jueves, 27 de enero de 2011

Compartir jóvenes del 27 de enero

El misterio de la vocación

Introducción


Escuchemos la lectura del Santo Evangelio de San Marcos (Mc 3, 13 – 19):

“Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios.

Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó”. Palabra del Señor.

Compartimos un tiempo de gracia inigualable, de gran intimidad con Jesucristo, lo tenemos más presente que nunca, está delante de nosotros. Estamos frente a misterio Eucarístico, estamos frente al Rey del Universo.

El misterio de la Eucaristía donde vemos algo, pero mucho más se esconde, para los que no tienen fe, los temerosos, los que dudan, los apocados es un simple pan, pero para nosotros, doblamos la rodilla para adorar a Dios hecho Eucaristía.

 

El misterio de la vocación


El Evangelio nos presenta otro misterio de amor, el misterio de la vocación, porque cómo dice el texto, “llamó a su lado a los que quiso”. Es Dios mismo quien regala vocaciones específicas a los hombres sin violentarlos, sin cuartarlos, la decisión debe ser daba en la plena libertad.

Llamó con nombre y apellido, de acuerdo a la condición, circunstancia de cada uno. No hizo una convocatoria a ver quién llega, fue personal, rotulada, impregnada de amor. Pero al final, llamó a hombres, falibles, con dudas y certezas, con inseguridades, con pasiones y emociones. Así nos escogió desde toda la eternidad, como dice Jeremías “…Antes de formarte en el vientre te conocí; antes que salieras del seno te consagré” (Jer 1, 5).

El 25 de enero celebrábamos la Conversión de San Pablo, hombre de grandes contrastes, pero podríamos decir un súper apóstol. Saulo buscaba la verdad a los pies de Gamaliel, gran maestro de la ley, pero es cuando conoce a Jesús de Nazaret que encuentra el fundamento, principio, fin y motivo de su vida. Pasa del Elohim o Yahvé al Abbá, Padre.

Qué alegría poder decir junto a San Pablo”…Estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo es Cristo quien vive en mí…” (Gal 2, 19). Es una respuesta de amor a aquél “quien me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20). Pablo escribiría la frase más audaz y temeraria de la Sagrada Escritura, “…A quien no cometió pecado, Dios lo hizo por nosotros reo de pecado, para que, gracias a él, nosotros nos transformemos en la salvación de Dios” (2 Cor 5, 21).

Misterio de Dios, el querer necesitar de nosotros para su misión, “para predicar con el poder de expulsar a los demonios”. “…Pero ese tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros” (2 Cor 4, 7).

Abrazar la vocación es una respuesta de amor, libre, total, decidida, radical. “Por él he sacrificado todas las cosas y todo lo tengo por estiércol con tal de ganar a Cristo” (Fil 4, 8). Ese es nuestro ideal, “ganar a Cristo”, para mí y los demás.

Termino con una reflexión que me compartieron y me ha servido de guía:

“El sentido de la vida, para un religioso (miembro del RC) es Dios. En la flor de su juventud, se dejó seducir por la personalidad de Jesucristo, se convenció de que Cristo era una causa que valía la pena, renunció a otras opciones y dijo: Jesucristo, mi Señor, me embarco contigo; vámonos a alta mal, y sin retorno; ¡hasta la otra orilla!

Desde ese día, Dios fue fortaleza en la debilidad, consuelo en la desolación. Todas sus capacidades se transformaron en plenitudes y la ansiedad fue desterrada para siempre.

El único problema es que Dios sea verdaderamente vivo. Si esta condición se cumple podrán amenazar los fracasos, las enfermedades y la muerte. Nunca la ansiedad. Dios lo liberó del supremo mal: el vacío de la vida” (P. Ignacio Larrañaga).

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