Conforme avanza el tiempo me convenzo de muchas cosas, voy adquiriendo certezas y también soy consciente sobre las diversas perspectivas de un mismo fenómeno, por lo cual aprendo de las aristas de la realidad. La cual sin dejar de ser verdad, se puede aproximar a ellas de distintas formas o maneras.
Una gran verdad aprendida en estos días, todo tiene un por qué. La vida del hombre se caracteriza por estar plagada de pruebas, situaciones reto, extremo, las cuales nos obligan a dar lo mejor de nosotros mismos; o por el contrario, nos hunden, para llevarnos al más profundo de los extravíos.
Es cierto, la vida del hombre será una constante lucha, pero cada paso avanzado es una victoria, cada prueba superada nos permite salir más fuertes, con más experiencia y con una nueva visión sobre la vida. Nos hace un poco más sabios, la cual es obtenida por la experiencia, pero en especial porque nos obliga a ser humildes.
Si todo tiene un por qué, necesariamente viene un para qué. Esa es la respuesta desde el punto de vista católico, si todo tiene un por qué, vendrá un para qué. Si aprendemos a ver con esa dimensión de fe, todos los procesos en nuestra vida serán para caminar, avanzar e ir a mucho más, para así trascender.
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