Retomamos nuestra serie de las Bienaventuranzas, las cuales
se transforman en un camino para la verdadera felicidad. En la presente
entrega, tenemos la quinta, “bienaventurados los misericordiosos, porque
alcanzarán misericordia”.
En el mundo postmoderno, se busca darle un valor al hombre
en medida de su poder adquisitivo, de las marcas o de su capacidad de venderse.
En ese mundo quedan fuera quienes no dan o aportan a la sociedad desde el punto
de vista económico, no cuenta la persona.
Hoy quienes buscan ser misericordiosos quedan excluidos, la
compasión se ven como debilidades. El sufrimiento es un lastre. Como en una
sociedad darwiniana, sólo sobrevivirá el más apto. En ese mundo frío, hay un
fuerte anhelo de recobrar el sentido de la dignidad humana, de ser
misericordiosos.
Jesús con sus palabras mueve la conciencia y los corazones
de quienes le escuchan, porque habla de misericordia, porque hace hincapié en
una relación importantísima, nuestra forma de actuar y la forma en la cual nos
percibimos nosotros mismos.
Es un hecho, no podemos ser misericordiosos si no comenzamos
por nosotros. Se puede hacer un comparativo con las expresiones psicológicas
sobre los niños heridos. Ellos afirman un elemento olvidado por nosotros, cada
uno arrastra o conlleva heridas, las cuales han recibido poca atención,
requieren atenderlas con amor, para ayudar al niño herido a sanar. Es entonces
cuando puede madurar y llegar a su plenitud. Pero sólo se logra si uno es
misericordioso consigo mismo, se tiene paciencia y se tiene amor.
Los griegos también hablan de “entrañas”, donde se
encuentran los sentimientos vulnerables. Quien es capaz de enfrentarlos y se
pone en paz con ellos hace posible el genera la misericordia, ello da vida y
eso se transmite a los demás. Una persona quien es inmisericorde, no da vida,
se cierra, se pierde en su humanidad, con un corazón de piedra.
Los griegos mencionan otra acepción, “compasivo”, ella es
una altísima forma de caridad. El ser compasivo es ser empático, porque soy
capaz de hacerme como el otro, de buscar experimentar el sentir del otro.
Jesús nos habla de ir más allá, porque establece una nueva
relación de amor, Él es misericordioso con todos con quienes se acercan, porque
están sedientos de experimentar su cercanía. Jesús no juzga, ama, busca
establecer una comunión con quien se acerca.
Los mandamientos no deben esclavizarnos, tienen un sentido,
porque deben ser una respuesta de amor. Entonces comprendemos la norma suprema,
el amor, porque cuando alguien ama es misericordioso, es compasivo, vive y deja
vivir.
Ser misericordiosos con uno mismo permite experimentar la
misericordia de Dios y así a su vez, serlo con los demás, nos deja libres de
juicios absurdos e injustos con los demás, pero también con uno mismo.
La promesa de felicidad de Cristo es, “porque alcanzarán
misericordia”. Gran dicha el poder tener la certeza de contar con esa
misericordia, del poder recibir un corazón como el de Dios, lleno de amor.
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