Seguimos en nuestra serie sobre los pasos del perdón, en la
anterior entrega comentábamos el primero, el cual me lleva a aceptar mi dolor;
una vez hecho ello, soy capaz de transformar ese dolor en fuerza vital.
El segundo paso, necesariamente requiero y es fundamental,
el poner o establecer una distancia sana o saludable, del hecho por el cual
estoy dolido. Si recordamos el primer paso, toda esa fuerza vital, debo
utilizarla para separarme de lo cual es fuente de mi dolor.
Quito en términos coloquiales al verdugo el cual se esconde
en mi interior y sigue ocasionando el daño una y otra vez. Cuando estoy
reviviendo el hecho, es imposible perdonar por más intentos realizados, porque
la herida no cierra.
La fuerza vital será capaz de transformar ese verdugo en un
médico, el cual será capaz de sanar esa herida. Así soy capaz de recuperar la
paz interior perdida, porque también aprendo a verme con misericordia, así el
perdón, aun no siendo inmediato, puede fluir más fácilmente y así puedo sanar.
El poner una sana distancia, me permitirá también vivir más
libremente, porque no dejo someterme por el influjo negativo de aquello nefasto
para mí. Incluso se convierte en una oportunidad de crecimiento y madurez.
Muchas veces, las crisis son la mejor oportunidad para
avanzar, porque me mueven de mi nivel de confort y me obligan a sacar lo mejor
de mí. Con el tiempo, ya es muy natural el guardar siempre una sana distancia
entre aquellas cosas las cuales me pudieran afectar.
Si bien, no puedo tener el control de muchas cosas en mí
alrededor, sí tengo el control de la forma en la cual reacciono, de ello parte
mi libertad. Cuando cobro consciencia de ello, comprendo sobre la importancia
de no permitir perder mi paz interior.
Por tanto, ahora soy capaz de comprender la fuerza
transformadora del perdón, el cual me lleva a dar lo mejor de mí mismo, porque
desprendo una energía inmensa, porque experimento o toco la misericordia de la
cual yo mismo he sido beneficiado una y mil veces.
Segundo paso, no lo olvidemos, poner una sana distancia
frente a lo cual me ha hecho daño. Así no pierdo mi paz interior y puedo
transformar esa energía negativa en un agente de cambio en lo más íntimo de mi
ser.
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