Las palabras de Jesús en las bienaventuranzas reflejan el
sentido del mundo moderno, porque hablan de la realidad, del acontecer, pero lo
más importante, llegan al anhelo más profundo del ser humano, el ser feliz. La
cuarta bienaventuranza: “bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia, porque serán saciados”.
Hoy el sentido de justicia se ha tergiversado, se ha perdido
la esencia del concepto, porque vemos cada vez más una serie injusticias, las
cuales gritan a lo más profundo der ser. La palabra ha perdido su valor, para
dar paso sólo a lo legal, a lo jurídico, como única fuente de certeza. Se
cometen errores, se buscan culpables, pero no se busca aprender de ellos o
responsabilizarse. Se percibe un sentimiento de impotencia frente a la
posibilidad de auxiliar a los débiles y desprotegidos.
El ser humano busca la verdadera justicia, donde exista la
equidad, porque donde existe la justicia, puede vivirse en paz. Jesús cuestiona
a cada uno sobre la forma en la cual se imparte justicia, desde los poderosos
hasta los más sencillos. Para los judíos el ser justo es quien vive de acuerdo
a la voluntad de Dios, para los griegos, la justicia abre las otras tres
virtudes cardinales.
Es por ello la importancia de comprender sobre el origen de
la justicia, porque primero debo hacerme justicia a mí mismo para poder vivir
de un modo justo y recto, así es cuando puedo ser justo con los demás.
Platón en su análisis de las virtudes, define a la justicia
como la virtud según la cual cada uno hace lo que le corresponde hacer según su
esencia, como ser humano y en el papel dentro de la sociedad.
Entonces podemos afirmar, la justicia parte de uno, porque
afirma el hecho de comprender la necesidad de cobrar conciencia del presente,
de tus acciones, de hacer tu labor, por eso Jesús les dirá bienaventurados a
quien tiene la sensibilidad de lo correcto en cada momento y circunstancia de
la vida.
Dios actúa sin un porqué, el justo obrará igual a su
Creador, sin un porqué, debido a que busca hacer la voluntad de Dios, confía en
Él, en su providencia, más que en sí mismo. Dios lo lleva a la paz de saberse
justo en su obrar.
El primer paso para llegar a esta meta es, ser justos con
nosotros mismos, con quien somos. Lo siguiente se dará casi por añadidura, ser
justos con los demás. El ya aspirar a la justicia nos hace felices, porque
tenemos la certeza del combate justo y por un noble ideal.
Y llegará el momento, sin darnos cuenta, cuando Dios nos
sacie por esa continua búsqueda de aspirar a la justicia.
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