miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿A dónde vamos?

La juventud actual enfrenta una severa crisis de identidad, porque en la mayoría de los casos, no sabe quién es. Esa lucha por asumir su rol en la vida, su vocación le genera una gran confusión. El sinsentido, es reflejo de un severo conflicto espiritual. Quién soy y a dónde voy, son las preguntas que resuenan al interior de sus corazones y mentes.
Del análisis profundo de la sociedad, varios autores entre ellos Amedeo Cencini brindan a grandes rasgos el origen de estos problemas.
El primer punto, la comodidad en la que se encuentran los jóvenes y en algunos casos los adolecentes tardíos, siguiendo como máxima, si no está roto, para qué moverlo. Experimento mi nivel de confort y me siento confortable, no necesito mudarme ni realizar grandes cambios, como estoy, estoy bien. Eso es el fundamento de la cultura del menor es esfuerzo.
El segundo punto, es cierto, que le agrada ser el centro de atención, desempeñarse en los más altos círculos y considerarse como líder. Pero también, le agrada vivir lo mejor posible en este momento, sin sembrar para el futuro.
Lo anterior se deduce porque hoy el joven no sabe quién es. Es por ello que se necesita un gran trabajo por lograr que se responda a esa interrogante, que sólo puede darse de forma personal.
El no encontrarse origina que no se puedan tomar decisiones trascendentes en sus vidas, que no sea capaz de descubrir su vocación, menos aún, entablar relaciones duraderas de cualquier tipo.

Es una parálisis la que se enfrenta y está atrapado frente a su propia realidad. Surge por tanto el miedo y la parálisis, porque no sabe qué camino debe seguir aún  cuando en su mente y corazón desea hacerlo.
Víctima de la esclavitud de aquél que no es dueño de sí, no sabe lo que es vivir en libertad, que sólo la da con ese señorío.
El primer paso para avanzar y salir de ese estado, es reconocerlo, el buscar ayuda cualificada para poder entablar un plan de acción y así comenzar a tomar las riendas de su propio destino. No quiero engañar, es un proceso dolorosísimo, porque es enfrentar la miseria y el comprender que tiene que aprender a ser feliz y por tanto a vivir. Dejar de ser títere de los que pretenden vivir por él. Cuando comienza a descubrir que la felicidad depende del poder de sus decisiones, toma más conciencia que es persona y que se aprende conforme a la marcha a ser libre.
El segundo paso, es forjar la voluntad, que permita templar el carácter para sustentar la decisión que se tome. Un hombre sin voluntad es esclavo de sus pasiones, convirtiéndose en veleta que se mueve dependiendo de dónde soplen los vientos. Qué peligroso es “vivir” de esa manera.
En siguientes colaboraciones, seguiremos abordando el tema que es de especial interés en nuestros días.

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