lunes, 6 de agosto de 2012

¿Qué obra realizaste?

El XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Jn 6, 24 – 35), Cristo nos hace una promesa, quien va a Él jamás tendrá hambre ni sed.
“Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?". Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello".
Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado". Y volvieron a preguntarle: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo". Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".
Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.
Una vez realizada la multiplicación de los panes, la fama de Jesús se extendió por toda la región, la prueba de ello es el texto anterior. Le preguntan ¿cuándo llegaste? Pero no fue por reconocerlo como Mesías, sino porque comieron hasta saciarse. Una recepción injusta, porque la gente lo buscaba por una conveniencia material y no espiritual, no veían los signos de los tiempos.
Por eso, es cuando Jesús clama a las conciencias, trabajen por los dones del cielo, para construir para la vida eterna, para lo importante. Lo demás, es importante dejarlo a la providencia, porque Dios es fiel.
Pero al final, uno comienza a comprender una realidad en mi vida, ¿qué he hecho para hacerme digno de Dios? ¿Mi vida es agradable a Dios? ¿Qué obra realizaste en tu vida, para merecer el amor de Dios?
Tres preguntas de peso, las cuales orientarán nuestra vida en adelante. ¿Qué he hecho para hacerme digno de Dios? La respuesta es nada, no habrá obra suficiente para ser digno de Dios, porque Dios te ama por quien eres. Pero debemos aprender en vivir en libertad para así vivir de cara a Dios.
La segunda pregunta, ¿mi vida es agradable a Dios? Si no nos hemos planteado esa cuestión, hemos desperdiciado la vida. Cuando uno busca ofrecer su vida a Dios, todo cambia y tiene sentido, porque comienza a amar.
¿Qué obra realizaste en tu vida, para merecer el amor de Dios? No hay, pero por el contrario, cuando uno ve los dones del cielo, comprende el hecho de sólo preocuparnos por los dones del cielo. Por ese el Pan que Jesús nos ha dejado, así comprenderemos el hecho de la gratuidad del amor de Dios.
Dios nos ama gratuitamente, no por nuestras obras, sino por quien somos.

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