Hoy cada vez es más necesario atesorar nuestra paz interior, hay muchas fuerzas o situaciones las cuales buscan arrebatárnosla, pero de nosotros depende el éxito sobre estas.
Otro punto para nuestra búsqueda es vivir en el aquí y en el ahora, esto implica amar el presente, el cual es muy efímero. El asumir nuestro presente, nos permitirá aprender a vivir con serenidad. Mi papá siempre me dice una frase en la cual se encierra una gran sabiduría, no me voy a preocupar por cosas que no puedo hacer en este momento o que no puedo resolver justo ahora.
Es cierto, vivir el presente es un verdadero arte y un auténtico reto. Arte y reto porque me libero de los juicios del pasado, suelto el lastre para avanzar y asumirlo; pero también, elimino el miedo a enfrentarme con el futuro.
Una persona quien ha aprendido a vivir en libertad es la única capaz de ser pleno en el presente. Vive cada circunstancia y momento en su totalidad, sus sentidos están expectantes a captar y asimilar cada estimulo para aprender y madurar. En pocas palabras es una persona que existe.
Amar el presente a su vez requiere serenidad, para llegar a ello es fundamental desprenderme de mi ego y así seré libre de estar presente. La serenidad también es fruto del desprendimiento y del desapego.
Es curioso pero el desapego es condición para entablar relaciones, porque no se vuelve dependiente de ellas. El ser humano tiene también que desprenderse de sí mismo, porque se ata a sí mismo, lo cual lleva a la desesperanza y no puede ser libre.
Los romanos llamaban a la serenidad como aequio animo, es decir, ecuanimidad. El hombre ecuánime es capaz de vivir el presente, ser dueño de sí, pero no es apegado a sí, es hombre capacitado para el encuentro y por tanto, es un ser de relación, vive en libertad y deja ser libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario