domingo, 6 de marzo de 2011

¿Cuáles son mis cimientos?

En el IX Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 7, 21 – 27), Jesús da las últimas recomendaciones para cerrar el Sermón de la Montaña. Este domingo marca la suspensión del Tiempo Ordinario para dar paso el miércoles, al inicio de Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, donde este itinerario nos llevará a la Pascua.

“No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'.
Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande”.
Palabras fuertes de Jesucristo, en un primer momento, sorprendentes, pero en el seguimiento del Maestro no pueden existir medias tintas. Pero si me esmeré en hacer lo mejor posible, te dirá, no todo el que dice “Señor, Señor…” Pero si era bueno, y Él te dirá, no te conozco.
Para el seguimiento de Jesús es una invitación radical a cumplir su voluntad, misma expresada en su Palabra, pero sustentada en obras como dirá el Apóstol Santiago. Los domingos anteriores escuchábamos los puntos más importantes para cumplir su voluntad, como ser sal de la tierra y luz del mundo, pero lo más importante, el paso de la Ley de Moisés a la auténtica alegría, las Bienaventuranzas.
Es por ello, el mensaje de ser como esos prudentes cuyos cimientos son sólidos y firmes. El católico sabe y lo comprende, si su vida no está sustentada en Jesucristo, será como construir en arena, toda su vida será en vano.
¿Cuáles son mis cimientos? ¿En quién he puesto mi confianza y esperanza?

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