Aunque parezca una negación, es una afirmación. Es el sentir de las personas emprendedoras, seguras, firmes, dinámicas para las que el “no”, es una palabra ausente en su vocabulario. Para quienes la única forma de salir adelante es el trabajo arduo, cotidiano, honesto. Para quienes buscan construir y no destruir, dialogar y no confrontar. Para quienes han encontrado la verdadera libertad que sólo es posible si se vive con paz interior.
martes, 29 de octubre de 2013
lunes, 28 de octubre de 2013
Así es el Cielo
Hoy comenzamos una serie breve sobre unas meditaciones del Cielo, o mejor dicho el Paraíso. Durante años, todos los
hombres nos preguntamos la incógnita fundamental, ¿qué hay después de la
muerte? ¿Qué es la vida eterna? ¿Cómo me preparo para ir a ella?
Si bien hay grandes maestros quienes han escrito sobre el
tema, nosotros queremos aportar en la medida de nuestras posibilidades al
particular, sin querer ofrecer una visión elevada o complicada sino dar un
panorama sobre nuestras esperanzas del más allá, para poder plantear una
visión, para poder afirmar, así es el Cielo.
Nos gustaría partir de la premisa ofrecida por la
Escatología, la cual a grandes rasgos es la rama de la teología la cual nos
brinda una visión de las realidades últimas, pero lo más importante la
esperanza sobre la cual están sustentadas.
Hay dos ramas sobre las cuales está fundada la escatología,
la individual y la general. La individual es el momento propio de nuestro
tránsito de la vida terrenal a la vida eterna, ahí experimentaremos nuestra
transfiguración como Cristo en el Tabor. Por su parte, la general, implica
necesariamente la Parusía, la segunda venida de Jesucristo donde será el juicio
universal.
Es importante hacer énfasis en un aspecto, no podemos hacer
premoniciones, ni especulaciones sobre el final de los tiempos porque nadie
sabe ni el día ni la hora, entonces ello nos invita a vivir en la libertad dada
por Dios.
El Paraíso es una realidad sobrenatural, la cual sobrepasa
nuestra capacidad de explicar, de comprender o siquiera imaginar, porque es la
presencia misma de Dios, es contemplarlo en su gloria y majestad.
La libertad juega un papel fundamental porque desde ahora se
comienza a construir el Infierno o el Cielo, porque al final el destino de cada
uno está marcado por las decisiones tomadas en libertad. El ir al Infierno o al
Cielo es nuestra libérrima elección.
Así pues, comencemos a escribir nuestro tránsito a la vida
eterna, para poder describir nuestra propia versión y decir así es el Cielo.
domingo, 27 de octubre de 2013
El peso de la libertad
XXX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 9 – 14) se acerca
el fin del Ciclo Litúrgico, pero para prepararnos, analicemos nuestra postura
delante de Dios.
“Y refiriéndose
a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también
esta parábola:
"Dos
hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El
fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los
demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese
publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis
entradas'.
En cambio el
publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los
ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad
de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro
que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo
el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
La tentación del católico es ser un católico fariseo, es
decir, aquel quien se atreve a mirar de arriba abajo a sus semejantes, incluso
a juzgar, señalar, acusar, calumniar e incluso a juzgar.
Se presentan a sí mismos como ejemplo de moralidad y
rectitud, les gusta ser alabados y ocupar los lugares de honor y si por ellos
fuera, harían de lado al Papa Francisco. Pero delante de Dios quieren atreverse
incluso a dar su opinión y creer es mejor y superior. Su frase favorita es esa,
“gracias porque no soy como esos”.
Triste noticia les tendremos, están muy alejados del cielo,
de la vida eterna, porque Dios no es lo que busca, quiere la humildad de
quienes como el publicano no somos capaces si quiera de levantar los ojos para
ver al Señor Crucificado porque nos duelen nuestros pecados, nos duele un
pasado el cual lo ponemos en sus manos.
Los católicos publicanos sabemos perfectamente, no somos
mejores ni peores que otros, no hacemos comparaciones porque no sabemos los
procesos internos de los demás, por el contrario, nos mostramos comprensivos y
misericordiosos, porque el mismo Dios ha sido y es muy paciente con nosotros.
Nos golpeamos el pecho porque sentimos el peso de nuestras
decisiones, muchas agradaron a Dios, muchas no, con nuestra vida hemos
comenzado a construir o el cielo o el infierno desde ahora. Sentimos el peso de
la libertad en nuestros hombros, porque nuestras decisiones marcarán la vida
eterna.
Importante tener esa actitud delante de Dios, se ser como
soy, de la forma en la cual me ha creado, porque así me quiere, así me quiso,
así me querrá. Nada como vivir en la humildad aceptando quien soy y tener la
conciencia de mi creador, frente a quien delante de Él, no soy nada.
jueves, 24 de octubre de 2013
Compartir MESAC 26 de septiembre última parte
¡Venga Tu Reino!
Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
¿Quién es?
Introducción
Ya hacia el final de nuestro encuentro vamos a
comentar todavía en el marco del “Año de la Fe” descubrir el secreto de conocer
que Dios nos ama.
Este Año de la Fe nos debió de servir para
atrevernos a ir a más, a darnos la oportunidad del encuentro con Dios. Un
pensador afirmaba, “el puente hacia Dios es tan antiguo que ya nadie se atreve
a cruzarlo” (David Aldeguer Martinez), hoy me gustaría decirle, te has
equivocado porque hoy queremos iniciar a cruzarlo. Porque el amor de Dios me
mueve a buscarle, pero más aún, a amarle.
Claves para encontrar el amor a Dios
Quisiera retomar un poco el “cántico de las
creaturas” con el que meditamos anteriormente para seguir con esta plática.
El cántico de las criaturas nos brinda claves para
encontrar el secreto de conocer que Dios te ama. Pero más aún, la posibilidad
de entrar en encuentro personalísimo con Él, a partir del cual la vida se
transforma, la vida nunca será bastante para buscar estar con Dios.
Francisco previo a su encuentro con Dios, se
dedicaba a desperdiciar su vida, a derrochar sin aprender a valorar las cosas
sencillas de la vida, porque todo lo veía o lo daba por sentado.
Las cosas sencillas de la vida, nos permiten ir
cobrando las dimensiones de ese gran amor de Dios por nosotros. Francisco
escribe y dicta su Cántico al Hermano León previo a su encuentro con el Señor y
es una oda a la grandeza escondida en la pequeñez.
Cuando perdemos esa perspectiva de la grandeza
oculta en lo pequeño, recordamos a aquél mendigo quien comía de las migajas las
cuales caían de la mesa de un acaudalado quien para él no significaba nada,
pero para el necesitado eran todo.
El evangelio, siempre va a privilegiar el
encuentro sencillo y profundo, Jesús exclamará: “te doy gracias, Padre, Señor
de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y
se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11, 25). Porque ahí es donde
comprendemos ese misterio, necesitamos vaciarnos de nosotros mismos para
permitirle a Cristo llenarnos por completo, porque se convierte en nuestro
todo.
Para iniciar el encuentro, requerimos un punto de
partida, ahí encontramos una clave. El mérito del cristiano radica en su capacidad
de levantarse de las caídas, porque ha aprendido una certeza, “mientras más
bajo es el punto de partida, más alto será su elevación”. Por eso el Padre
Francisco dirá: “a ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de
nombrarte”.
El hombre descubre, dentro de su indignidad, la
nobleza y dignidad de Dios, porque es Dios mismo quien habita en él, pero no
sólo eso, le ama. Es tan grande el amor de Dios porque es el único quien
permite una relación personal con Él y nos da esa oportunidad por su Hijo, el
cual nos dice, para referirnos a Él, basta con decirle Padre.
¿Cuál es tu camino?
Cuando Francisco comienza el tránsito hacia su
conversión, tiene experiencias cada vez más fuertes con ese Padre amoroso,
encontrará en su camino a su gran compañero, al Hermano León, quien le hará una
pregunta fundamental. Si bien es cierto, buscas a Dios, pero cada quien debe
encontrar un camino para ello, ¿cuál es el tuyo?
Sí, hay muchas experiencias y muchos caminos
andados, un principio filosófico afirma, es imposible hacer juicios por otros.
El único capaz de tener una experiencia de Dios y de su amor, eres tú, porque
es un Dios personal. Porque cada hombre, aún no deseándolo, negándolo o
renegando, lo lleva escondido en lo más profundo de su piel, de su corazón, es
el mismo Dios quien grita dentro de ti, para decirte, ¡te amo! Jesús nos dijo,
“yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”
El camino debe recorrerse poco a poco, paso a
paso, pero eso sí, es un camino progresivo, el cual no admite retroceso. Jesús
siempre nos invita a dar ese paso, es uno decisivo pero fundamental, aprender a
caminar en la fe, Jim Elliot dice: “la voluntad de Dios no te llevará a donde
su gracia no te proteja”.
Conforme Francisco encontraba almas, las transformaba
por su testimonio y así se acercaron poco a poco sus primeros cofundadores,
daban el paso para abrazar el proyecto de Dios en su vida. Los alentaba el
valor y la confianza de Francisco, porque aprendieron rápidamente a encontrar
la frase en la Sagrada Escritura repetida 365 veces, “no tengan miedo”.
Con esa confianza encontraremos el camino, porque
primero por la fe, seremos capaces de hacer las cosas fáciles, luego poco a
poco, las grandes y así las imposibles. El amor es la meta, es el destino y es
la razón de nuestra existencia.
El problema de la gratuidad
Aquí encontraremos una de las cosas más grandes de
Dios. El problema de la gratuidad. Dios nos ama por el hecho de ser y no de
hacer, es decir, Dios nunca podrá dejarnos de amar y prueba de ello es la
libertad, por eso Dios no espera nada de nosotros.
Déjenme repetir esa idea, Dios no espera
absolutamente nada de nosotros, sin embargo, nosotros esperamos todo de Él. El
esperar todo es porque buscamos la salvación, la cual sólo llega por el amor.
Para el hombre es muy complicado comprender la
gratuidad, Dios nos ama gratuitamente, no espera nada de nosotros, Madre Teresa
dirá, Dios no quiere que seas exitoso, sino que seas fiel.
Quien comprende la gratuidad, poco a poco comienza
a volverse loco, pero cuando hablo de locura hay otro sinónimo, santidad. La
santidad hoy en nuestros días es sinónimo de locura porque no se entiende,
porque se es diferente, porque quien es santo ama. Cosa curiosa, el santo sabe
perfectamente lo que no quiere ser, pero no sabe lo que quiere, sólo le basta
el amor de Dios.
Nunca es bastante
Dios cuando sale a nuestro encuentro no se queda
con nimiedades, con migajas. Dios busca la plenitud en nuestra vida, por eso
encontramos a la totalidad, al Dios del cual nunca es bastante.
Cuando somos conscientes del amor de Dios, la vida
no basta para buscar experimentarlo, Francisco, llegó al punto del éxtasis, de
la levitación, pero también de la crucifixión.
Francisco se da cuenta de ese Dios insaciable,
porque busca el retarte, el obligarte a superarte, a dar más allá de tus
fuerzas. Cuando piensas es lo máximo posible a dar, Dios te dice, nunca es
bastante. Pero te reta, porque aquello que no quieres, es justo lo que Dios
quiere.
Francisco tiene una experiencia, la cual lo
marcaría profundamente. La prueba más grande para su amor, eran los leprosos,
su incansable Hermano León le preguntó sobre lo que más le costaba en la vida,
Francisco respondió los leprosos. Ahí vemos una realidad propuesta por la Madre
Teresa, “para que el amor sea verdadero, nos debe costar. Nos debe doler. Nos
debe vaciar de nosotros mismos”.
Cuando entró esa noche Francisco a su oración,
Dios le exigió besar a un leproso en la boca. Francisco quiso entrar el cólera,
porque ya había cambiado reconstruido la iglesia, vivía en pobreza, vivía en
sencillez, pero Dios es el nunca es bastante. Al día siguiente corrió para
buscar encontrarse con el leproso, en ese tiempo, los leprosos estaban
obligados a portar una campanita, para alertar a los demás sobre su presencia.
Cuando escuchó esa campanita, Francisco quería correr, huir, pero no habría
lugar dónde esconderse del Dios amoroso, quien incendia los corazones de quien
ama y de quien se ha sentido amado. Francisco corre pero a besar al leproso,
esa misma noche se da cuenta, de a quien ha besado es el mismo Cristo.
El hombre verdadero
Ahí admiramos al hombre verdadero, porque es capaz
de superar sus límites por amor. Ahí aquellos quienes están distanciados de
Dios, reaccionan ante una nueva realidad, es tiempo de hacer las paces con Dios
y la única forma es amando. La invitación a ese hombre verdadero es si te
atreves a amar.
Había una vez un hombre, un ermitaño, quien había
buscado vivir en la perfección del amor evangélico, cuando muere llega al
cielo, toca en el cielo y le dicen quién eres, el responde, yo, entonces se
escucha, no hay lugar para ti. Regresa y vuelve a tocar, ¿quién es? Yo, de
nuevo le dice no hay lugar para ti y le dijo vete. Entonces la tercera vez, le
preguntan, quién eres, pero ahora la respuesta es diferente, es Tú, Señor, eres
Tú.
El hombre verdadero, sabe esperar para llegar a
ese momento, a la fusión de Dios y el hombre, porque es un instante para la
eternidad. Así ese hombre enamorado comenzará a predicar con palabras, de ahí
con acciones, para llegar a transformar con su silencio frente a lo sagrado. El
hombre ante el misterio calla.
Es así, frente a todo ello, la pedagogía de Dios
cobra sentido en su amor, porque nos enseña a sufrir, a resistir, a afrontar, a
madurar, a crecer, pero lo más importante a amar. Cuando se ama a Dios, pero lo
más importante, me siento amado por Él, ya no hay prueba sin sentido, ya no hay
dolor sin consuelo, ya no hay noche sin estrellas, ya no hay día sin milagros.
Así hemos visto y recorrido muchas claves para
descubrir el secreto de conocer que Dios te ama, como mencionaba al inicio, con
el Cántico de las Creaturas, el cual es una alabanza por todas las cosas a
nuestro alrededor.
Francisco lo escribió ya casi al final de su vida,
cuando se quedó ciego, cuando fue expulsado de su propia orden, cuando fue
desconocido por los suyos. Pero fue cuando era más feliz. Sintiendo cerca la
muerte apresuró a su Hermano León para escribir para dar gracias por la hermana
muerte, pero nos regala la esperanza de la vida eterna. Así Francisco, muere,
en el piso, recargado sobre una piedra, pero con la certeza de San Pablo, “he
librado la buena batalla, he defendido la fe”.
El éxito de San Francisco, fue su confianza plena
en el Dios de la vida, en quien nunca es bastante, en quien nos motiva e
impulsa a dar más de nuestras capacidades, a quien nos ama con locura, quien
siempre busca nuestro bien. Es un Dios cercano, un Dios quien quiere entrar en
contacto contigo para lograr un encuentro fecundo.
El cántico concluye “alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad”. En lo pequeño y discreto está
Dios, en ti encerrado en tu corazón está Dios.
miércoles, 23 de octubre de 2013
Compartir MESAC del 26 de septiembre de 2013, tercera parte
¡Venga Tu Reino!
Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
¿Quién es?
Introducción
Continuamos nuestro caminar, ahora tendremos otra
meditación donde el final de la misma debe ser el poder dar una respuesta a
Jesucristo quien nos pregunta, ¿quién dices que soy Yo?
Calentamiento previo
Recuerdan que para meditar realizamos ejercicios
de calentamiento, ahora quiero proponerles para ello una oración muy hermosa,
la cual escribió San Francisco, quien es el hombre quien más se ha asemejado a
Nuestro Señor.
Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las
alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre
es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti,
Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las
estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y
por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus
criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la
cual es muy humilde, preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por
el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra
madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con
coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan
por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las
sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte
corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
Ay de aquellos que mueran en pecado mortal.
Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte
segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y
sírvanle con gran humildad.
Texto Evangélico
Una vez dados los ejercicios de calentamiento,
dispongámonos a meditar el texto Evangélico (Mt 16, 13 – 20).
“Al llegar Jesús a la
región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ‘¿Quién dice la gente
que soy yo?’. Ellos dijeron: ‘Unos dicen que eres Juan Bautista; otros dicen
que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas’.
Jesús les preguntó: ‘Y
ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Simón contestó: ‘Tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios vivo’. Jesús le respondió: ‘Feliz eres, Simón Bar-Joná, porque no
te lo enseñó la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.
Y ahora, yo te digo: Tú
eres Pedro, o sea Piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las
fuerzas del infierno no la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de
los Cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en el Cielo, y lo que
desates en la tierra será desatado en los Cielos".
Primera día: una pregunta muy profunda
Ante la realidad de nuestra vida, vienen momentos
complicados, vienen dificultades, nuestra fe duda, porque no alcanzamos a tener
la fe madura. Jesús se presenta como una novedad.
Jesús sale al paso para hacernos una pregunta
fundamental, visualicemos a los discípulos quienes aún no conocen al maestro,
ya han convivido mucho con Él pero aún así no han penetrado en la profundidad
del amor de Dios.
¿Quién dice la gente que soy Yo? Es una pregunta
muy profunda y se la suelta a los discípulos, las respuestas son tan diferentes
como personas les pudieron haber hecho.
Las respuestas son tan diversas como la concepción
se tiene de la vida, unos decían Juan “el Bautista”, porque quienes lo decían
fueron sus discípulos y descubrieron en Juan la figura del profeta que clama en
el desierto, quien sería el último profeta antes de Jesús.
Algunos se quedaban en el pasado, con Elías o
Jeremías, seguían esperando un nuevo profeta pero no habían visto a la plenitud
frente a sus ojos.
Pero aquí el punto central, ¿quién dices tú que
soy? Dependiendo la respuesta es la relación que has construido con el Señor,
de la forma en la cual quieres relacionarte con Él.
De ahí parte toda una realidad, la forma en la
cual describas será incluso la medida de cómo vives tu fe, la intensidad y la
calidad de la misma. Esa pregunta desnuda el interior de nuestra alma y sólo
debemos responder de la misma forma, con una fe totalmente desnuda.
Segundo punto: Tú eres el Hijo de Dios vivo
La respuesta de Pedro, necesariamente requería la
iluminación por parte del Espíritu Santo, porque esa teofanía era producto de
una persona llena de fe. No echemos en saco roto la respuesta, porque le dice
eres el Hijo de Dios vivo.
Esa es la clave, el Dios vivo, queridos hermanos,
hay que hacer nuestra esa realidad, es un Dios vivo, que está constantemente en
nosotros, quiere también compartir en nosotros la vida plena, la vida eterna.
Cuando llegamos a una fe madura, seremos capaces
de entender esos misterios, pero el primer misterio es ser capaces de comprender
las señales de Dios en nuestra vida, las marcas de su paso en nuestra vida, así
es cuando seremos capaces de ver la obra del Dios vivo en nosotros.
Tercer punto: la fe se pide de rodillas
La única forma de alcanzar dar una respuesta como
la de Pedro, es de rodillas, porque la fe se pide de rodillas, se pide con
humildad delante del Señor, si somos MESAC debemos estar unidos en esa oración
constante que nos haga dar vida, que nos haga ser portadores de esa buena
nueva.
El Señor quiere edificar a través de nosotros su
Iglesia, quiere que cada uno de nosotros se convierta en una piedra viva para
ser cimiento de quien se acerca a nosotros para dar vida.
martes, 22 de octubre de 2013
martes, 15 de octubre de 2013
domingo, 13 de octubre de 2013
Eran 10
El itinerario litúrgico nos invita ahora a reflexionar en la
gratitud en el XXVIII Domingo el Tiempo Ordinario (Lc 17, 11 – 19).
“Mientras se
dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en
un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a
distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de
nosotros!".
Al verlos,
Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el
camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado,
volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el
rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo
entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve,
¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este
extranjero?".
Y agregó:
"Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
Muchas veces nos unimos al grito de quien se encuentra
perdido o desesperado, a quien no ve la luz al final del túnel y buscamos
insistentemente a Jesús, incluso a gritos. Nuestro clamor ya no es una petición
en concreto sino un alarido, ten compasión de mí.
La compasión va mucho más allá de cualquier petición porque
implica el hacerme como el otro y experimentar su dolor, necesidad, inquietud.
Por eso le suplicamos al Señor sea compasivo, nos muestre su compasión.
Jesús no es sordo a nuestros clamores, por el contrario, sin
siquiera dar más explicaciones o buscar conocer más, se adelanta a nuestra
petición y nos cura, nos quita la lepra, la cual nos duele, nos lastima, huele
mal, hace que nos estemos pudriendo en vida.
Pero como siempre, sólo quien en verdad ama al Señor, es
capaz de retornar y agradecer todas sus obras en nosotros. Si volvemos a leer
el texto hay una frase la cual retrata a muchas personas, eran 10 y sólo una
volvió, ¿dónde están los otros nueve? ¿Dónde quedó la gratitud?
Sin embargo, Dios nos ama tanto y sólo le importa nuestro
bien, basta con una vez que regresemos para saber y tener la certeza de contar
siempre con la protección y amor de quien nos ha creado.
jueves, 10 de octubre de 2013
Compartir MESAC 26 de septiembre segunda parte
¡Venga Tu Reino!
Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
La fe madura
Introducción
Seguimos en nuestro compartir, en nuestro retiro, hace
un momento tocamos en nuestra meditación un tema enteramente espiritual, ahora
es necesario aterrizar todo ello para así poder poner elementos prácticos para
nuestra vida diaria.
De acuerdo a nuestro caminar de estas sesiones, ya
hemos partido con la premisa del “joven rico”, ya descubrimos un poco el
proceso que debemos seguir para reencontrarnos con el Resucitado si es que
hemos perdido el camino o para reafirmar nuestro proceso de fe. Hablemos ahora
de la Fe Madura.
Es muy
importante que analicemos qué nos toca hacer en el cumplimiento de nuestro
proceso hacia la Fe Madura. Por tanto hay, y más como MESAC, apoyar a nuestros semejantes a que
desarrollen la experiencia con el Cristo vivo para crear actitudes que formen
convicciones. Que esas convicciones es lo que le es propio al católico, la
convicción de la Fe en Jesucristo.
Todo hombre, ya lo decía Aristóteles necesita de
elementos materiales para poder comprender algo. Es por eso, que se ocupan
signos dentro de los sacramentos, pues detrás de cada sacramento hay un
misterio de Dios.
El problema de no adentrarnos en ese proceso es que
me puedo convertir en el católico de las cinco veces, que va al templo cinco
veces en su vida, cuando nace, se bautiza; cuando hace la Primera Comunión;
cuando hace la Confirmación; cuando se casa y cuando se muere.
El proyecto de Jesús
Cuando hablen de Jesús como centro de nuestra Fe,
expliquen, pasa lo mismo que en toda relación, hay cercanía, hay lejanía, se
pierde y luego vuelve, sufre crisis, sufre la noche oscura, se experimenta
sequedad, acedia, etc. llega a parecer extraño, pero se percibe todavía más: ¡el
silencio de Dios! El totalmente otro, más allá de toda fantasía o de
percepciones sicóticas.
Jesús no es mago, no es tampoco un quita pesares,
no es manipulable, no es ídolo. Hablo de una fe madura, no ingenua o quizá
enfermiza. ¡Lejos de ello! Hablo de una fe evangélica, sanadora, que da vida,
que me da brío para enfrentar conflictos cotidianos, de igual manera como lo
hacía Jesús. Y de esa relación evangélica, profunda, única con Jesús, puedo
decir: ¡creo en Jesús el viviente!;
de manera que creo en aquel que me muestra otra manera de ser de Dios, única y
auténtica: el Dios vivo, el totalmente
otro. El relacionarme con Jesús no puedo construir una imagen cualquiera de
Dios, sino aquélla que me lleve a mi verdadera felicidad.
Como San Pablo necesito experimentar a Jesús vivo
dentro de mí de manera que transforme toda mi existencia; Pablo se desgastó en
filosofías, en el Antiguo Testamento, en el fariseísmo hasta que se dejó
encontrar por el resucitado que vive para siempre y pudo decir: “todo me parece
basura” (Fil 3,8); “para mí la vida es Cristo” (Fil 1,21).
Al
descubrir a Jesucristo vivo acepto que Él es mi Señor, quiero estar bajo su
luz, bajo su Evangelio, en el proyecto de las bienaventuranzas, en su Misterio
Pascual, en la vitalidad de la vida, etc. pero qué sucede entre nosotros
objetivamente: ¿se puede ser masón y católico al mismo tiempo? Acaso… ¿se puede
creer en la reencarnación y en la resurrección en Cristo? O quizá ¿se puede
aprobar la pena de muerte y creer que el perdón aun al enemigo nos hace libres?
Etc. Etc. Si nosotros estuviéramos bajo el señorío de Cristo lo único que Él tendría que hacer es decir una palabra
y eso sería suficiente.
Hay
hermanos nuestros que creen que el Evangelio es si yo quiero, si me acomoda, si
es propuesta posmoderna, si no afecta a mis intereses, si no rompe mi ascenso a
tal puesto de gobierno o de la empresa. ¿Puede un doctor discípulo de Cristo
aconsejar o provocar un aborto? ¿Puede un abuelito, creyente en el señorío de
Cristo, pagar el costo de un aborto a la nieta o la novia del nieto?
Todavía
algunos católicos creen que serlo es como tener una membresía en el club
Iglesia Católica, lejos de decir y vivir como siervo del único Señor; aceptar
que sin sujeción a Cristo, a su Evangelio, a su moral que fluye de éste, sin
vivencia profunda de los sacramentos, no puede haber discipulado de Jesús
nuestro Señor. Hay que enseñar que el camino de Jesús es duro, es demandante,
pero me lleva a la plenitud y a la vitalidad, a la vida eterna. No nos
engañemos, Dios nunca nos va a quitar la cruz, pero nunca nos va a dejar solos.
Nadie cree solo… Cristo necesita testigos y
no parlanchines
Nos
toca recorrer el camino, la fe es camino, el discipulado es camino y pasa por
la cruz, pero ésta no es definitiva; lo
definitivo es la Resurrección. Es la etapa de la verdad completa o plena. A la
pasión, al juicio injusto, al camino de la cruz le falta la resurrección. Por
ejemplo, se repara o rehace una casa, se tira algo o mucho y llega el dueño
diciendo: ¿qué has hecho? Mi jardín, ¡qué desastre! ¡Mis escaleras, las
cortinas, puertas y ventanas! Y le dice el arquitecto, están en proceso, no
están terminados, falta detallar y pulir, ¡espere! Por eso muchos arquitectos
no permiten que el dueño vea la obra a mitad del camino o del proceso, hasta
que termine para que no se frustre. Veo un enfermo, su deterioro, su
minusvalía, sus discapacidades, etc., el ateo puede decir: ¿esta es la obra
maestra de Dios? Y el hombre de fe responde con aplomo con esperanza: ¡La obra
no está terminada! Falta la resurrección, ¡falta la plenitud!
Ahora
bien, apenas van 45 años después del Concilio Vaticano II. Así como la Iglesia
primitiva buscó solucionar el problema de cómo engendrar y hacer un cristiano
para que participe del Misterio de Cristo y de la vida de la Iglesia, pues el ¡cristiano
se hace, no nace!; así como la Iglesia misionera antes del Concilio fue
encontrando dichos “cómos” y lo planteó en el Concilio Vaticano II; así como
ellos encontraron proyectos que se hicieron sistemas y caminos, se hicieron
ritos y desataron procesos, nos corresponde a nosotros vibrando con Aparecida
que pide un nuevo Pentecostés detonar los procesos, encontrar caminos teniendo
claridad suficiente sobre el objetivo de la Iniciación y el proceso integral de
la misma. ¡Nadie cree solo, Cristo necesita testigos no parlanchines!
Vivimos en esta ciudad poliédrica en sus culturas,
que nos ofrece un variopinto de respuestas a cada paso de la vida desde el
fatalismo, el hedonismo, el liberalismo, el neoliberalismo, el relativismo, el
secularismo y otras ideologías imperantes transversales que permean la vida
toda en esta realidad; podría ser que alguien decidiera o por inercia fuera
padeciendo la historia en vez de transformarla y vivirla.
Invito a todos a ser ustedes mismos con identidad,
con sentido de la vida misioneros en esta realidad, anunciadores de otra
cultura alternativa marcada por el Evangelio, desde el encuentro con Jesucristo
vivo, desde su señorío. Vamos sembrando evangelio como lo hicieran los Santos
en cada momento de la historia que les tocó vivir, como Ignacio de Loyola, Juan
Bosco, Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, etc., hay gente que decide vivir en
amargura esta situación, que vive en desesperanza, en neurosis o quizá en sicosis
u otras respuestas a situaciones límite. Nos toca escardar la tierra y sembrar
con paciencia como los Santos que nos han precedido. Eso es lo propio del
Católico.
Como lo dice la I Jn 1,1-3; estos aquellos de
quienes dice el Evangelio que fueron los primeros discípulos: Jn1, 35-42. Quizá
como los de Emaús quienes desilusionados fueron alcanzados por Jesús mismo
resucitado y lo afirma en su fe y vuelven a la comunidad: “¿No ardía nuestro
corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba les Escrituras?” (Lc
24, 32-35)
Ante la
realidad histórica que nos toca evangelizar, aquí donde vamos a ser buena
noticia, en esta ciudad del relativismo,
el creyente en el señorío de Cristo recurre a la revelación: “Yo he
vencido al mundo” (Jn 16, 31-33). La hostilidad del mundo no es señal de
derrota, el sistema injusto ha recibido su sentencia, la victoria ya está
conseguida, al modo de Dios. Para quien cree en el señorío de Jesús el orden
injusto ha quedado desacreditado para siempre. Cada vez que el mundo de la
maldad cree vencer, confirma su fracaso. La esperanza en la resurrección
muestra que el límite de las posibilidades humanas no constituye ni remotamente
el límite de las posibilidades de Dios. Deja que Dios sea Dios con el final de
su obra: la Resurrección: ¡YO HE VENCIDO AL MUNDO!
miércoles, 9 de octubre de 2013
Compartir MESAC 26 de septiembre de 2013
¡Venga Tu Reino!
Adolfo Ruiz Guzmán
26 de septiembre de 2013
Retiro
Convento…
Y lo tenía todo
Introducción
Agradezco mucho la invitación para estar en este
día y poder compartir nuestras razones de esperanza (Cfr. 2° Carta de San
Pedro), reunirnos para meditar los grandes misterios de ese Dios quien nos ama
con locura. Prueba de ese amor es su Hijo, quien lo vendrá a plenificar con el
Espíritu Santo.
Quiero proponerles el esquema que vamos a seguir
en este retiro, para comenzar quiero pedirles que tratemos de guardar silencio,
porque si estamos en retiro es importante permitir al otro que se encuentre
consigo mismo y con Dios.
Tendremos dos meditaciones y dos pláticas, entre
ellas habrá tiempo de reflexión personal y también habrá un espacio de tiempo libre.
Cada uno debe ver la forma en la cual aprovecha el tiempo para nuestro
encuentro.
Así pues, les invito a concentrar toda nuestra
atención en este momento donde queremos encontrarnos con Dios en lo más
profundo de nuestro corazón. Para orar es muy importante tener la disposición
para hacerlo, debemos concentrar nuestra respiración y lo más importante,
despejar nuestra mente.
Calentamiento previo
Es importante realizar una serie de ejercicios de
calentamiento previos a nuestra meditación, son los elementos preparatorios.
Hay muchos tipos de orar, cada uno vamos aprendiendo el nuestro conforme vamos
madurando y avanzando en nuestro caminar de fe.
Pero lo más importante, es prepararnos para
entablar ese diálogo de corazón a corazón, para así, nuestro Creador puede
hablarnos a lo más profundo de
cada uno de nosotros.
Quisiera comenzar con una oración dirigida al
Padre:
Padre mío que estás en los cielos ¡Cómo es dulce y
suave saber que Tú eres mi Padre y que yo soy tu hijo!
Sobre todo cuando está obscuro el cielo de mi alma
y más pesada es mi cruz, es cuando siento la necesidad de repetirte: ¡Padre,
creo en tu amor por mí! Si, ¡Creo que tú eres para mí, Padre en cada momento de
la vida, y que yo soy tu hijo! ¡Creo que me amas con amor infinito!
¡Creo que velas día y noche sobre mí y que ni
siquiera un cabello se cae de mi cabeza sin Tu permiso!
Creo que, Tu infinita Sabiduría hace que todo
sirva para el beneficio de los que Te aman: ¡Y aún, bajo las manos que golpean,
yo beso Tu mano que sana!
Creo,... ¡Pero aumenta en mi la fe, la esperanza y
la caridad!
Enséñame a ver siempre tu amor como guía en cada
evento de mi vida.
Enséñame a abandonarme a Ti como un niño en los
brazos de la mama.
Padre, Tú sabes todo, Tú ves todo, Tú me conoces
mejor de lo que me conozca yo mismo: ¡Tú puedes todo y Tú me amas!
Padre mío, dado que Tú quieres que siempre
recurramos a Ti, heme aquí con confianza para pedirte, con Jesús y María (un
momento…).
Por esta intención, uniéndome a sus Sacratísimos
Corazones, te ofrezco todas mis oraciones, mis sacrificios y mortificaciones,
todas mis acciones y una mayor fidelidad a mis deberes.
¡Dame la luz, la gracia y la fuerza del Espíritu
Santo!
Confírmame en este Espíritu de modo que yo no Lo
pierda nunca, ni Lo entristezca, ni lo debilite en mí.
Padre mío, ¡es en nombre de Jesús, Tu Hijo, que te
lo pido! Y tú, oh Jesús, abre Tu Corazón y métele adentro el mío, y con el de
María: ¡ofrécelo a nuestro Padre Divino! ¡Obtenme la gracia que necesito!
Padre Divino, llama hacia Ti a todos los hombres.
¡Que el mundo entero proclame Tu Paternal Bondad y Tu Divina Misericordia! Sé
para mi tierno Padre, y protégeme por todas partes como a la pupila de Tus
ojos. Haz que yo siempre sea digno hijo Tuyo: ¡Ten piedad de mí!
Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos
los hombres!
Padre Divino, bondad infinita que se infunde sobre
todos los pueblos.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos
los hombres! Padre Divino, rocío beneficioso de la humanidad.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos
los hombres!
Texto Evangélico
Una vez dados los ejercicios de calentamiento,
dispongámonos a meditar el texto Evangélico (Mt 19, 16 – 22).
Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna? Él le
dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es el Bueno. Más si
quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
¿Cuáles? le dice él. Y Jesús dijo: No matarás, no cometerás adulterio,
no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y
amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo eso lo he guardado;
¿qué más me falta?
Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y
dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.
Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos
bienes.
El paso de la purificación
En un primer momento
vemos la escena, Jesucristo caminaba y se le acercaban las multitudes,
queriéndolo tocar, pedirle un milagro, en fin. Llega un joven, que podría ser
cualquiera de nosotros, se le acerca y le dice “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?...
Guarda (cumple) los mandamientos… El joven le dijo: todo eso lo he guardado”.
¡¡¡Eureka!!! Ya estamos
en el proceso del discipulado, ya guardo los mandamientos, ya cumplo con lo
principal del seguimiento de Dios. Pero además soy un experto en la ley, en las
enseñanzas de Jesús, soy un docto en teología.
¿Pero de qué sirve si
no hablo con Dios? Tengo una vida en la cual me rijo por los “no´s” como un
ente, como un ser adiestrado, que no comprende la dimensión del amor del Resucitado.
El joven se acerca preguntando al “maestro” como si Cristo fuera sólo un
maestro de la ley, al que se le preguntan cuestiones de la moralidad o
inmoralidad de las cosas.
Este primer proceso se
llama de purificación, en dónde busco cambiar mi vida orientada a la Santidad.
El joven se atreve a continuar y con un cierto tono de prepotencia y soberbia
dice: “todo eso lo he guardado, ¿qué más me falta?”
Paso de la Iluminación
Ahora viene el proceso
o la fase iluminativa, donde me doy cuenta que en la vida del católico, los
“no´s” se sustituyen por “sí´s”, por el hecho que he comenzado a amar, en donde
se forman las virtudes; donde veo injusticia, busco la justicia, donde existe
la mentira busco la verdad. De ahí que sí amo a Dios sobre todas las cosas, sí
bendigo su nombre, sí santifico las fiestas… Surge del amor por el Resucitado.
El paso Unitivo
“…Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda,
vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos;
luego ven, y sígueme…”
Es el paso natural, el unitivo. Donde ya es
imposible separarme de Dios y como el “pobre de Asís” cuando Kazantzakis
describe la experiencia de Francisco, cuando Jesús le pide que bese a un
leproso. Francisco temía a los leprosos, tanto que cuando escuchaba la campanita
que debían tocar los enfermos para anunciar su presencia, corría para otro
lado, para evitar ver cómo se desfiguraba su cara y su cuerpo era carcomido.
En el diálogo del de Asís y Cristo, le dice,
Señor, cómo me pides eso, ya dejé todo para seguirte, ya fundé una orden, ya
ayude a edificar Tu Iglesia, ¿no te basta con eso? Jesús le insiste, pues ahora
quiero que beses al leproso. Días después, Francisco escucha la campanita y
busca correr, pero recuerda lo que le pidió el Resucitado, le se echa el manto
a la cara y besa al leproso como le habían pedido. Tiempo después se da cuenta,
que a quien en verdad estaba dando el beso era a Jesús, desde entonces hizo
suya la voz del que no tiene voz y jamás su vida fue la misma.
Dar un sí para buscar la Santidad y no nos pase
como el joven rico que se marchó entristecido porque no pudo vencer su propio
egoísmo, porque como dice el Evangelio: “tenía muchos bienes”. Y hoy no sabemos
ni su nombre. Si queremos alcanzar la Santidad, sería muy hermoso que al final
de la batalla, Dios nos reciba con nuestro nombre y nos invite a recibir el
premio merecido.
Ahora pasemos a un rato de meditación personal
para seguir en ese diálogo con quien estoy convencido vale la pena seguir.
martes, 8 de octubre de 2013
lunes, 7 de octubre de 2013
Compartir Rectoría San José, segunda parte
¡Venga Tu Reino!
Adolfo Ruiz Guzmán
21 de septiembre de 2013
Retiro - Plática
Rectoría San José
“Yo quiero ser TODO”
Introducción
Continuamos nuestro encuentro, ahora después de un
tema más espiritual, vamos a encontrar ciertos aspectos que nos permitan
profundizar la figura del “buen pastor” en la realidad de nuestras comunidades.
Nuestra fe muchas veces quiere acomodarse,
permanecer en su zona de confort, sin moverse, y eso estorba e impide las
maravillas que sólo Dios puede realizar en nosotros y a través de nosotros.
La fe es respuesta a Dios que nos habla, que nos
llama, que me desafía y me empuja a vivir de una nueva forma. Los hombres y
mujeres de fe en la Sagrada Escritura vivieron una experiencia personal con
Dios vivo que no se ve, pero habla, lo escucharon y se dejaron guiar por sus
pasos.
Es el misterio de Dios que nos exige dejar algo,
dejar mucho o todo, pero al final del día es dejar. Desasirse de todo aquello
que estorba para dar una respuesta audaz de la fe desnuda, que exige desarraigo,
conversión, vida nueva guiada por la Palabra de Dios de la fe al horizonte del
riesgo de lo desconocido y tendrá que identificarse diciendo, “Yo soy, no
teman” (Mt 14, 27).
El Dios de la misericordia
Cuando logramos entablar esa relación nuestras
perspectivas cambian, porque necesariamente buscaremos ir más allá, pero para
poder entender ello, es necesario desmenuzar las enseñanzas de Jesús quien nos
busca llevar al Padre, a ese “buen pastor” quien nos mostrará el camino a la
felicidad plena.
Es importante contextualizar el texto evangélico
meditado hace un momento, con el cual comenzamos nuestro compartir. Para
comenzar, la primera parte del capítulo 15 del Evangelio de Lucas es dedicado a
la figura de Dios, Jesús quiere mostrarnos al Dios del amor, al de la
misericordia, al Padre.
En ese pasaje, Jesús relata tres parábolas,
llamadas de la “misericordia”. La primera es la del Buen Pastor, la segunda es
la de la mujer que pierde un dracma y lo encuentro, la tercera y última, mi
favorita, “el hijo pródigo” o como yo prefiero, “el Padre providente”.
Aquí podemos contemplar un eje en común, estamos
sedientos de escuchar y de ver al Padre. Pero muchas veces no comprendemos la
forma en la cual lo podremos hacer, nos sentimos avergonzados, porque nuestro
peso del pecado nos es abrumador, nos da vergüenza verlo cara a cara.
En el “buen pastor” es Él quien buscar ir a
nuestro encuentro, está dispuesto a entrar en contacto con nosotros, si bien
nos respeta nuestra libertad, pero está ahí al pendiente.
Es el mismo Padre quien desea vernos realizados,
desarrollando el plan que tiene para nosotros basado en una gran confianza
entre el hombre y su Padre de los cielos. El único responsable del alejamiento
es el hombre, no Dios, sino el hombre porque quiere sentirse “libre”, pero lo
que realmente encuentra es la “esclavitud”.
El Padre respeta la libertad
Eso nos pasa como el “hijo pródigo” o el “Padre
providente”. En el texto, el hijo mata al Padre, porque le exige una herencia
que no le corresponde. Pero el hijo aparentemente bueno, no reconoce tampoco al
Padre porque se enoja cuando regresa el otro, a quien ni siquiera reconoce como
hermano.
Ambos hijos, uno asesino y el otro indiferente,
ambos alejados del Padre porque piensan que es un juez terrible e implacable.
El hombre es quien se aleja, el Padre ve partir dolorosamente a su hijo, sabe
perfectamente todo lo que le sucederá, pero no puede impedirle buscar su propio
camino y destino.
Si bien el otro se quedó, ve al Padre como un
capataz, pero también el Padre le respeta, no interviene con su libertad.
Pudiera parecer una incoherencia porque aparentemente está cerca de su Padre
pero no es así.
Hoy el hombre quiere vivir como si Dios no
existiera, o bien, lo ven aparentemente cercano pero no se molestan en conocerlo,
en amarlo o en tener una confianza filial a su Padre. Dios se queda paciente
viendo cómo su obra, sus Hijos se alejan, no hace “berrinches” o trata de
detener al hijo cuando parte, yo imagino viendo por la ventana, con los ojos
vidriosos, impotente, pero confiado, algún momento vendrá. Aún estando lejos
siempre estaré con Él.
Quiere ser TODO
Dios no se conforma con el lugar que muchos
queremos darle, quiere ser TODO para el hombre, para así comenzar una nueva
relación, así lo vemos en el pasaje del dracma, la desesperación por encontrar
esa moneda hace mover todo, buscar en cada espacio, rincón, para dar con esa
moneda.
Así se convierte la búsqueda de todos quienes
buscamos encontrar a Dios y la mejor manera de hacerlo es a través del Hijo. Si
bien, Dios ya no puede volver a enviar a su Hijo para poderlo conocer, no se
cansa de querer entablar esa relación de amor filial con Él.
El Padre aunque ya conoce perfectamente todo lo
que hacemos, pensamos y decimos, está esperando para que nosotros le contemos
nuestro día, nuestras necesidades, alegrías, tristezas, planes y proyectos,
como un verdadero hijo confiado con su Padre.
La oración dominical: Padre Nuestro
Si queremos descubrir la figura del “buen pastor”
necesitamos horas en la oración, en encontrar la fuente de caridad del Padre,
la cual es un verdadero océano. Para iniciar es importante meditar con
detenimiento cada vez que rezamos la oración dominical: el Padre Nuestro.
Comenzamos con la expresión, Padre Nuestro, pero
realmente profundicemos y preguntémonos sin miedo, ¿de verdad lo considero mi
Padre? ¿Puedo hablar con esa confianza filial a mi Padre? ¿Puedo penetrar en su intimidad para que a su
vez Él lo haga?
Santificado sea tu nombre, ¿cómo santifico su
nombre? Venga a nosotros tu reino, ¿qué estoy haciendo para construir su Reino?
Hágase tu voluntad, ¿de verdad pido se haga su voluntad?
Así podremos continuar analizando cada una de las
frases, cada uno de los elementos del Padre Nuestro, pero si no partimos de
ahí, no podremos encontrar ese espacio para que Dios actúe en nosotros, si bien
es el “buen pastor” quien está siempre en nuestra búsqueda, aún cuando nos
encuentre no podremos acompañarlo.
¿Qué hacer?
Hoy más que nunca, Dios quiere una cosa de
nosotros, quiere que lo amemos, que lo busquemos más que nunca, pero también
quiere que nos volvamos apóstoles.
Esa es nuestra misión, si en nuestras vidas hemos
experimentado el amor de Dios, su misericordia y lo hemos encontrado como
Padre, ¿acaso podremos callar esa gran alegría?
El reto será por tanto, aprender a vivir en la
perseverancia de la lucha de la fe.
domingo, 6 de octubre de 2013
Nada más
Llegamos al XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 17, 5 –
10). Cristo nos recordará lo importante de la fe.
“Los Apóstoles
dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". El respondió: "Si ustedes
tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está
ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería.
Supongamos que
uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este
regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'? ¿No le
dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que
yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse
agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también
ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples
servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'".
Auméntanos la fe es una constante en nuestra oración, pero
no comprendemos la dimensión de nuestra solicitud. Nosotros somos quienes
debemos hacer crecer ese gran don, regalo de Dios.
La vida del hombre tiene que transcurrir necesariamente en
un constante crecimiento, lo mismo con la fe, debemos llegar a la fe madura, la
cual lo hará conforme caminemos y estemos dispuestos a aprender de nuestras caídas.
La fe, por tanto, será capaz de impulsarnos a dar lo mejor
de nosotros mismos por amor, quien cree es porque ama una realidad sobre
natural. La meta por tanto deberá ser, alcanzar una fe madura, la cual parte de
la humildad y la sencillez, para así guardar esa actitud de ser más que
siervos, sino de hijos quienes son capaces de creer en todo lo que Dios nos ha
dado.
Esa actitud es nuestro objetivo, nada más, de vivir con esa
fe unida al amor de Dios.
sábado, 5 de octubre de 2013
Compartir Rectoría San José primera parte
¡Venga Tu Reino!
Adolfo Ruiz Guzmán
21 de septiembre de 2013
Retiro - Plática
Rectoría San José
“Yo os amo mucho”
Introducción
Agradezco mucho la invitación de nuestro Pastor,
del P. Felipe para tener este encuentro, para poder profundizar sobre un tema
por demás actual, pero muchas veces pasa inadvertido: Jesús es nuestro buen
pastor. Les propongo, dividir nuestro compartir en dos partes, la primera,
meditar sobre el texto evangélico y la segunda, tendremos una pequeña plática
sobre el tema.
Así pues, les invito a concentrar toda nuestra
atención en este momento donde queremos encontrarnos con Dios en lo más
profundo de nuestro corazón. Para orar es muy importante tener la disposición
para hacerlo, debemos concentrar nuestra respiración y lo más importante,
despejar nuestra mente.
Calentamiento previo
Es importante realizar una serie de ejercicios de
calentamiento previos a nuestra meditación, son los elementos preparatorios.
Hay muchos tipos de orar, cada uno vamos aprendiendo el nuestro conforme vamos
madurando y avanzando en nuestro caminar de fe.
Pero lo más importante, es prepararnos para
entablar ese diálogo de corazón a corazón, para así, nuestro Creador puede
hablarnos a lo más profundo de cada uno de nosotros.
Quisiera comenzar con una oración dirigida al
Padre:
Padre mío que estás en los cielos ¡Cómo es dulce y
suave saber que Tú eres mi Padre y que yo soy tu hijo!
Sobre todo cuando está obscuro el cielo de mi alma
y más pesada es mi cruz, es cuando siento la necesidad de repetirte: ¡Padre,
creo en tu amor por mí! Sí, ¡Creo que tú eres para mí, Padre en cada momento de
la vida, y que yo soy tu hijo! ¡Creo que me amas con amor infinito!
¡Creo que velas día y noche sobre mí y que ni
siquiera un cabello se cae de mi cabeza sin Tu permiso!
Creo que, Tu infinita Sabiduría hace que todo
sirva para el beneficio de los que Te aman: ¡Y aún, bajo las manos que golpean,
yo beso Tu mano que sana!
Creo,... ¡Pero aumenta en mi la fe, la esperanza y
la caridad!
Enséñame a ver siempre tu amor como guía en cada
evento de mi vida.
Enséñame a abandonarme a Ti como un niño en los
brazos de la mama.
Padre, Tú sabes todo, Tú ves todo, Tú me conoces
mejor de lo que me conozca yo mismo: ¡Tú puedes todo y Tú me amas!
Padre mío, dado que Tú quieres que siempre
recurramos a Ti, heme aquí con confianza para pedirte, con Jesús y María (un
momento…).
Por esta intención, uniéndome a sus Sacratísimos
Corazones, te ofrezco todas mis oraciones, mis sacrificios y mortificaciones,
todas mis acciones y una mayor fidelidad a mis deberes.
¡Dame la luz, la gracia y la fuerza del Espíritu
Santo!
Confírmame en este Espíritu de modo que yo no lo
pierda nunca, ni lo entristezca, ni lo debilite en mí.
Padre mío, ¡es en nombre de Jesús, Tu Hijo, que te
lo pido! Y tú, oh Jesús, abre Tu Corazón y métele adentro el mío, y con el de María:
¡ofrécelo a nuestro Padre Divino! ¡Obtenme la gracia que necesito!
Padre Divino, llama hacia Ti a todos los hombres.
¡Que el mundo entero proclame Tu Paternal Bondad y Tu Divina Misericordia! Sé
para mi tierno Padre, y protégeme por todas partes como a la pupila de Tus
ojos. Haz que yo siempre sea digno hijo Tuyo: ¡Ten piedad de mí!
Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos
los hombres!
Padre Divino, bondad infinita que se infunde sobre
todos los pueblos.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los
hombres! Padre Divino, rocío beneficioso de la humanidad.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos
los hombres!
Texto Evangélico
Ya con nuestra preparación, podemos comenzar a
reflexionar sobre el texto evangélico a meditar (Lc 15, 1 – 7):
“Todos los
publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los
escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con
ellos».
Jesús les
dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no
deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había
perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la
encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa
llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque
encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro
que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que
se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse»”.
El contexto
Para poder meditar sobre el Evangelio es muy
importante situarnos en un contexto que nos permita disponer nuestro corazón,
abrirlo, para poder comprender dimensiones que muchas veces nos sobre pasan.
Para meditar es conveniente ir sacando puntos muy concretos para poder
profundizar en el Evangelio.
Jesús busca adentrarse a buscar a todo quien lo
necesita, a todo aquél quien en verdad está buscando un camino que nos lleve a
la felicidad plena y por tanto nos de vida en abundancia.
Primer punto: los fariseos, hombres de fe hueca
Quienes más necesitan al médico son los enfermos,
quienes tienen sed se acercan al agua, quienes somos pecadores imploramos la
misericordia de Dios y buscarnos acercarnos a Cristo, en esa lógica era lo
natural ver quiénes se acercaban a escuchar a Jesús: publicanos y pecadores.
Publicanos, quienes cobraban los impuestos para el
César, tenían una moral muy baja, eran vistos con desconfianza, con recelo. Los
pecadores no es necesario abundar en quiénes eran.
Ellos sentían una atracción especial por la figura
del Nazareno, porque frente a Él encontraban el sentido a su vida carente de
dirección. Justo es curioso, pero cuando más parece que estamos alejados de
Dios, Él está más cerca.
Los fariseos como en otros pasajes criticaban
severamente la actitud de Jesús de estar en constante contacto y cercanía tanto
con publicanos como con pecadores. El texto dice, “recibe a pecadores y come
con ellos”. Ellos expresan su fe hueca.
Qué importante es nunca perder de vista la forma
en la cual nos acercamos a Jesús, la forma en la cual nos queremos encontrar
con Dios, si bien es un Padre amoroso, pero también debemos tener una actitud
de humildad frente a nuestro Creador.
Este arranque del pasaje nos debe servir para
poder encontrar dentro de nuestro corazón la esperanza de saber que no importa
nuestro pasado, no importa nuestros pecados, lo único que debe importarnos a
partir de nuestro encuentro con el Resucitado es el futuro. Como el pasaje
donde vemos a otro publicano muy famoso, Zaqueo, cuyo encuentro tan profundo
cambió su forma de ver la vida y estaba dispuesto a rectificar para encontrar
una vida plena en Jesús.
Es importante, analizar nuestra vida, el cómo nos
comportamos con nuestros hermanos quienes vienen a nuestro encuentro, a
nuestras comunidades, a nuestros grupos de apostolado o parroquiales, somos
como esos fariseos de fe hueca, del libro o del manual o por el contrario,
queremos transmitirles nuestra experiencia de publicano o pecador donde en un
momento de nuestra vida, con una fe desnuda, abrimos nuestro corazón al
proyecto de Dios para ser fecundos y que cada encuentro sea fecundo.
Segundo punto: viene por cada uno de los
necesitados
Si hoy viniera Dios, les apuesto estaría feliz por
encontrarnos reunidos, por estar meditando en su Palabra, en su Hijo, pero no
seríamos su preocupación principal, nos diría felicidades, ustedes van bien, yo
voy por los necesitados, por todos aquellos a quien el mundo desprecia.
Ahí es donde debemos encontrar el sentido a la
misión, Dios ha querido ponerse en una actitud de un hombre común, porque
quiere que todos vayamos hacia Él. Por eso el texto meditado nos habla de cómo
deja a las 99 ovejas para ir por aquella perdida.
Eso debe ser fuente de gran alegría, por eso
mencionaba, cuál es nuestra actitud frente aquellos quienes se perdieron y
buscan regresar, ¿los abrazamos, nos alegramos, nos preocupamos por darles una
bienvenida?
Cometemos pecados y muchos, demasiados, muchas
veces por eso tenemos miedo de acercarnos a Dios, porque creemos podremos
experimentar su rechazo, pero nada más alejado de la realidad.
Tercer punto: Yo os amo mucho
El Padre a través de su Hijo, nuestro Buen Pastor,
viene a traerlos la esperanza, la cual nos hará vivir en paz y en la seguridad
de estar trabajando para la salvación. Fue el mismo Padre quien se ha hecho
hombre para ser conocido, se hizo en su Segunda Persona.
La respuesta del hombre ha sido el ignorarlo, la
indiferencia ante su padecimiento, ante su sufrimiento y su muerte en la cruz,
pero Dios no se detiene, para nada, su amor es demasiado grande. No hay mayor
alegría para Dios que el encontrarse a solas con un alma cuando está en gracia.
Queridos hermanos, a Dios sólo le importa una
cosa, tu respuesta de fidelidad constante, tu amor, por que el amor lo paga
todo. Cuando contemplamos la cruz, sólo puedo escuchar una voz del “buen
pastor” que se regocija porque se ha convertido un alma a su amor y las demás
permanecen en su amor, “¡yo os amo mucho!”.
Les invito a permanecer un momento en meditación
para continuar con nuestro encuentro, no se distraigan con los otros, ahora es
el encuentro con Dios para entrar en intimidad con Él y pónganle en sus manos
todo lo que cada uno es frente a Él, con una fe desnuda y directa.
Posteriormente continuaremos nuestro encuentro.
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