En el XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 14, 13 – 21) Jesús nos invita a dar nuestros cinco panes y dos peces.
"Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos".Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos". Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados". "Tráiganmelos aquí", les dijo.Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños".
Hace varios años, tuve la fortuna de ser enviado para realizar un documental de turismo religioso católico a Tierra Santa, ahí encontré lugares espectaculares, no puedo utilizar la palabra mágico pero sí con la presencia de Cristo persona. Fue ahí donde me encontré con el lugar de la multiplicación de los panes, Tabgha, lo propio era leer el pasaje y contemplar.
Cuando llegué me presentaron al Nuncio de Israel y Delegado Apostólico para la Autoridad Palestina, S.E.R. Mons. Pietro Sambi, quien me dio una de las más grandes reflexiones sobre Tierra Santa y la cual pude comprender en Tabgha. “Yo creía en Jesucristo, pero como una especie de fantasma entre las nubes, y es aquí caminando en su Tierra donde he encontrado al Cristo persona. Que se ha hecho como yo, que ha aprendido a andar, a caminar, a comer, todo como yo para que no tenga miedo de acercarme a Él”.
En ese contexto me permitió comprender este pasaje de una dimensión totalmente diferente. Porque pude ver a ese Cristo acercarse en la barca para poder encontrarse con una multitud, la cual le aguardaba, estaba deseoso de verlo, el texto dice “se compadeció de ellos”, es decir, quiso padecer con ellos, con nosotros, con los enfermos, los necesitados, quienes lo buscamos de corazón y queremos parecernos a Él, con quienes queremos seguirlo.
Un discípulo para variar duda y le pide despachar a la gente, hoy cuántas veces no corremos el peligro de pedir la gente se aleje para atender nuestras cosas, por eso Jesús le dice, no los corras, mejor denles ustedes de comer. La incertidumbre, pero un joven responde, yo tengo cinco panes y dos peces, es todo, de ahí ocurrió el milagro, en cual en los relatos dice, fue suficiente para cinco mil hombres sin contar a mujeres y niños.
Cinco panes y dos peces, lo suficiente para obrar un milagro de increíbles proporciones, sólo bastó dar eso. Pero también representan todo mi ser, todo lo que soy y tengo lo pongo en las manos de Cristo y obrará milagros y maravillas. Pero debo darlos, es mi ínfima aportación.
Hoy recuerdo esas experiencias al leer el texto, no pudo haber sido mejor para dedicarlo a Mons. Sambi quien murió el pasado miércoles en la noche en un hospital de Baltimore, Su Excelencia estaba al frente de la Nunciatura de Estados Unidos. Hasta el final de su vida dio siempre sus cinco panes y dos peces.
También no podía dejar de dedicarlo también a Mons. Juan Aranguren, canónico de la Basílica de Guadalupe quien su amor a la Guadalupana lo trajo desde España para dedicarle casi 35 años a su servicio.
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