jueves, 16 de mayo de 2013

Conferencia en la Rectoría San José: DÍA DE LA REVELACIÓN PLENA DE LA TRINIDAD

¡Venga Tu Reino!
 
Adolfo Ruiz Guzmán
Nueve de mayo de 2013
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Rectoría San José
Día de la revelación plena de la Trinidad
Introducción
 
Hemos transcurrido VI Semanas de Pascua, celebramos grandes acontecimientos, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, Domingo tras domingo de Pascua contemplamos apariciones y recomendaciones a los discípulos. El próximo Domingo celebraremos la Ascensión del Señor y su promesa de enviarnos al Paráclito. En el Domingo de Pentecostés, se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch 2, 36 (Dios lo hizo Señor y Mesías)), derrama profusamente el Espíritu.
 
Pentecostés será por tanto, el día de la Revelación plena de la Trinidad. Antes conocimos a Dios a Yahvé por su autorevelación a Moisés, Jesús se presenta como Hijo de Dios, como Yo soy, pero es necesario para conocer al “Gran Desconocido”, la Pasión, Muerte y Resurrección.
 
Desde ese día, el Reino anunciado por Jesucristo está abierto a todos quienes creen en Él. Con la venida del Espíritu Santo, hace entrar al mundo en los “últimos tiempos”, en el tiempo de nuestra Iglesia, del Reino, pero no consumado.
Orígenes y antecedentes de la Fiesta
 
La fiesta de Pentecostés (del griego por el quincuagésimo), originalmente se le denominaba “fiesta de las semanas” después de la fiesta de los primeros frutos (Lev 23, 15 – 21 fiesta de las semanas) de acuerdo a la tradición judía. En ese marco los Hechos de los Apóstoles va a colocar la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hech 2, 1 – 4 narración de Pentecostés), convirtiéndose así en la gran fiesta cristiana de Pentecostés (Hch 20, 16 Pablo quería estar en Jerusalén en Pentecostés; 1 Cor 16, 8, referencias de Pablo sobre Pentecostés, quería estar en Éfeso para celebrar la fiesta).
 
La fiesta era tan importante en los primeros tiempos, al grado de llamarla “la segunda Pascua”, pero con ese sentido, se perdía la verdadera importancia. La Liturgia actual, se tiene como máxima solemnidad después de la Pascua, no se lleva de forma paralela, sino como una unidad donde destaquemos Pentecostés como conclusión de la Pascua.
 
Entonces ahora cobra una nueva dimensión el comprender el Ciclo Litúrgico como una unidad. La Pascua podemos decir, es tiempo del Espíritu Santo, porque gracias a Él hablamos del nacimiento de la Iglesia, además siempre está presente en nosotros, dando inspiración, renovación a nuestra vida, pero también nos da los bríos para ser testigos del resucitado en donde nos toca vivir.
 
El Espíritu Santo ya se nos había prometido, en la Última Cena Jesucristo dice: “mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (Jn 14, 16 – 17). Prosigue: “he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho” (Jn 14, 25 – 26).
 
Y culmina, “les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (Jn 16, 7 – 14).
Explicación de la fiesta
 
Es así cuando después de la Ascensión del Señor, estando los apóstoles reunidos con la Madre del Señor. Estaban ahí por miedo, no les habían bastado todas las señales y prodigios, ni si quiera la misma resurrección del Señor y tampoco cuando lo vieron regresar a los cielos.
 
Los apóstoles temían predicar, entonces fue cuando llegó el Paráclito en forma de lenguas de fuego, las cuales se posaron sobre cada uno de los presentes. Así quedaron llenos del Espíritu Santo y dice el texto, comenzaron a hablar en lenguas desconocidas. La pedagogía de Dios, nuevamente permitió la propagación del Evangelio, porque había mucho extranjero en Jerusalén por la fiesta de la cosecha, después de la Pascua judía y cuando los apóstoles predicaban en su lengua los entendían.
 
De ahí, tuvieron el valor para ir por todo el mundo y anunciar la buena nueva del Evangelio, bautizando a todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dirán los Hechos de los Apóstoles, recibían al Espíritu Santo y predicaban con valentía.
 
Ahí podemos decir, comienza la Iglesia como tal, con el Espíritu Santo, quien hasta la fecha la dirige, orienta y santifica. San Cirilo de Alejandría dirá, “de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que todos aquellos en los que ella se encuentra formen un solo cuerpo, pienso que también de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual”.
El Espíritu Santo es todo
 
Hoy también es el día de sentirme orgulloso de ser católico, de tener los Sacramentos de Iniciación, porque es sólo por la acción del Espíritu Santo, que podemos decir “Abbá, Padre” (Rom 8, 15).
 
En ese sentido, debemos comprender la presencia omnipresente y constante del Espíritu Santo, porque es todo y está en todo. Desde nuestro Bautismo, estará presente siempre en nuestra vida.
 
En cada momento, pedimos la intercesión del Espíritu Santo para poder vivir de acuerdo al proyecto de Dios, para vivir de cada a Él y dar una respuesta firme en nuestra vida.
 
Podemos acudir al Espíritu Santo en varias circunstancias, les menciono algunas:
 
·         Para resistir la tentación
·         Para sanar heridas
·         Para tomar la mejor decisión
Nuestro Pentecostés personal
 
También hoy recordemos nuestra Confirmación, nuestro Pentecostés personal, cuando el Obispo pidió para nosotros la plenitud del Espíritu Santo, en ese momento se nos concedieron los dones del Espíritu Santo:
 
        Sabiduría, para buscar el sabor de las cosas y ver las cosas desde la óptica de Dios
        Entendimiento (Inteligencia): para comprender las verdades de fe
        Consejo: ayudar a otros para demostrarles el camino conveniente
        Ciencia, para considerar las cosas en su justo valor
        Fortaleza, para ser fieles a Dios en el momento de la tentación
        Piedad, amar a Dios y sentir su amor para expresarlo y comunicarlo
        Temor de Dios, miedo a perder a Dios por nuestros pecados
 
Y de ahí se nos concedieron los frutos:

·         Caridad
·         Gozo
·         Paz
·         Paciencia
·         Longanimidad
·         Bondad
·         Mansedumbre
·         Fe
·         Modestia
·         Continencia
·         Castidad

 
Todo ello nos da las pautas para vivir, si aprendemos a ser dóciles al Espíritu Santo nos llevará a la vida en plenitud. Así como en los primeros tiempos, quienes daban testimonio de Cristo por la valentía dada por el Espíritu Santo, hoy estamos llamados a ese testimonio y esa entrega.
Mensaje final
 
El Espíritu Santo se busca hacer presente en nuestra vida, nos inspira, alienta, vivifica, nos da las gracias para ir a más, pero quisiera en especial en estos días, recitar esa gran oración del siglo IX de Rabanus Maurus, el Veni Creator:
 

Ven Espíritu creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones
que Tú mismo has creado.
Tú eres nuestro consuelo,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú el dedo de la mano de Dios,
Tú el prometido del Padre,
pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía
evitaremos todo lo que es nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre
y también al Hijo y que en Ti,
que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo.
Gloria a Dios Padre
y al Hijo que resucitó de entre los muertos,
y al Espíritu Consolador, por los siglos de los siglos.
Amén.

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