domingo, 19 de septiembre de 2010

25 años del despertar de México

Septiembre 19 de 1985, 7:19 horas, la Ciudad de México comenzaba a despertar para entrar en una terrible pesadilla. Un sismo de 8.1° en la escala de Richter sacudió al Distrito Federal, dos minutos fueron suficientes para causar el caos y los más grandes destrozos de los que se tenga memoria en esta Ciudad. Se habla que las víctimas fueron entre 6,000 y 7,000 personas y un sinnúmero de daños.
Es difícil que las personas, con uso de razón,  no recuerden el lugar preciso donde se encontraban ese día y a esa hora. Muchas de ellas, tienen trágicos recuerdos, porque perderían seres queridos, en el menor de los casos sus patrimonios; otras tienen recuerdos milagrosos porque dentro de los escombros encontraron a sus familiares y amigos.
Lo que se contemplaba posteriormente al terremoto, fue similar como si la Ciudad de México hubiese sido bombardeada. Los gritos de desesperación, las ambulancias, los teléfonos desconectados, la televisión (Televisa) fuera del aire. Privaba la desinformación, la desolación y la inquietud.
Se acercan los primeros héroes anónimos para rescatar a los que más pudiesen, la sociedad civil despertaba ante la incompetencia del Gobierno que se vio superada por la crisis y la indecisión del presidente Miguel de la Madrid.
Por primera vez, se habla de que en México existe la sociedad civil, que se puede organizar y que es capaz de transformar la peor de las realidades. En 1985 lo demostró, no sólo a ella misma, sino al mundo. Escenas de entrega y generosidad eran lo común, perfectos extraños, ayudándose entre sí.
México despertó a raíz de esa desgracia, fue un parte aguas en la historia, es una fecha agridulce, por la desgracia que representó en vidas humanas, pero es motivo de esperanza porque los mexicanos nos demostramos que unidos podemos vencer a la peor de las adversidades y México se levantó dentro de los escombros para decir, aquí estamos y estamos en la lucha.
Recordemos a los que se fueron, honremos a los héroes que lucharon a cada instante para que otros vivieran.

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