 2011

Una educación en la caridad

Hace unos días recordaba la vida de un gran hombre, François-Xavier Nguyen van Thuan, el cual fue encarcelado víctima de persecución política en Saigón, Vietnam, en 1975.
Este gran personaje pasó 13 años de su vida en prisión de los cuales nueve fueron en total aislamiento. Cualquiera en sus zapatos terminaría odiando, maldiciendo su suerte o injuriando; pero él por el contrario, afirmaría sobre su confinamiento, nunca había sido más libre.
Sus guardias durante los primeros años, eran cambiados todos los días por peligro a “ser contaminados”, pero esa supuesta “contaminación” era una educación en la caridad, Don François-Xavier amaba a sus carcelarios.
Por todo eso y muchas cosas más, el 16 de septiembre de 2007 el Papa Benedicto XVI aprobó su causa para ser beatificado, señalando: “el hecho de poder escuchar y hablar con Dios fue para él, en un poderoso aliciente de esperanza… convirtiéndose así en un testigo de esperanza”.
El Cardenal François-Xavier Nguyen van Thuan aprendió a amar a Dios desde la cruz, desde la única perspectiva posible del amor, la de Cristo crucificado. Unido a Cristo en la cruz, fue capaz de en verdad transmitir una educación en la caridad, porque no amonestaba, orientaba, no humillaba, acompañaba, no agredía, compartía; pero lo más importante amaba a toda persona a su alrededor, aún cuando le proferían el mal.
En esa prisión comprendió grandes verdades de fe, las cuales nos transmitió y quiero compartirlas expresándolas en nuestras palabras:
·         Lo más importante es vivir el momento presente, cada instante es un regalo, cada segundo es vital, no se puede perder. Si estamos en el presente de Dios, el futuro estará en manos de la providencia.
·         Es un gran reto amar a Dios y no a sus obras, es decir, podemos pasar la vida haciendo grandes obras de Dios, pero no lo amamos a Él. Dios obra con nosotros o a pesar de nosotros.
·         La gran fuerza para ser fiel es la oración, sin ella es imposible lograr el encuentro con Dios, porque de ahí partirá el encuentro con el hermano.
·         Pero el secreto es la Eucaristía para en verdad ser agente de transformación del mundo. Ser sagrario viviente es tener a Cristo dentro, para que viva, trabaje y ore en mí.
·         De los anteriores vamos a encontrar que un arma fundamental para este mundo es el amor. Amor hasta que duela y sin esperar nada a cambio. Pero formar en el amor.
·         Una gran compañera es María, porque bajo su amparo es quien guía nuestros pasos y nos acompaña en el camino.
Si logramos cumplir al menos uno, participaremos de la revolución más grande y que el Cardenal van Thuan encabezó en Vietnam, la del amor.

domingo, 18 de septiembre de 2011

¿Cuánto es suficiente?

Seguimos el camino del Ciclo Litúrgico, hemos llegado al XXV Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 20, 1 – 16a).
“Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos"”.

Como hemos mencionado, la pedagogía del Señor nos permite profundizar las enseñanzas las cuales de otra forma no serían asimiladas. Ahora presenta dos enseñanzas muy importantes.
La primera hace referencia a la necesidad de enviar obreros a la viña, porque el trabajo es abundante, hoy es fundamental hacer llegar el mensaje de la Buena Nueva a todos los hombres.
Jesús llama a cada uno según sus tiempos, según sus necesidades y proyectos. Pero no deja a nadie sin ser llamado, porque respeta el tiempo para dar una respuesta libre de cada uno. Por eso invita a unos a horas más tempranas y a otros a horas más tardías. Lo más curioso es que a todos da la misma recompensa y a todos según lo justo.
Ahí radica la segunda enseñanza de hoy, el hecho de aceptar y agradecer los dones dados, no desear los bienes ajenos y saber alegrarnos de los triunfos de los otros. Por tanto, en tres palabras, no ser envidioso.
La envidia va trasminando el alma y la convierte en un ser codicioso y avaricioso, incapaz de sentir alegría por el prójimo al grado de llegar a desearle el mal. Es incluso feliz con la desgracia del otro, cuando tiene contrariedades o en su mente, es inferior a él.
Muchas personas preguntan en estos días, ¿cuánto es suficiente? Esa respuesta es muy complicada y la misma depende de dónde tengan su tesoro, si creen en los bienes terrenos la respuesta será nunca. Si su tesoro está en los bienes eternos, la respuesta es sencilla, nunca, porque no es posible agotar a Cristo y a la Verdad.
Ser agradecidos es un don, porque recibimos muchas gracias de las cuales no somos ni siquiera conscientes, el vivir en ese espíritu nos permite encontrar al otro y alegrarme con él, compartir con él y crecer con el otro.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Un año

Hace unos días cumplimos el primer aniversario de este espacio, “no, cómo no”. Ha sido un periodo de mucho crecimiento y de compartir diversos aspectos de la realidad desde nuestra perspectiva.
Ahora no nos es posible publicar y compartir tan frecuentemente como antes, pero sigue siendo y será un espacio para transmitir puntos de vista y experiencias de la vida cotidiana.
Hoy a un año de distancia recordamos el ideal con el cual salimos al aire y nuestra línea editorial, así como el objetivo al hacerlo. El “no, cómo no” debe seguir siendo un grito de batalla para seguir creciendo y continuar desarrollándonos.
Es justo agradecer a todos quienes han contribuido a este espacio, a quienes nos han hecho el favor de leernos, comentarnos o seguirnos.
Aunque parezca una negación, es una afirmación. Es el sentir de las personas emprendedoras, seguras, firmes, dinámicas para las que el “no”, es una palabra ausente en su vocabulario. Para quienes la única forma de salir adelante es el trabajo arduo, cotidiano, honesto. Para quienes buscan construir y no destruir, dialogar y no confrontar. Para quienes han encontrado la verdadera libertad que sólo es posible si se vive con paz interior.
¡Muchas gracias!

domingo, 11 de septiembre de 2011

Enséñanos a perdonar

La pedagogía catequética de Jesús nos lleva por caminos inusitados e inexplorados para nosotros, en el XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 18, 21 – 35), tenemos un gran reto.
“Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos"”.
¿Cuántas veces tendré que perdonar? Esa es la pregunta de un mundo cada vez más violento, más hostil, más alejado de Dios. Es una cuestión totalmente válida, por qué tengo que perdonar si me han hecho daño.
Yo creo que hoy la pregunta debe ir mucho más allá, ¿cómo puedo perdonar? Esa respuesta sólo tiene sentido en Jesús crucificado, porque es quien nos da las pautas para encontrar la verdadera paz, la cual brota del corazón. El perdón por tanto, se vuelve el arma más poderosa y por eso es tan temida, porque el perdón me libera.
Es nuestra petición de hoy: enséñanos a perdonar.

Por los caminos del perdón

En verdad es muy difícil aprender a perdonar, pero es, porque no sabemos cómo. El perdón es un proceso, necesitamos avanzar por los caminos del perdón y la reconciliación.
El rencor y el odio nos hacen presa de la persona o de las cosas, porque no hemos podido soltar su yugo que nos hace esclavos. Seguimos enfrascados en situaciones las cuales no nos permiten caminar, avanzar y madurar.
No perdamos de vista, perdonar no es borrar el pasado y mucho menos modificarlo, pero sí puede transformar el futuro. Ahí radica su importancia y su poder, por eso es una de las más grandes armas con las cuales contamos.
Si decimos que es proceso, aquí están cuatro pasos muy sencillos:
Admitir nuestro dolor, este paso es sobrevalorado y sobreestimado, no se puede perdonar si no asumo que estoy dolido. No disculpes rápidamente, te han hecho daño y es necesario asumirlo.
Segundo paso, es necesario establecer una distancia prudente o saludable, justo aquí es donde me libero del yugo del otro, porque ya no lo estoy recordando y reviviendo, transformo mi cólera en energía que me favorezca.
El siguiente movimiento, valorar objetivamente lo sucedido, sin juicios, consideraciones, afectividades, para así darle una justa dimensión.
Por último, me libero del poder del otro, así es, así fue y no lo podré cambiar. Pero sí transformar la forma en la cual yo quiero vivir con calidad.
Es una tarea complicada, pero basta con el querer comenzar y darse cuenta que nada, ni nadie vale tanto la pena para amargarme la vida.