viernes, 4 de enero de 2013

Ser misericordioso con uno mismo

Retomamos nuestra serie de las Bienaventuranzas, las cuales se transforman en un camino para la verdadera felicidad. En la presente entrega, tenemos la quinta, “bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia”.
En el mundo postmoderno, se busca darle un valor al hombre en medida de su poder adquisitivo, de las marcas o de su capacidad de venderse. En ese mundo quedan fuera quienes no dan o aportan a la sociedad desde el punto de vista económico, no cuenta la persona.
Hoy quienes buscan ser misericordiosos quedan excluidos, la compasión se ven como debilidades. El sufrimiento es un lastre. Como en una sociedad darwiniana, sólo sobrevivirá el más apto. En ese mundo frío, hay un fuerte anhelo de recobrar el sentido de la dignidad humana, de ser misericordiosos.
Jesús con sus palabras mueve la conciencia y los corazones de quienes le escuchan, porque habla de misericordia, porque hace hincapié en una relación importantísima, nuestra forma de actuar y la forma en la cual nos percibimos nosotros mismos.
Es un hecho, no podemos ser misericordiosos si no comenzamos por nosotros. Se puede hacer un comparativo con las expresiones psicológicas sobre los niños heridos. Ellos afirman un elemento olvidado por nosotros, cada uno arrastra o conlleva heridas, las cuales han recibido poca atención, requieren atenderlas con amor, para ayudar al niño herido a sanar. Es entonces cuando puede madurar y llegar a su plenitud. Pero sólo se logra si uno es misericordioso consigo mismo, se tiene paciencia y se tiene amor.
Los griegos también hablan de “entrañas”, donde se encuentran los sentimientos vulnerables. Quien es capaz de enfrentarlos y se pone en paz con ellos hace posible el genera la misericordia, ello da vida y eso se transmite a los demás. Una persona quien es inmisericorde, no da vida, se cierra, se pierde en su humanidad, con un corazón de piedra.
Los griegos mencionan otra acepción, “compasivo”, ella es una altísima forma de caridad. El ser compasivo es ser empático, porque soy capaz de hacerme como el otro, de buscar experimentar el sentir del otro.
Jesús nos habla de ir más allá, porque establece una nueva relación de amor, Él es misericordioso con todos con quienes se acercan, porque están sedientos de experimentar su cercanía. Jesús no juzga, ama, busca establecer una comunión con quien se acerca.
Los mandamientos no deben esclavizarnos, tienen un sentido, porque deben ser una respuesta de amor. Entonces comprendemos la norma suprema, el amor, porque cuando alguien ama es misericordioso, es compasivo, vive y deja vivir.
Ser misericordiosos con uno mismo permite experimentar la misericordia de Dios y así a su vez, serlo con los demás, nos deja libres de juicios absurdos e injustos con los demás, pero también con uno mismo.
La promesa de felicidad de Cristo es, “porque alcanzarán misericordia”. Gran dicha el poder tener la certeza de contar con esa misericordia, del poder recibir un corazón como el de Dios, lleno de amor.

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