¡Venga Tu Reino!
Adolfo Ruiz Guzmán
Nueve de mayo de 2013
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Rectoría San José
Día de la revelación plena de la Trinidad
Introducción
Hemos transcurrido VI Semanas de Pascua,
celebramos grandes acontecimientos, la Pasión, Muerte y Resurrección de
Jesucristo, Domingo tras domingo de Pascua contemplamos apariciones y
recomendaciones a los discípulos. El próximo Domingo celebraremos la Ascensión
del Señor y su promesa de enviarnos al Paráclito. En el Domingo de Pentecostés,
se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica
como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch
2, 36 (Dios lo hizo Señor y Mesías)), derrama profusamente el
Espíritu.
Pentecostés será por tanto, el día de la
Revelación plena de la Trinidad. Antes conocimos a Dios a Yahvé por su
autorevelación a Moisés, Jesús se presenta como Hijo de Dios, como Yo soy, pero
es necesario para conocer al “Gran Desconocido”, la Pasión, Muerte y
Resurrección.
Desde ese día, el Reino anunciado por Jesucristo
está abierto a todos quienes creen en Él. Con la venida del Espíritu Santo,
hace entrar al mundo en los “últimos tiempos”, en el tiempo de nuestra Iglesia,
del Reino, pero no consumado.
Orígenes y antecedentes de la Fiesta
La fiesta de Pentecostés (del griego por el
quincuagésimo), originalmente se le denominaba “fiesta de las semanas” después
de la fiesta de los primeros frutos (Lev 23, 15 – 21 fiesta de las semanas) de
acuerdo a la tradición judía. En ese marco los Hechos de los Apóstoles va a
colocar la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hech 2, 1 – 4
narración de Pentecostés), convirtiéndose así en la gran fiesta cristiana de
Pentecostés (Hch 20, 16 Pablo quería estar en Jerusalén en Pentecostés; 1 Cor
16, 8, referencias de Pablo sobre Pentecostés, quería estar en Éfeso para
celebrar la fiesta).
La fiesta era tan importante en los primeros
tiempos, al grado de llamarla “la segunda Pascua”, pero con ese sentido, se
perdía la verdadera importancia. La Liturgia actual, se tiene como máxima
solemnidad después de la Pascua, no se lleva de forma paralela, sino como una
unidad donde destaquemos Pentecostés como conclusión de la Pascua.
Entonces ahora cobra una nueva dimensión el
comprender el Ciclo Litúrgico como una unidad. La Pascua podemos decir, es
tiempo del Espíritu Santo, porque gracias a Él hablamos del nacimiento de la
Iglesia, además siempre está presente en nosotros, dando inspiración, renovación
a nuestra vida, pero también nos da los bríos para ser testigos del resucitado
en donde nos toca vivir.
El Espíritu Santo ya se nos había prometido, en la
Última Cena Jesucristo dice: “mi Padre os dará otro Abogado, que estará con
vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (Jn 14, 16 – 17). Prosigue: “he
dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu
Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la
memoria todo lo que yo les he dicho” (Jn 14, 25 – 26).
Y culmina, “les conviene que yo me vaya, pues al
irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se
las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la
verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (Jn 16, 7 –
14).
Explicación de la fiesta
Es así cuando después de la Ascensión del Señor,
estando los apóstoles reunidos con la Madre del Señor. Estaban ahí por miedo,
no les habían bastado todas las señales y prodigios, ni si quiera la misma
resurrección del Señor y tampoco cuando lo vieron regresar a los cielos.
Los apóstoles temían predicar, entonces fue cuando
llegó el Paráclito en forma de lenguas de fuego, las cuales se posaron sobre
cada uno de los presentes. Así quedaron llenos del Espíritu Santo y dice el
texto, comenzaron a hablar en lenguas desconocidas. La pedagogía de Dios,
nuevamente permitió la propagación del Evangelio, porque había mucho extranjero
en Jerusalén por la fiesta de la cosecha, después de la Pascua judía y cuando
los apóstoles predicaban en su lengua los entendían.
De ahí, tuvieron el valor para ir por todo el
mundo y anunciar la buena nueva del Evangelio, bautizando a todos en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dirán los Hechos de los Apóstoles,
recibían al Espíritu Santo y predicaban con valentía.
Ahí podemos decir, comienza la Iglesia como tal,
con el Espíritu Santo, quien hasta la fecha la dirige, orienta y santifica. San
Cirilo de Alejandría dirá, “de la misma manera que el poder de la santa
humanidad de Cristo hace que todos aquellos en los que ella se encuentra formen
un solo cuerpo, pienso que también de la misma manera el Espíritu de Dios que
habita en todos, único e indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual”.
El Espíritu Santo es todo
Hoy también es el día de sentirme orgulloso de ser
católico, de tener los Sacramentos de Iniciación, porque es sólo por la acción del Espíritu Santo,
que podemos decir “Abbá, Padre” (Rom 8, 15).
En ese
sentido, debemos comprender la presencia omnipresente y constante del Espíritu
Santo, porque es todo y está en todo. Desde nuestro Bautismo, estará presente
siempre en nuestra vida.
En cada
momento, pedimos la intercesión del Espíritu Santo para poder vivir de acuerdo
al proyecto de Dios, para vivir de cada a Él y dar una respuesta firme en
nuestra vida.
Podemos
acudir al Espíritu Santo en varias circunstancias, les menciono algunas:
·
Para
resistir la tentación
·
Para
sanar heridas
·
Para
tomar la mejor decisión
Nuestro Pentecostés personal
También
hoy recordemos nuestra Confirmación, nuestro Pentecostés personal, cuando el
Obispo pidió para nosotros la plenitud del Espíritu Santo, en ese momento se
nos concedieron los dones del Espíritu Santo:
•
Sabiduría, para buscar el sabor de las cosas y
ver las cosas desde la óptica de Dios
•
Entendimiento (Inteligencia): para comprender
las verdades de fe
•
Consejo: ayudar a otros para demostrarles el
camino conveniente
•
Ciencia, para considerar las cosas en su justo
valor
•
Fortaleza, para ser fieles a Dios en el momento
de la tentación
•
Piedad, amar a Dios y sentir su amor para
expresarlo y comunicarlo
•
Temor de Dios, miedo a perder a Dios por
nuestros pecados
Y de ahí se nos concedieron los frutos:
·
Caridad
·
Gozo
·
Paz
·
Paciencia
·
Longanimidad
·
Bondad
·
Mansedumbre
·
Fe
·
Modestia
·
Continencia
·
Castidad
Todo ello nos da las pautas para vivir, si
aprendemos a ser dóciles al Espíritu Santo nos llevará a la vida en plenitud.
Así como en los primeros tiempos, quienes daban testimonio de Cristo por la
valentía dada por el Espíritu Santo, hoy estamos llamados a ese testimonio y
esa entrega.
Mensaje final
El Espíritu Santo se busca hacer presente en
nuestra vida, nos inspira, alienta, vivifica, nos da las gracias para ir a más,
pero quisiera en especial en estos días, recitar esa gran oración del siglo IX
de Rabanus Maurus, el Veni Creator:
Ven Espíritu creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones
que Tú mismo has creado.
Tú eres nuestro consuelo,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú el dedo de la mano de Dios,
Tú el prometido del Padre,
pones en nuestros labios los tesoros de tu
palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía
evitaremos todo lo que es nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre
y también al Hijo y que en Ti,
que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo.
Gloria a Dios Padre
y al Hijo que resucitó de entre los muertos,
y al Espíritu Consolador, por los siglos de los
siglos.
Amén.
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