No he conocido a un ser humano quien disfrute la tormenta en
su vida, pero tampoco a persona alguna quien no haya salido más fuerte, más
maduro, más agradecido de una.
En medio de la peor de las tempestades, a todos nos cuesta
mucho trabajo encontrar el horizonte, si quiera el rumbo, hasta la brújula está
desorientada y no hay un claro para guiarnos por las estrellas. En la vida se
presentan como grandes crisis, pero también como enormes oportunidades para
crecer.
Si en nuestra vida no se ha presentado alguna tormenta, es
sinónimo de no estar viviendo la vida, es decir, es tan aburrida y monótona y
de esa forma será imposible avanzar. La crisis me obliga a moverme, a ir a más,
sólo hay dos caminos posibles, el hundimiento o el crecimiento.
Lo más importante, cuando se está en medio, es no
desesperarse, seguir avanzando y aprender a confiar en quien siempre va a bordo
de nuestra barca. Es mejor continuar lento y confiado, pero nunca parar y menos
aún, retroceder.
También recordar una certeza, después de la tormenta,
siempre viene la calma. Entonces ánimo, si estás en la tormenta, calma, pronto
saldrá el Sol, camina, avanza, no tengas miedo.
Ten la confianza, saldrás fortalecido, más maduro y más
pleno. Las crisis sólo nos pueden llevar para un lugar, para arriba.
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