domingo, 14 de noviembre de 2010

Romper con la cadena

El mundo está compuesto por una inmensa cadena, tan fuerte o débil como miembros la conforman. Así como la realidad es una complicada red de relaciones, los sentimientos y emociones forman otra cadena.
La felicidad es la parte más delgada de la cadena, porque es tan fácil romperla por soberbia, malos entendidos, envidias, odios, rencores etc. El trabajo de toda una vida se puede ver amenazado y rota si nosotros lo permitimos.
Por otro lado, la cadena del odio, del rencor, enojo, frustración, soberbia, ira, del mal, están conformados por los eslabones más fuertes. Pudiera parecer una contradicción, pero en vez de atesorar y hacer más sólida nuestra cadena de la felicidad, conservamos con más cuidado, atención y detalle la cadena del mal, incluso tenemos un lugar muy especial en nuestro corazón para ella.
Como parte de un todo, para formar una cadena necesitamos piezas, lo mismo pasa con el odio, el enojo o el rencor. Imaginemos una persona, se levanta de muy buen humor, con energía, ganas, en fin, pero cuando va a prepararse en medio de la ducha, se termina el agua y se queda enjabonado, después se quema el desayuno, el auto no enciende y la mañana termina con un perro desorientado que le muerde. El individuo patea al perro, el perro sale enojado y muerde a otra persona, esa persona se enoja y se desquita con la primera persona a la vista, esa persona con la siguiente y así. Por último regresa nuestro amigo a su casa, pero cuál va a ser su sorpresa, su familia lo recibe con gusto y después de una jornada caótica, se puede romper la cadena porque hubo alguien cuya forma de ver la vida, permitió erradicar el mal desencadenado.
Así pues, cuando alguien llega a tu vida con odio, con rencores y pesimismo, rompe la cadena, porque para que exista pleito se requieren de dos, si en alguien entra la cordura y devuelve bien por mal, el mal se anula, pero sí en cambio, damos pié y nos subimos al torbellino de odio del otro, el ciclo no se romperá. Hay tanto psicópata y sociópata en las calles y en nuestros alrededores, que hacen la convivencia muy complicada, un verdadero reto, porque exigen algo que ellos son incapaces de dar y buscan hacer daño, ya sea de forma consciente o inconsciente y no pueden ser felices si no siembran el mal.
La única forma de romper la cadena es conservando la paciencia y la vida interior. En la medida de las posibilidades evitar los combates o las luchas si son inútiles. Pero lo más importante, forjar un corazón abierto, pero fuerte, rodeado de la barrera más poderosa, el amor.
Cambiemos la cadena, romper la del mal, para robustecer la de la felicidad, de mi depende y no puedo culpar a otros de mis frustraciones o aspectos no resueltos, porque el único responsable de mi vida soy yo. Si estoy enojado es mi decisión, si soy feliz también. Pero es mi respuesta y de mi depende.

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