La política era considerada junto con el derecho clásico,
como una actividad propia de damas y caballeros, capaz de ennoblecer a los
hombres, para lograr incluso humanizarlos y civilizarlos.
Hoy nada más lejos del viejo ideal, algunos políticos
durante las presentes campañas se han dedicado a desprestigiar, calumniar
difamar y entablar guerra sucia contra sus enemigos. Empleo la palabra enemigo
porque se les escapa la realidad, son adversarios, lo cual no es lo mismo, al
final buscan cada uno a su manera el bienestar del país a través de proyectos y
perspectivas diversas.
Los ciudadanos también han contribuido con el clima hostil
de las elecciones, las personas no comprenden un valor básico de la democracia,
la tolerancia. Yo no puedo descalificar a una persona porque vota o simpatiza
por un candidato diferente al mío, por el contrario, el diálogo permite
encontrar coincidencias y puntos de acuerdo. Pero en realidad se ha generado y
sembrado un odio feroz contra quienes no son de mi partido o simpatía.
Basta con leer las redes sociales y ver una muestra del
encono político, el adversario se convirtió en enemigo y a desprestigiarlo. Sí
se pueden tener contrastes y debates pero de las visiones de país. Es
importante por tanto, respetar a la persona, dejar de lado acusaciones sin
sustento, aún siendo expresiones a voces, si no me consta, mejor guardo
silencio.
Aprendamos a vivir en democracia, privilegiando el diálogo,
el debate, los acuerdos y retomemos el verdadero sentido de la política, una
actividad propia de damas y caballeros.
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