Para todos quienes nos dedicamos o expresamos algo en lenguaje escrito, nos percatamos del poder de las palabras. Los morfemas se unen de forma estructurada para dar origen a un mensaje, el cual por sí mismo no tiene evaluación ética posible, pero sí el contenido e intención del mismo.
Mi amor por las palabras se debe a una gran maestra quien me transmitió a su vez su pasión por el lenguaje, Irene Limón. También, mi maestra, me hizo comprender la responsabilidad de lograr la comunicación entre dos personas, pero más aún el entendimiento, el cual sólo es posible si se tienden puentes y canales adecuados.
La responsabilidad sobre el uso de las palabras es mayor cuando se busca establecer una relación entre personas, el Beato Juan XXIII siempre insistía en privilegiar el diálogo empleando con amor las palabras.
La palabra es un arma poderosa en manos inapropiadas, también puede ser transmisora de paz y amor. Muchas veces las palabras llegan hasta lo más hondo y profundo del ser, motivan más o hieren más que un golpe físico.
El poder de las palabras es inmenso, la responsabilidad de pronunciarlas, escribirlas o dedicarlas es personal, nadie más, por eso como diría un amigo, piensa antes de hablar, si vas a maldecir calla, si tus palabras son de benedicencia, dilas, porque es mejor callar que hablar y arrepentirte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario