domingo, 14 de noviembre de 2010

La constancia es la clave del éxito

En el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 21, 5 – 19), a una semana de la Solemnidad de Cristo Rey, donde proclamamos a Cristo, Rey del Universo, y cierre del Ciclo Litúrgico; Cristo nos habla sobre la radicalidad de su seguimiento.
“Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?»Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y también: "El tiempo está cerca". No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin». Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar sus defensas, porque Yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas»”.
Los pobladores de Jerusalén en el año 70 d.C. vieron derrumbados los sueños y expectativas porque en ese año, el emperador Tito arrasó con el Templo. Vanas e inútiles son los sueños y los horizontes del hombre, basados en elementos materiales.
La propuesta de Jesús, su proyecto va mucho más, porque nos ha prometido la Vida en abundancia, plena. Pero también advierte para ello, habremos de observar terribles destrucciones, vendrán falsos profetas y mesías, el Armagedón.
Por eso nos da la última recomendación, la constancia será la clave, por medio de ella seremos salvados y alcanzaremos la Vida eterna. Constancia en todos los aspectos de la vida, pero como todo, la virtud no viene sola, viene acompañada de otros elementos para ir a más.
Si nos mantenemos firmes… En la duda, la dificultad, en la zozobra, en el desaliento, la enfermedad, la contrariedad. Ahí está la perseverancia, cuando no entendemos las cosas, analizar nuestra respuesta, si hemos aprendido a ver con los ojos de la fe o seguimos falsos ideales de un Dios que no es el de Jesús.
Es cierto, la vida no es fácil, la constancia permite hacerla más llevadera porque forma y forja carácter para así ser verdaderos hombres, hombres de una sola pieza, enteros, rectos, honorables.
El reto es grande, pero la Vida eterna bien vale la pena.
Vanidad de vanidades diría el Libro del Eclesiastés, los habitantes de Jerusalén del tiempo de Jesús alababan la gran obra del Templo, lo exaltaban por sus hermosas piedras y ofrendas, ¿sirve colocar todas nuestras esperanzas en aspectos cuya trascendencia no pasa de esta vida? ¿Para qué construir sobre cimientos poco firmes cuyo desenlace, necesariamente será trágico, caduco, marchito?

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