Hoy celebramos el día del trabajo, curiosamente, unido a
otra celebración litúrgica, San José Obrero. Es una ocasión especial para
valorar el verdadero sentido del trabajo, la realización personal y en orden
sobrenatural, para la santificación por medio de él.
Las personas son felices cuando logran alcanzar los fines
legítimos preestablecidos, en medida de la realización y dignificación con un
sustento digno, honesto y honrado. Cuando el trabajo es un medio y no un fin y mucho
menos una obsesión.
El trabajo es uno de las más nobles actividades del hombre,
porque gracias a su talento es capaz de lograr la transformación de su entorno
y su vida por medio de él. Insisto, el trabajo dignifica, enaltece al ser
humano, porque es capaz de hacerlo, de esforzarse y dar lo mejor de sí.
Cuando una persona encuentra o desempeña la actividad de sus
sueños, cambia su perspectiva frente a él y obtiene nuevas motivaciones para
realizarlo de forma óptima.
Por el lado sobrenatural, San José protege, guía y orienta a
quien encomienda su trabajo, porque él se dedico a desempeñar su labor de forma
óptima y nos ha dejado el ejemplo de la importancia del esfuerzo cotidiano y la
labor ardua.
En este día encomendemos a quienes están buscando trabajo, a
quienes se encuentran en procesos de selección, a quienes no valoran su
trabajo, perdieron el interés o la motivación. Pero en especial, para lograr la
realización personal y nuestra santificación por nuestro trabajo.
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