lunes, 26 de noviembre de 2012

Compartir Rectoría San Jósé 17 de noviembre de 2012


¡Venga Tu Reino!
 
Adolfo Ruiz Guzmán
17 de noviembre del 2012
Rectoría San José
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El secreto de conocer que Dios te ama

Introducción

 
Siempre es muy grato el encontrarme             en la Rectoría San José, porque es una gran oportunidad para intercambiar experiencias en nuestro caminar, también es para mí motivo de gran alegría el compartir las razones de mi esperanza (Cfr. 1 Pe 3, 15).
 
Estas reflexiones también nos invitarán a profundizar nuestra vivencia del Año de la Fe, decretado por S.S. el Papa Benedicto XVI. Es por tanto, la importancia de vivir la fe, la cual nos permite alcanzar a descubrir el secreto de conocer que Dios te ama.
 
En este Año de la Fe debemos atrevernos a ir a más, a darnos la oportunidad del encuentro con Dios. Un pensador afirmaba, “el puente hacia Dios es tan antiguo que ya nadie se atreve a cruzarlo” (David Aldeguer Martinez), hoy me gustaría decirle, te has equivocado porque hoy queremos iniciar a cruzarlo. Porque el amor de Dios me mueve a buscarle, pero más aún, a amarle.
 
Quisiera empezar con una oración, para dar pauta al encuentro buscado con Dios, es una hermosa oración del único hombre quien más se ha asemejado a Cristo, San Francisco de Asís.
 


Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
 
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
 
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
 
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
 
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
 
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
 
Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.
 
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
 
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
 
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
 
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
 
Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.
 
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad.


 

1. Claves para encontrar el secreto del amor de Dios


 

El cántico de las criaturas nos brinda claves para encontrar el secreto de conocer que Dios te ama. Pero más aún, la posibilidad de entrar en encuentro personalísimo con Él, a partir del cual la vida se transforma, la vida nunca será bastante para buscar estar con Dios.

 

Francisco previo a su encuentro con Dios, se dedicaba a desperdiciar su vida, a derrochar sin aprender a valorar las cosas sencillas de la vida, porque todo lo veía o lo daba por sentado.

 

Las cosas sencillas de la vida, nos permiten ir cobrando las dimensiones de ese gran amor de Dios por nosotros. Francisco escribe y dicta su Cántico al Hermano León previo a su encuentro con el Señor y es una oda a la grandeza escondida en la pequeñez.

Cuando perdemos esa perspectiva de la grandeza oculta en lo pequeño, recordamos a aquél mendigo quien comía de las migajas las cuales caían de la mesa de un acaudalado quien para él no significaba nada, pero para el necesitado eran todo.

 

El evangelio, siempre va a privilegiar el encuentro sencillo y profundo, Jesús exclamará: “te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11, 25). Porque ahí es donde comprendemos ese misterio, necesitamos vaciarnos de nosotros mismos para permitirle a Cristo llenarnos por completo, porque se convierte en nuestro todo.

 

Para iniciar el encuentro, requerimos un punto de partida, ahí encontramos una clave. El mérito del cristiano radica en su capacidad de levantarse de las caídas, porque ha aprendido una certeza, “mientras más bajo es el punto de partida, más alto será su elevación”. Por eso el Padre Francisco dirá: “a ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte”.

 

El hombre descubre, dentro de su indignidad, la nobleza y dignidad de Dios, porque es Dios mismo quien habita en él, pero no sólo eso, le ama. Es tan grande el amor de Dios porque es el único quien permite una relación personal con Él y nos da esa oportunidad por su Hijo, el cual nos dice, para referirnos a Él, basta con decirle Padre.

2. ¿Cuál es tu camino?


 

Cuando Francisco comienza el tránsito hacia su conversión, tiene experiencias cada vez más fuertes con ese Padre amoroso, encontrará en su camino a su gran compañero, al Hermano León, quien le hará una pregunta fundamental. Si bien es cierto, buscas a Dios, pero cada quien debe encontrar un camino para ello, ¿cuál es el tuyo?

 

Sí, hay muchas experiencias y muchos caminos andados, un principio filosófico afirma, es imposible hacer juicios por otros. El único capaz de tener una experiencia de Dios y de su amor, eres tú, porque es un Dios personal. Porque cada hombre, aún no deseándolo, negándolo o renegando, lo lleva escondido en lo más profundo de su piel, de su corazón, es el mismo Dios quien grita dentro de ti, para decirte, ¡te amo! Jesús nos dijo, “yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”

 

El camino debe recorrerse poco a poco, paso a paso, pero eso sí, es un camino progresivo, el cual no admite retroceso. Jesús siempre nos invita a dar ese paso, es uno decisivo pero fundamental, aprender a caminar en la fe, Jim Elliot dice: “la voluntad de Dios no te llevará a donde su gracia no te proteja”.

 

Conforme Francisco encontraba almas, las transformaba por su testimonio y así se acercaron poco a poco sus primeros cofundadores, daban el paso para abrazar el proyecto de Dios en su vida. Los alentaba el valor y la confianza de Francisco, porque aprendieron rápidamente a encontrar la frase en la Sagrada Escritura repetida 365 veces, “no tengan miedo”.

 

Con esa confianza encontraremos el camino, porque primero por la fe, seremos capaces de hacer las cosas fáciles, luego poco a poco, las grandes y así las imposibles. El amor es la meta, es el destino y es la razón de nuestra existencia.

3. El problema de la gratuidad


 

Aquí encontraremos una de las cosas más grandes de Dios. El problema de la gratuidad. Dios nos ama por el hecho de ser y no de hacer, es decir, Dios nunca podrá dejarnos de amar y prueba de ello es la libertad, por eso Dios no espera nada de nosotros.

 

Déjenme repetir esa idea, Dios no espera absolutamente nada de nosotros, sin embargo, nosotros esperamos todo de Él. El esperar todo es porque buscamos la salvación, la cual sólo llega por el amor.

 

Para el hombre es muy complicado comprender la gratuidad, Dios nos ama gratuitamente, no espera nada de nosotros, Madre Teresa dirá, Dios no quiere que seas exitoso, sino que seas fiel.

 

Quien comprende la gratuidad, poco a poco comienza a volverse loco, pero cuando hablo de locura hay otro sinónimo, santidad. La santidad hoy en nuestros días es sinónimo de locura porque no se entiende, porque se es diferente, porque quien es santo ama. Cosa curiosa, el santo sabe perfectamente lo que no quiere ser, pero no sabe lo que quiere, sólo le basta el amor de Dios.

4. Nunca es bastante


 

Dios cuando sale a nuestro encuentro no se queda con nimiedades, con migajas. Dios busca la plenitud en nuestra vida, por eso encontramos a la totalidad, al Dios del cual nunca es bastante.

Cuando somos conscientes del amor de Dios, la vida no basta para buscar experimentarlo, Francisco, llegó al punto del éxtasis, de la levitación, pero también de la crucifixión.

 

Francisco se da cuenta de ese Dios insaciable, porque busca el retarte, el obligarte a superarte, a dar más allá de tus fuerzas. Cuando piensas es lo máximo posible a dar, Dios te dice, nunca es bastante. Pero te reta, porque aquello que no quieres, es justo lo que Dios quiere.

 

Francisco tiene una experiencia, la cual lo marcaría profundamente. La prueba más grande para su amor, eran los leprosos, su incansable Hermano León le preguntó sobre lo que más le costaba en la vida, Francisco respondió los leprosos. Ahí vemos una realidad propuesta por la Madre Teresa, “para que el amor sea verdadero, nos debe costar. Nos debe doler. Nos debe vaciar de nosotros mismos”.

 

Cuando entró esa noche Francisco a su oración, Dios le exigió besar a un leproso en la boca. Francisco quiso entrar el cólera, porque ya había cambiado reconstruido la iglesia, vivía en pobreza, vivía en sencillez, pero Dios es el nunca es bastante. Al día siguiente corrió para buscar encontrarse con el leproso, en ese tiempo, los leprosos estaban obligados a portar una campanita, para alertar a los demás sobre su presencia. Cuando escuchó esa campanita, Francisco quería correr, huir, pero no habría lugar dónde esconderse del Dios amoroso, quien incendia los corazones de quien ama y de quien se ha sentido amado. Francisco corre pero a besar al leproso, esa misma noche se da cuenta, de a quien ha besado es el mismo Cristo.

5. El hombre verdadero


 

Ahí admiramos al hombre verdadero, porque es capaz de superar sus límites por amor. Ahí aquellos quienes están distanciados de Dios, reaccionan ante una nueva realidad, es tiempo de hacer las paces con Dios y la única forma es amando. La invitación a ese hombre verdadero es si te atreves a amar.

 

Había una vez un hombre, un ermitaño, quien había buscado vivir en la perfección del amor evangélico, cuando muere llega al cielo, toca en el cielo y le dicen quién eres, el responde, yo, entonces se escucha, no hay lugar para ti. Regresa y vuelve a tocar, ¿quién es? Yo, de nuevo le dice no hay lugar para ti y le dijo vete. Entonces la tercera vez, le preguntan, quién eres, pero ahora la respuesta es diferente, es Tú, Señor, eres Tú.

 

El hombre verdadero, sabe esperar para llegar a ese momento, a la fusión de Dios y el hombre, porque es un instante para la eternidad. Así ese hombre enamorado comenzará a predicar con palabras, de ahí con acciones, para llegar a transformar con su silencio frente a lo sagrado. El hombre ante el misterio calla.

 

Es así, frente a todo ello, la pedagogía de Dios cobra sentido en su amor, porque nos enseña a sufrir, a resistir, a afrontar, a madurar, a crecer, pero lo más importante a amar. Cuando se ama a Dios, pero lo más importante, me siento amado por Él, ya no hay prueba sin sentido, ya no hay dolor sin consuelo, ya no hay noche sin estrellas, ya no hay día sin milagros.

 

Así hemos visto y recorrido muchas claves para descubrir el secreto de conocer que Dios te ama, como mencionaba al inicio, con el Cántico de las Creaturas, el cual es una alabanza por todas las cosas a nuestro alrededor.

 

Francisco lo escribió ya casi al final de su vida, cuando se quedó ciego, cuando fue expulsado de su propia orden, cuando fue desconocido por los suyos. Pero fue cuando era más feliz. Sintiendo cerca la muerte apresuró a su Hermano León para escribir para dar gracias por la hermana muerte, pero nos regala la esperanza de la vida eterna. Así Francisco, muere, en el piso, recargado sobre una piedra, pero con la certeza de San Pablo, “he librado la buena batalla, he defendido la fe”.

 

El éxito de San Francisco, fue su confianza plena en el Dios de la vida, en quien nunca es bastante, en quien nos motiva e impulsa a dar más de nuestras capacidades, a quien nos ama con locura, quien siempre busca nuestro bien. Es un Dios cercano, un Dios quien quiere entrar en contacto contigo para lograr un encuentro fecundo.

 

El cántico concluye “alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad”. En lo pequeño y discreto está Dios, en ti encerrado en tu corazón está Dios.

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