Como lo habíamos anunciado, después de nuestra serie de las bienaventuranzas,
comenzaremos una sobre los pasos del perdón. El hacerlo es un nivel muy
avanzado de madurez del hombre, porque requiere necesariamente un acto supremo
de humildad.
Veamos el entorno actual, hay una gran sed de venganza,
producto de un gran reclamo de justicia. Pero en el fondo el objetivo es
causarle mal a quien me hizo un mal incluso hasta por medios legales. Sólo
busco esa justicia para lograr hacer un daño para así sienta el dolor
experimentado por mí y así sufra. Eso sólo me producirá más dolor y un
sentimiento de insatisfacción. La justicia debe impartirse en cuanto dar a cada
quien lo suyo por la acción causada, no por el efecto.
El perdón tiene aristas, porque las fuentes de dolor son muy
diversas, cada una requiere un tratamiento apropiado para cada uno. Por
mencionar algunas particularidades, las personas difíciles, complicadas. Esa
persona es capaz de lograr en mi una gran transformación, porque me permite
trabajar aspectos de mi vida no resueltos, pero gracias a ellas, descubro con
gran atino y certeza, limitantes de mi persona. Lo más molesto en el otro, es
lo mismo en mí, es un efecto espejo.
Una certeza, el perdón, no borra el pasado, pero sí el
futuro. Entonces, cuando descubro esa realidad, mi vida se transforma, el dolor
ya no afectará mi futuro, ya soy capaz de enterrarlo, de dejarlo de lado y
avanzar en un amor el cual sana.
En las siguientes entregas seguiremos abundando en el tema.
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