El Tiempo Ordinario comienza su marcha, estamos en el II
Domingo (Jn 3, 1 – 11) y María
nos muestra su influencia sobre su Hijo.
“Tres días
después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba
allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la
madre de Jesús le dijo: "No tienen vino". Jesús le respondió:
"Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado
todavía".
Pero su madre
dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga". Había allí
seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos,
que contenían unos cien litros cada una.
Jesús dijo a
los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta
el borde. "Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete".
Así lo hicieron.
El encargado
probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los
sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: "Siempre
se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de
inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este
momento".
Este fue el
primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su
gloria, y sus discípulos creyeron en él”.
Juan en su Evangelio, es muy puntual con varios detalles de
la vida de Jesús, si bien, no es de los sinópticos, sino está marcado por el
buscar detallar los signos de Jesús a lo largo de su narración. Tampoco es
biográfico, ninguno de los otros lo es, pero relata aspectos muy específicos
como las bodas de Caná.
En el pasaje, se relata, el primer milagro de Jesús
realizado por la intercesión de María, quien como buena madre, preocupada por sus
anfitriones al ver la escases de vino.
María pudiera hacerse suyo el título de nuestro blog, porque
Jesús al principio le dice “mi hora no ha llegado”; en cierto momento, María
pensaría, “no, no cómo no”. Entonces toma las cosas en sus manos y les dice a
los sirvientes, “hagan todo lo que Él les diga”, eso es mostrarnos el camino,
el abandonarnos a la fe en su Hijo quien fue capaz de lograr un milagro “sencillo”,
cuando más logrará en nuestra vida.
Si estamos hablando del Evangelio de Juan, es necesario,
atender a los signos, como es el vino. Para la cultura judía, es signo de
alegría entonces se invitaba a todos a compartir de la alegría, en este caso,
de la boda.
Por ese milagro, acompañado de ese signo, los discípulos
creyeron en Él. Si hoy hablamos de la alegría, esa debe ser una señal propia
para reconocer a un católico, su capacidad de dar alegría a los demás.
El llamado de Jesús es claro a ser un buen vino.
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