Retomamos nuestra serie sobre el perdón, hemos avanzado poco
a poco para descubrir la fuerza liberadora fruto del perdón. Ya abordamos
cuestiones internas, los primeros pasos, requerían un esfuerzo por nuestra
parte, ahora viene una cuestión un tanto cuanto complicada.
El tercer paso necesita un verdadero ejercicio de madurez,
autoconocimiento, pero también, honestidad. El tercer paso, poner en su justa
dimensión lo ocurrido, esto es, no “echar de la cosecha”, no aumentar detalles,
analizar lo sucedido en su correcta proporción.
Es un proceso muy complicado porque el hombre lleva dentro
de sí una carga ideológica enorme, forma de ser, concepción y percepción de la
vida, lo cual integra al hombre. Ello lo condiciona a ser de determinada forma
y lo cual establece la forma en la cual percibe la realidad, o mejor dicho,
parte de ella; pero también cómo reaccionamos y nos enfrentamos a la vida.
Ello hace ver la injuria o la ofensa en una dimensión
totalmente tergiversada y obviamente, cargada a nuestro favor. Cuando
aprendemos a poner las cosas en su apropiada dimensión, somos capaces de
elaborar un verdadero juicio de valor imparcial, el cual nos permite más fácilmente
comprender el meollo del asunto y así, actuar en consecuencia.
Hago a un lado mi hipersensibilidad, mi ego herido y es
cuando aprendo a no permitir perder mi paz interior por una situación, por una
injuria u ofensa, la cual incluso puede ser una nimiedad o tontería.
El reto como hemos visto va cada vez en aumento, pero vale
la pena aprender a vivir conociendo y dominando la poderosa fuerza del perdón.
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