jueves, 3 de enero de 2013

Tres árboles

A petición de ustedes, con mucho gusto comparto la anécdota de los tres árboles, la cual relatamos en el programa del Pulso de la Fe de mi querido amigo Roberto O´Farrill.
En un poblado, fueron plantados tres árboles, ellos desde pequeños, tenían sueños muy grandes, cada uno a su forma buscaba ser el árbol más importante del mundo.
Cada uno fue creciendo y desarrollándose, cada uno seguía con sus ideales, los cuales les alimentaban las ganas de seguir creciendo y preparándose. Todos tenían sueños diversos.
El primer árbol soñaba con ser el cofre del tesoro más valioso del mundo, porque estaría forrado de los mejores materiales, eso le motivaba mucho. Se veía a sí mismo recubierto de oro, de seda o de otros más valiosos. Se imaginaba como la posesión más valiosa del mundo.
El segundo árbol, para sí pensaba convertirse en el navío más poderoso, el cual surcaría los ríos, mares y océanos. Sería la nave insignia de la flota más importante del mundo, en él estaría un rey fuerte y digno de respeto y veneración.
El tercer árbol buscaba convertirse en el más importante del mundo, el más fuerte, poderoso, el cual sería referencia para todo el mundo y todo quien lo viera, doblara la cabeza.
Así pasó el tiempo, cada uno creció, hasta un día cuando llegaron los leñadores. Al primero fue enviado al aserradero, donde se terminó por convertir en una caja de lo más simple, sin adorno alguno, sin tratamiento de ninguna especie. Aquél cuyo sueño era convertirse en un cofre de un gran tesoro, se convirtió en un lugar donde los animales de una cueva comían. El pobre árbol estaba inconsolable.
El segundo árbol, vio la suerte del primero y pensaba, a mí no me pasará lo mismo. Llegó el tiempo en el cual unos pescadores lo cortaron, de ahí empezaron a preparar una barcaza, la cual fue la más simple y pobre, en ella esos pescadores todos los días lanzaban sus redes. La suerte estaba echada, el árbol se convirtió en una pobre lanchita llena de huecos. No podía tener peor destino.
El tercer árbol se encontró con su destino, no podía dar crédito al hecho, lo estaban cortando, él quien había crecido en la cima de una colina y era referente de la comunidad, era talado. Lo convirtieron en un par de trozos de madera y fue aventado a una bodega junto con muchos de su estilo. Ahí quedó solo y abandonado, llenándose de polvo, aquél orgulloso árbol quedó botado en ese lugar.
Así pasaron los años. En esa cueva donde estaba esa simple caja, llegó una familia muy pobre, un señor llevando a una mujer embarazada. Al poco tiempo da a luz a un pequeño niño, al cual lo pusieron en su interior, cuidadosamente preparado. Al poco tiempo, llegaron tres personas con tres regalos y también un grupo de pastores.
Transcurrieron más años, un grupo de pescadores dueños de la barca, vieron de pronto venir sobre las aguas a un hombre, quien iba a su encuentro. Uno de ellos bajó de la barca y caminó sobre las aguas hasta un momento donde se hundía poco a poco, este hombre lo rescató. Después, ese hombre se quedó dormido y de pronto se soltó una terrible tormenta, todos atemorizados lo despertaron y Él le ordenó al mar y al viento guardar la calma.
Años después, tomaron al tercer árbol, lo pusieron a cuestas de un hombre ensangrentado, lastimado, quien la tomó, la abrazó y besó. No entendía nada, durante todo el trayecto a una colina cercana todo el mundo se burlaba de Él, lo escupían, le gritaban de cosas. Tuvo varias caídas, un hombre lo obligaron a ayudarle con el peso. Llegaron al monte, y ese hombre era clavado en el árbol, no entendía lo sucedido. Cuando murió el hombre un temblor sacudió el mundo entero y hubo tiniebla.
El primer árbol descubrió tiempo después su destino. En su interior había albergado el tesoro más grande y valioso del universo, el Hijo de Dios estaba en su interior y la familia eran José y María.
El segundo árbol comprendió sobre quién estaba navegando en él, el Rey del Universo, a Jesús el Mesías. Se convirtió así en la embarcación más importante no sólo del mundo, sino del universo.
El tercer árbol captó sobre su destino, se convirtió en la cruz de Cristo, por la cual la redención de la humanidad tuvo lugar. Desde ese día hasta el final de los tiempos, todos quienes contemplan la cruz, inclinan la cabeza en señal de respeto, reverencia y veneración.

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