jueves, 16 de septiembre de 2010

En busca de la paz interior (II)

En una publicación anterior, mencionaba la importancia de buscar la paz interior, comentaba que debe ser como señalaba San Benito, un “ars spiritualis”, porque es un ejercicio constante de nuestra voluntad. En ese sentido es el camino para educar la voluntad, ejercitarla con elementos que la inteligencia me presenta como verdaderos y nobles.


Otra forma de llamar a la paz interior, es la ecuanimidad, que es estar en sintonía, es lo que coloquialmente se conoce como “estar ubicados”. Entonces UBICATE, en el momento en que estás, por la situación por la que estás atravesando, por lo que estás sintiendo y experimentando, pero también de cómo y cuál es la reacción con la que quieres responder.
La paz interior es romper la Tercera Ley de Newton que señala, a toda acción hay una reacción de la misma magnitud pero en diferente sentido. Es decir, debo aprovechar los estímulos exteriores para convertirlos en fuerza vital que me ayude a crecer, madurar, si recibo agresión no debo contestar con esa misma actitud. Puedo confrontar el deseo de venganza, de reparación y transformarlo para vislumbrar que la rabia contenida en otra persona no tiene influencia en mí.
Disfruto cuando hago ejercicio en un bosque cercano, el poder correr en la pista de arcilla que hay ahí. Es un circuito que tiene una subida que dependiendo del lado en que se recorra es más o menos pesada, en especial si vas trotando. Cuando inicio mi rutina, doy la vuelta caminado a un paso que me permita calentar, sin perder el ritmo de la respiración y eso te permite ubicarte en lo que estás, como señalaba arriba, voy integrando el medio ambiente y también me hago parte de él. Cuando culmino esa vuelta y regreso al punto cero, troto, para completar otra ronda.
Nuestra vida es así, caminamos, trotamos, corremos, pero no nos detenemos, también en ocasiones, llegamos a ese punto cero y nos damos cuenta que estamos como al principio. Pero eso no es así, por más conocido que sea la ruta, nunca será la misma. Heráclito señalaba que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Aún con que parece similar no es el mismo. Inclusive los errores jamás podrán ser los mismos.
También, un factor fundamental para la carrera de nuestra vida es el ritmo. Por eso concluimos que es indispensable apoderarme de mi tiempo y con ello de la cadencia que le brinde.
Soy libre del paso que tome cuando estoy trotando, puedo apretar o aflojar, otros corredores me podrán pasar de largo, yo rebasaré a otros, pero yo llevo mi ritmo. La vida se torna en una carrera contra el tiempo, lo que hace que perdamos el señorío de nuestra propia vida. En la época monacal, una de las grandes prácticas era el aprender a convivir con el tiempo, eso significaba estar presentes, aquí y ahora. El hacerlo, implicará el ser feliz, porque estoy en lo que tengo que hacer ahora.
Cuentan la anécdota de un gran santo, que era un religioso. En un ejercicio, preguntan qué harían si supieran si se iba a acabar el mundo en este momento. Las respuestas fueron tan variadas como personas cuestionaban, su concordancia eran desesperadas, tristes, desoladoras. Cuando es el turno de este hombre dijo que nada, que seguiría realizando lo que le correspondiera en ese momento, pues sabía que estaba en lo que tenía que estar.
Ser responsable de mi tiempo me da la libertad para hacer cualquier actividad que tenga que realizar en ese momento, para trabajar, estudiar, aprender, deporte, jugar, divertirme, en fin; porque lo haré en conciencia que no hay otra cosa que deba estar realizando, estoy aquí y ahora.
Si aprendo este arte del tiempo, encontraré un espacio privilegiado para estar conmigo mismo, en donde me procuro, me atiendo, me escucho, dialogo y al final me encuentro.
Anselm Grün, tiene una frase que explica ello: “todo a la vez, todo enseguida y en cualquier momento”. El presente es un instante, pero ese segundo efímero es todo, hay una infinidad de cosas que suceden, que se concatenan. Un segundo es la diferencia, de ello, les puede dar cuenta los corredores de 100 metros planos, lo que significa bajar un segundo a su tiempo de trayecto.
La paz interior surge cuando asumimos ese señorío y dominio de nuestro tiempo.

No hay comentarios: