viernes, 22 de julio de 2011

La confianza es el cimiento

Hoy recordamos la memoria de Santa María Magdalena, a quien se le concedió ser una de los primeros testigos de la Resurrección de Cristo. Magdalena antes de ser una de más grandes seguidoras de Jesús tuvo un pasado, el cual le permitió valorar y esparcir la misericordia de Dios la cual, ella misma había experimentado.
La confianza es el cimiento, en nuestra vida, buscamos personas en las cuales confiar, en un primer momento están nuestros padres, pero en algunos casos, los menos se pierde ese eslabón. Pero de ordinario, la confianza va aumentando. Así en el proceso de integrarse a los grupos de pertenencia, el hombre tiene a la familia, luego los amigos.
La familia, es un núcleo fundamental, porque es el primer espacio donde interactuar con personas unidas por sangre, donde se debe privilegiar la confianza. Pero ahí se topa con el “derecho” de los mismos familiares a inferir en las decisiones o de la forma de vida por justo el hecho de la existencia de la confianza.
En los amigos, es un proceso aún más complicado, porque en la vida se cuenta con compañeros, conocidos pero amigos es un paso más delicado. El amigo es quien depositas ciegamente la confianza, está ahí para ti y tú para él, se convierte incluso en un vínculo mayor al de sangre.
SI somos capaces de comprender estos vínculos de la confianza, está muy cerca comprender el misterio de Dios como lo hizo Magdalena. Si se ha hecho patente la confianza en personas, cuanto más en Dios, quien es el creador de todo y es el autor de los caminos aunque a veces no veamos claro hacia dónde nos lleva. Esos caminos muchas veces llevan a la desconfianza, pero no por Dios sino por nosotros porque necesitamos ver claro y no comprendemos que Dios es el único capaz de escribir recto en renglones torcidos.
Abandonar a la confianza de Dios también es abrazar la misericordia, para así retomar el camino hacia Él, como dice San Agustín, “mi alma está inquieta y no descansará hasta regresar a ti”. No importan cuan obscuro o accidentado esté el camino elegido, tarde o temprano, llegaremos a Él, y lo más admirable es que no importará el cómo llegamos sino el ya estamos ahí, como dice el P. Pio: “mi pasado, Señor, lo confío a tu misericordia, mi presente a tu amor, mi futuro a tu providencia”.
Todo ello parte de la confianza, es el cimiento.

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