Partamos de la premisa, la transformación es diferente a
cambio. El cambio lleva una connotación negativa, implica violencia. Tras el
cambio hay un reproche hacia nosotros, es exigirnos ser quien no somos. Por su
parte, la transformación es aceptar cuanto somos, todo tiene sentido y es
bueno. Es una revelación partiendo de lo inauténtico para llegar a lo auténtico,
de lo aparente a lo real.
Hay muchos caminos para comprender verdaderamente y a
profundidad la transformación, uno son los textos bíblicos porque revelan
dimensiones desconocidas del hombre, como a quienes Dios les encomendaba una
misión o de su mismo Hijo.
Los biblistas afirman sobre la transformación, “es la
divinización del hombre”, porque entra o encuentra su verdadero ser cuando Dios
entra en su vida. Pero lo curioso del caso es la permanencia, es decir,
seguimos siendo nosotros, pero la transformación se da en lo más íntimo.
De esa experiencia “divinizadora”, la transformación se
convierte en el centro de la vida espiritual. El hombre buscará necesariamente
lograr ese proceso. Así se toma conciencia del desarrollo de la persona, es
decir, no se creará algo nuevo, será la aparición de la auténtica persona.
Con ello concluimos en una certeza, la transformación será
un proceso cuyo final será la muerte.
En las siguientes entregas abordaremos el tema desde otras
perspectivas.
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