jueves, 23 de junio de 2011

Algo más se esconde

Hoy celebramos la solemnidad de Corpus Christi, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El tesoro más grande que poseemos los Católicos, es la presencia real de Cristo Eucaristía quien se ha quedado con nosotros desde la Última Cena. También unido al sentido de la celebración, es el día de los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión (MESAC), cuyo ministerio el eje es la Eucaristía.
Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica.
Ocurre, como en la solemnidad de la Trinidad, que lo que se celebra todos los días tiene una ocasión exclusiva para profundizar en lo que se hace con otros motivos. Este es el día de la Eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos asignados en los tres ciclos de las lecturas.
Las procesiones son a modo de públicas manifestaciones de fe; y por eso la Iglesia las fomenta y favorece hasta con indulgencias.  Pero la más solemne de todas las procesiones es la de Corpus Christi. En ella se cantan himnos sagrados y eucarísticos de Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico y de la Eucaristía.  Algunos de los himnos utilizados tradicionalmente son: Pange Lingua;  Sacris solemniis;  Verbum Supérnum;  Te Deum, al terminar la procesión;  y, Tantum ergo, al volver de la procesión,  en torno del altar para finalizar.
También nos recuerda el misterio de Dios en la Eucaristía, donde apreciamos algo, pero algo más se esconde.

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