miércoles, 8 de septiembre de 2010

En busca de la paz interior (I)

A lo largo de la vida de los hombres, nos dedicamos a encontrarnos, buscamos sin cesar el sentido de la vida, pero es fundamental partir de la premisa que hay que encontrar nuestra paz interior.


¿Qué es la paz interior? Es el momento en que encuentras refugio, donde a pesar de la peor de las tormentas está la tranquilidad del ojo del huracán. No es tarea fácil, no en sencillo, requiere un gran ejercicio de introspección, de sanación, pero lo más importante de aceptación.

Hay que partir del encuentro con nuestro equilibrio interior, Aristóteles señalaba que el equilibrio es la virtud, que es el arte de vivir en el medio. Si requerimos la introspección hay que comenzar a despojarnos de todo aquello que no nos corresponde, para asumir lo que en verdad somos.

Comienza quitándote tus títulos, tus estudios, tus honores y seguridades, y ahí es dónde comenzarás a vislumbrar lo que en verdad eres. Es un camino arduo, de dolor, porque encontrarás heridas que necesitan sanar y cicatrizar, mismas que no te han permitido crecer. Tira el “hubiera”, enfrenta tu pasado para poder reconciliarte con esos aspectos que llevas cargando a cuestas y que no te permiten liberarte.

Has comenzado a vivir en la libertad y alcanzas a contemplar el equilibrio interior que es nuestro objetivo. Sana, sutura, limpia lo que es necesario. Nada es por casualidad, es por causalidad (todo es causa de otra cosa). Elimina y emprende una limpieza a todo tu corazón, encontrarás áreas o aspectos no descubiertos y que te permitirán alcanzar nuestro ideal.

Sócrates decía, conócete a ti mismo y témete a ti mismo, pero no como miedo, sino como respeto, descubre el potencial que llevas dentro y transfórmalo en la fuerza vital que te permita seguir en la lucha.

Un punto importante es que lo más importante es lo que estás haciendo en este preciso instante, el presente es un regalo efímero, el pasado ya está atrás. Cuando encuentras el equilibrio, te das cuenta que es necesario tener la fuerza suficiente para aceptar aquello que no puedes cambiar, pero también la fuerza para cambiar aquello que sí puedes y que está en ti.

Una vez que has entrado en sintonía con estos episodios de tu vida, acepta que son parte esencial de ti, que para bien o para mal, marcaron tu vida. Acéptate, respétate y ámate. El aceptarte no es tarea sencilla, porque implican todas tus luces y sombras, lo que eres, en la condición en la que estás y en el momento actual. Es reconocer que así soy y que puedo ser feliz, implica otro reto al ver todas aquellas cosas que podría mejorar.

El respeto, requiere de un trabajo constante, hay infinidad de actitudes que te demostrarían el cómo no te respetas que te sorprenderías. El objetivo es ser siempre fiel a ti mismo.

De la aceptación, del respeto surge el amor. Este proceso, es más palpable en las relaciones humanas en cualquiera de sus formas. Acepto, respeto, amo. El amor a uno mismo, en grado exacerbado se confunde con egoísmo o narcicismo, pero también lo contrario es un apocado, acomplejado, la virtud es el amor. Pero el amor como expresión de la voluntad. Valoro, aprecio la persona que soy, en primer lugar porque soy persona y porque existo, voy asumiendo mi identidad y me amo. Por ello soy ecuánime.

Uno de los más grandes teólogos de la actualidad, Anselm Grüm, nos comparte una serie de reflexiones sobre cómo encontrar nuestro equilibrio interior, para así forjar nuestra paz interior. Inspirados en el fraile benedictino, comenzaremos esta serie de reflexiones sobre cómo encontrar nuestra paz interior.

Como primer acercamiento, entender que la vida está llena de aprendizajes y como dice San Benito, hay que ejercitarnos en el “ars spiritualis”. La ecuanimidad como mencionábamos es fruto de la paz interior, pero para llegar a ella hay que aprender un arte espiritual. Nuestro campo de entrenamiento es la vida misma, lo cotidiano, lo cercano e inmediato.

De ahí que deducimos, sé un hombre de encuentro, abierto a la realidad que te rodea, pero no pierdas tu individualidad (tu yo).

Déjate sorprender por todo lo que se te puede presentar en tu vida, lo más maravilloso es el poder de asombro, como cuando los niños descubren algo nuevo o cuando con gran ilusión o alegría escriben a los Reyes Magos.

El poder de asombro permite descubrir nuevas cosas en las ordinarias, en lo cotidiano, nos brinda nuevos bríos y nuevos motivos por los cuales hacer nuestras labores. Como dice Nietzsche, quien encuentra un por qué para vivir, encontrará el cómo.

Sorpréndete del poder de escucha, aprende de todo aquello que se te presente. Atento con el mal del criticón, que no es lo mismo que la crítica. Sé tolerante, respetuoso y ten en cuenta que las opiniones de los otros también son valiosas.

De ahí que sea tan importante el encuentro, el diálogo que debe siempre de privilegiarse. Te enriquecerás de los demás, por eso hay que estar abiertos.

Pero eso sí, no pierdas tu individualidad, forma tu criterio y sé firme en lo que crees. El que seas un hombre de encuentro y con gran apertura, no significa que seas veleta. Marca tus límites para evitar que puedas perder tu rumbo o tu individualidad. Cada uno es un gran tesoro y es importante que te lo creas.

Aprovecha aquello que sirva para tu crecimiento, desarrollo y madurez, desecha lo que no sirve, pero escucha. Cuando aprendas a vivir así, la vida transcurrirá y fluirá y comenzarás a sentir esa paz interior.

Cuando experimentas esa paz, harás hasta lo imposible para luchar por ella y no permitirás que nada ni nadie te la arrebate.

La próxima semana comentaremos otro aspecto para ir en busca de la paz interior.

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