jueves, 9 de septiembre de 2010

Paciencia y vida interior

Paciencia y vida interior es una frase que a menudo mis más cercanos me escuchan decir, misma que yo aprendí de un sacerdote.

Paciencia es una virtud que se cultiva, que se trabaja todos los días, en cada momento, que requiere de un gran esfuerzo, porque es tan sencillo abandonarla y ser presa de la desesperanza.

En publicaciones anteriores, hablaba del problema que enfrenta la juventud en estos días por el sin sentido de la vida, eso es reflejo justo de lo anterior, de la desesperanza.

Paciencia es fruto de la ecuanimidad, porque permite dimensionar las cosas en su punto medio. La paciencia no sólo se refleja en la tolerancia, se refleja en las actitudes que en muchas ocasiones reflejan las prisas y carreras de las que somos sujetos.

No sé si se han encontrado con personas que no pueden dejar quietas sus extremidades (brazos o piernas), o que mueven los dedos mientras intercambiamos opiniones, o qué tal cuando estamos expresando algo, nuestro interlocutor con su lenguaje corporal refleja su impaciencia por que terminemos. Hombres que arden en deseos por llegar a su destino sin disfrutar el camino que se tiene que recorrer para llegar ahí.

Es en ese tenor, el punto medular de nuestra existencia, el sendero que debemos cruzar para llegar al éxito en nuestras vidas, que a pesar que en la sociedad en que vivimos, en la que el mismo está determinado por los aspectos monetarios, podríamos afirmar que el verdadero éxito es el sentirse pleno, realizado. Plenitud que sólo llega después de aprender a vivir y a recorrer la vía que nos corresponde.

Nuestro peregrinar incluye altas colinas, montes, montañas, cimas a las que hay que ascender pero a nuestro paso, que no es el mismo de los demás, es el personal, en el que me siento feliz porque avanzo, pero también me permito contemplar lo que voy experimentando. Pero eso sí, sin dejar de caminar. Cuando se presentan obstáculos que parecen insondables, el desesperado optará por seguir sin detenerse para ver las mejores alternativas para proseguir, el paciente, se detendrá un momento, analizará la situación y entonces tomará la mejor decisión.

Es ahí donde la paciencia se convierte en una aliada, pero también en consejera y cumple con su objetivo.

La vida interior, es mucho más complicada pero no imposible de alcanzar. Parte de la fe madura, de una verdadera experiencia religiosa centrada en el Dios que no abandona, pero que permite actuar. En el Dios que te ha dotado del mayor regalo de todos, la libertad, en la que tienes gran responsabilidad, de enfrentar lo que te corresponde y aceptar lo que no puedes cambiar.

La vida interior te brinda la verdadera libertad, porque es fruto de ella, te capacita y te faculta para vencer cualquiera de las adversidades. Vivir en libertad es la libertad interior, que nunca podrá ser tomada por nadie ni nada. El mejor ejemplo es la experiencia del Cardenal Francis Xavier Nguyen Van Thuan, que fue preso de un régimen vietnamita durante más de ocho años, pero que escribía que en la época en la que fue prisionero, es cuando experimentó su mayor grado de libertad.

Ha sido para mí, fuente de gran inspiración una frase del discurso de despedida del presidente Richard M. Nixon, al personal de la Casa Blanca que pronunció el nueve de agosto de 1974, en el que se expresó desde el fondo de su ser, en el que se permitió ser él. Tiene una gran carga emotiva, pues era la última vez que hablaría como el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y que abandonaba la Casa Blanca y Washington. Es curioso cómo siendo tan fuerte, él era el único capaz de destruirse y lo hizo.

Aquí el fragmento:

“…And as I leave, let me say, that is an example I think all of us should remember. We think sometimes when things happen that don't go the right way; we think that when you don't pass the bar exam the first time -- I happened to, but I was just lucky; I mean my writing was so poor that bar examiner said, "We have just got to let the guy through." We think that when someone dear to us dies, we think that when we lose an election, we think that when we suffer defeat, that all is ended. We think, as T.R. (Theodore Roosevelt) said, that the light had left his life forever.

Not true. It is only a beginning always. The young must know it; the old must know it. It must always sustain us because the greatness comes not when things go always good for you, but the greatness comes when you are really tested, when you take some knocks, some disappointments, when sadness comes, because only if you have been in the deepest valley can you ever know how magnificent it is to be at the highest mountain…”



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