sábado, 9 de octubre de 2010

El presente como resultado del pasado y cimiento del futuro

Hemos seguido con el esquema para poder encontrar el rumbo en nuestras vidas, es por ello, en esa línea a seguir donde debemos comprender lo que algunos autores llaman, nuestra “historia personal”.
En esa historia personal es donde se ha plasmado el “misterio” (como recordamos así el P. Cencini lo ha nombrado), es ahí, donde se encuentra la esencia de la vocación, a pesar de cualquier esfuerzo por ignorarla o rechazarla, sigue latente y presente. Punta de lanza para escavar en nosotros, es  el proceso realizado anteriormente, consistente en la formulación de preguntas para así, discernir el misterio.
La historia como diría magistralmente Cicerón es, “vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis” (testigo del tiempo, luz de la verdad, memoria de la vida, maestra de la vida y mensajera de la antigüedad)
Testigo del tiempo, porque ha presenciado la forma en la que las personas buscamos la identidad conforme vamos madurando, pero no siempre es tan visible o tan sencillo de identificar, lo que ha generado contrariedades y obstáculos para la interpretación del misterio.
Lux veritatis (luz de la verdad), nos brinda la posibilidad de comprender la verdad plasmada en el misterio. Brinda elementos clave para poder descubrir nuestra vocación a lo largo de nuestra vida, muchas veces escondida en el pasado y en determinados sucesos de ella.
Quisiera hacer énfasis en este punto, porque están determinados nuestras relaciones afectivas, nuestras capacidades intelectuales y escolares, problemas, oportunidades, anhelos, deseos, expectativas, limitantes, potencialidades, etc. Es también, confrontar, nuestras luces y sombras, arrojando un resultado para permitir analizar el porqué de nuestra incapacidad para decidir y tomar las riendas de nuestra vida. Esta experiencia por más dolorosa, permite encontrar los puntos centrales a trabajar y aquéllos en los que somos fuertes, cimiento para nuestro cometido.
De las preguntas que realizamos, depende el éxito de aprender a vivir. Si es memoria de la vida, la historia permite al hombre comprenderse a sí mismo para trabajar en sí para madurar y así, tomar conciencia de su responsabilidad al ser protagonista de la misma. Ser persona y no personaje. El hombre puede así, entrar en contacto con el misterio y así descubrir su vocación y luchar por ella, teniendo en cuenta la premisa, por cada decisión, hay una renuncia, pero al final debe optar por su felicidad. Cada persona es responsable de su felicidad, nadie más.
La historia entendida en lo anterior, es la forma para convertirla en maestra de la vida. Todo lo vivido ha permitido moldear la persona actual, el pasado necesita comprenderse y saberse interpretar para así resolver muchos asuntos no resueltos, grabados en el inconsciente.
Cuando somos niños y estamos aprendiendo a andar en bicicleta, tuvimos caídas, pero la única forma de perfeccionar era justo eso, levantarse y volverse a subir, aún a pesar de las constantes caídas, raspones y lastimaduras, ello nos hizo más fuertes y seguros; pero lo más importante era la firme decisión de hacerlo. No importó el tiempo, lo logramos, dominamos la bicicleta.
Todo ello, lo experimentado, hace eco y se convierte en mensajera de la antigüedad, porque nos permitió darnos cuenta de la importancia de las decisiones tomadas y no existe un reto tan complicado que sea insondable. La vida sólo es una, la responsabilidad de ella es nuestra, no podemos echar la culpa de nuestros errores o de nuestras indecisiones, la característica principal del hombre es su capacidad para tomar decisiones y respaldarlas.
Gary Herbert resume de manera magistral esta actitud, “¿si no hoy, cuándo?

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