sábado, 18 de septiembre de 2010

El hombre se debe a la familia

La Antropología Filosófica recuerda que el primer grupo de pertenencia al que se circunscribe un hombre es la familia. A ella pertenece de forma natural, de ello también depende el siguiente paso de la madurez que es la incorporación del hombre al próximo estrato, la sociedad.
Es así que el núcleo familiar se transforma en la primera escuela de aprendizaje y desarrollo. Es donde se siembran y cosechan los valores, los ideales y las convicciones. Es ahí también, donde se establece un factor fundamental para los hombres, el encuentro. El encuentro con los demás que parte de la experiencia del contacto personal. Comenzaremos una serie que mencione esos principales aspectos que deben reinar en la familia.
En una familia se debe privilegiar ese contacto, ese encuentro para así tender a la plenitud. Ahora bien, no es culpa del seno familiar que no exista ese dialogo personal, muchas veces es fruto de un bache, de un estancamiento o situaciones no ocupadas, pues recordemos que aquello que no es asumido, no es redimido.
Por ello, dentro de la familia deben encontrase actitudes o ejes fundamentales para poder privilegiar en diálogo y el encuentro. Un primer aspecto es que se debe aprender a vivir en libertad.
Dice un dicho, cada uno, es cada uno, por ese principio se debe buscar vivir en la libertad de maniobra que sólo se consigue en la familia. Es el primer nicho, nuestro espacio vital donde nos sentimos seguros, acogidos, respetados, valorados, aceptados y amados. Eso no implica que no se busque el bienestar de los seres queridos, que muchas veces por el mismo amor, demanda la verdad.
La segunda arista es justo esa, la verdad. Sólo si se vive en la libertad es que se tiene el entorno privilegiado para que la verdad fluya, para que el ambiente permita un diálogo franco y sincero.
La verdad viene acompañada de una virtud que se ha tergiversado su verdadera dimensión, que es la humildad. Dice Madre Teresa, que la humildad es la verdad, eso quiere decir que es lo que es. La humildad no es en sentido materia, sino de espíritu. Una alma humilde siempre es bien recibida, se busca su cercanía, su consejo, su compañía, le es grato a todo el mundo porque proyecta paz y justo esa mansedumbre de su espíritu.
En la familia es vital porque la humildad privilegia el diálogo, no confronta, busca acuerdos, aprende de los demás, escucha. No impone su criterio, ni se atreve a juzgar, ni a emitir juicios temerarios.
Qué importante es valorar la dimensión de la familia con eje, núcleo y centro de la sociedad. Hoy quieren atacar esa estructura, columna vertebral de la sociedad, buscando terminar con ella. Siendo que el hombre se debe a la familia.
En esta semana, tenemos grandes tareas para defender nuestra familia practicando estas pequeñas aristas para una familia unida e integrada, el encuentro, la libertad y la humildad.

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