XXX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 9 – 14) se acerca
el fin del Ciclo Litúrgico, pero para prepararnos, analicemos nuestra postura
delante de Dios.
“Y refiriéndose
a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también
esta parábola:
"Dos
hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El
fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los
demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese
publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis
entradas'.
En cambio el
publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los
ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad
de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro
que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo
el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
La tentación del católico es ser un católico fariseo, es
decir, aquel quien se atreve a mirar de arriba abajo a sus semejantes, incluso
a juzgar, señalar, acusar, calumniar e incluso a juzgar.
Se presentan a sí mismos como ejemplo de moralidad y
rectitud, les gusta ser alabados y ocupar los lugares de honor y si por ellos
fuera, harían de lado al Papa Francisco. Pero delante de Dios quieren atreverse
incluso a dar su opinión y creer es mejor y superior. Su frase favorita es esa,
“gracias porque no soy como esos”.
Triste noticia les tendremos, están muy alejados del cielo,
de la vida eterna, porque Dios no es lo que busca, quiere la humildad de
quienes como el publicano no somos capaces si quiera de levantar los ojos para
ver al Señor Crucificado porque nos duelen nuestros pecados, nos duele un
pasado el cual lo ponemos en sus manos.
Los católicos publicanos sabemos perfectamente, no somos
mejores ni peores que otros, no hacemos comparaciones porque no sabemos los
procesos internos de los demás, por el contrario, nos mostramos comprensivos y
misericordiosos, porque el mismo Dios ha sido y es muy paciente con nosotros.
Nos golpeamos el pecho porque sentimos el peso de nuestras
decisiones, muchas agradaron a Dios, muchas no, con nuestra vida hemos
comenzado a construir o el cielo o el infierno desde ahora. Sentimos el peso de
la libertad en nuestros hombros, porque nuestras decisiones marcarán la vida
eterna.
Importante tener esa actitud delante de Dios, se ser como
soy, de la forma en la cual me ha creado, porque así me quiere, así me quiso,
así me querrá. Nada como vivir en la humildad aceptando quien soy y tener la
conciencia de mi creador, frente a quien delante de Él, no soy nada.
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