lunes, 19 de marzo de 2012

Laetare!

Ayer celebramos el IV Domingo de Cuaresma (Jn 3, 14 – 21), conocido como Domingo de Laetare, nos alegramos en medio de la Cuaresma porque viene lo mejor, la Pascua.
“De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
Hemos llegado a más de la mitad del camino cuaresmal, por eso la Liturgia nos invita a recobrar nuestra alegría y hacer una pausa en nuestro caminar para recordar lo más importante, lo mejor de la Cuaresma será siempre la Pascua.
Las lecturas nos presentan el verdadero camino para llegar transfigurados a la Pascua, se requiere morir al hombre viejo para dar paso a la resurrección del hombre nuevo.
Conforme hemos ido avanzando en nuestro caminar cuaresmal, se nos presentaron claves para ir vaciando de nuestro corazón mi yo para darle espacio y lugar a Cristo, más Jesús y menos yo.
En esta celebración comprendemos un poco mejor el amor gratuito, sin límites, infinito de Dios por nosotros, porque envió a su Hijo para nuestra salvación, porque Cristo se debe convertir el camino, verdad y vida. Porque la salvación sólo será a través del Hijo del Hombre.
De ahí la única salvación, el creer en Cristo, en su mensaje, en sus predicaciones y sus milagros. Ahí está el camino, es un camino de cruz pero al final nos sirve para la vida eterna. Está la verdad porque no hay contradicción, todo me lleva a Él. Y por supuesto la vida, la inagotable, la vida en plenitud.
Pero también es importante el hecho de aprender a vivir siempre de cara a Dios. Porque así se manifestará la intensión con la cual obramos, si es con amor a Dios siempre será a la luz de la verdad, si hay necesidad de vivir en la tiniebla es porque nuestro obrar no va conforme a la verdad y ahí no está Dios.
Porque al final nuestro obrar si es bueno es fuente de Dios y no nuestra, porque le permitimos actuar a través de nosotros.
Por eso hay tanto motivo de la alegría. Laetare! Porque Cristo nos ha redimido, nos ha dado una vida nueva, en plenitud.

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