viernes, 12 de noviembre de 2010

Contados con las manos

En anteriores entregas, habíamos comentado sobre el gran tesoro de la amistad, en esta ocasión, abundaremos en su grandeza y la riqueza de la misma, pero también de un aspecto poco tocado en ella, el amor.
En ocasiones nos atemoriza hablar de amor en la amistad, pero precisamente un fruto de la amistad es el amor, es un amor sublime, en griego existe la palabra agápē; cuyas características son la caridad, el desinterés, el altruismo y una parte crucial, la incondicionalidad.
La caridad, además de ser una virtud teologal y la más noble, permite abrirnos al encuentro del otro. Es la llave de nuestro corazón; tardamos mucho en entregarla, porque es de tiempo, de siembra y paciencia, pero la retiramos muy rápidamente a la primera traición. Pero la misma caridad, regala un duplicado.
El desinterés permite descubrir a la persona en cuanto es, no importan los títulos, la genealogía, el origen o destino, sólo cuenta la persona. Pero no confundir, ni caer en el error donde se piensa sobre el desinterés como un “no importa”, por el contrario, es un “me importa”, por el amor profesado. Por tanto buscaré el bien del otro, pero sin tener segundas intensiones.
El altruismo, se pudiera confundir con beneficencia, nada más alejado del concepto. En los términos dentro de nuestro contexto, es la constante y diligente búsqueda del bien del otro aún a causa del propio. En eso consiste una prueba para una verdadera amistad, si soy capaz de renunciar incluso a una amistad por un comentario debido en el momento adecuado. También puedo ver si estoy en condiciones de procurar la felicidad del otro.
Pudiera parecer simple el reto planteado frente a la amistad, pero la verdadera y única cata es la incondicionalidad; donde no es sinónimo de complicidad. La incondicionalidad es el hecho de aceptar a un amigo sin condiciones, sin acuerdos previos, sin intercambios, negociaciones. Ello implica fidelidad, apoyo constante aún a pesar de la distancia o el tiempo (tema de suyo de la amistad). En los mejores momentos, pero en especial en los peores, ahí están los amigos para sostenerte.
Lo anterior no es un listado de características a buscar en las personas candidatas a la amistad, son los requisitos mínimos que debes tú ofrecer a las personas cuya amistad te brindan.
Los compañeros son como las sombras, cuando el Sol desaparece, ellos también. Tus amigos son tu Sol, cuya luz te brinda calor, cobijo, alegría. Por eso son contados con los dedos y tristemente para algunos, te sobran dedos. Qué dichoso soy de poder afirmar en lo personal, me faltan dedos.

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