jueves, 24 de enero de 2013

Una última partida de naipes juega su último as

En muchas ocasiones en nuestra vida debemos “jugárnosla”, porque de una buena partida dependen muchas cosas, ya sea en el mundo laboral, académico, personal, deportivo, pero en la mayoría de los casos en el amor.
Nuestras cartas generalmente vienen al azar, en muchas partidas tenemos las mejores, donde de mano tenemos al menos un par, en los cambios vienen mejores y podemos armar mejores juegos, incluso llegar a la “flor imperial”.
En otras, los naipes son totalmente desfavorables, aún con el cambio, la baraja sigue siendo adversa, ni un par sale, pero como buenos jugadores y apostadores, no abandonamos la partida y “blofeamos” un rato, con el riesgo de perder. Pero en una de esas nos sale y ganamos la mano.
Aún con el riesgo de la partida seguimos adelante, cuando vamos abajo, podemos perder la esperanza y en ocasiones abandonar todo. Cuando la oscuridad es más intensa, nuestros peores temores salen a flote, corremos, buscamos ayuda, a veces no la encontramos, pero generalmente siempre hay quien nos asiste.
La vida como las cartas, deben seguir adelante, aprendemos a jugar con nuestras cartas, pero con el tiempo lo vamos haciendo de la mejor manera. Todo en nuestro caminar es riesgos, decisiones, pero también satisfacciones.
Ante la duda, apostar siempre por el éxito y arriesgarnos, porque la grandeza de las personas se mide en su capacidad de resolver dificultades y afrontar las adversidades, pero agregado a ello, sin perder su paz interior.
Como en los juegos de cartas, el mejor jugador será quien aprovecha su mano al máximo, pero lo más importante en una última partida de naipes juega su último as. Si gana es afortunado, pero si no, queda con su frente en alto, porque como buen jugador, del gran juego llamado vida, arriesgó, jugó y aunque pudiera parecer derrotado, ganó perdiendo con la frente en alto. Venció sus propios miedos porque después de la oscuridad vio la luz.

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