miércoles, 11 de enero de 2012

El símbolo del absurdo

En días pasados Felipe Calderón inauguró, tardíamente, el “símbolo” conmemorativo del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, la llamada “Estela de Luz”. Lo cual ha generado aún una mayor polémica a la ya existente sobre el tema.
La controversia se desarrolló en varios aspectos del proyecto fallido del sexenio de Felipe Calderón, porque es un reflejo del cinismo, de la incompetencia, de la corrupción y del despilfarro. Si se había pensado como un proyecto de unidad y orgullo para los mexicanos se tornó en un símbolo del absurdo.
El mismo arquitecto quien proyectó el concepto original no quedó conforme con el resultado. El Colegio de Ingenieros denunció su sobre precio, evidencia del abuso de las tropelías cometidas por algunos cuyo responsable final es Felipe Calderón, al hacerse de la vista gorda la Secretaría de la Función Pública.
Incluso no tiene nada de origen mexicano con excepción de la mano de obra. Los cuarzos son brasileños, el mármol italiano y hasta las mismas estructuras de acero son extranjeras.
Se prefirió “invertir” tal cantidad de dinero provenientes de recursos públicos en una nimiedad, banal y trivial como un monumento al fracaso de Acción Nacional en estos 12 años, en la conducción del país.
Basta comparar los costos con verdaderas obras útiles, por mencionar algunas, es el equivalente a la mitad del puente inaugurado dos días antes, el cual se convirtió en uno de los más importantes obras estatales; cinco hospitales de alta especialidad con 300 camas; más de 170 mil becas para alumnos de bachillerato para la educación Media Superior; la resolución del problema actual de la basura en la Ciudad de México y muchas obras más.
Lo paradójico es la mención jactanciosa de las obras realizadas en infraestructura en la presente administración, las cuales afirman son las más grandes de toda la historia del país.
Es triste la insistencia en convertirlo en un reflejo y homenaje del Bicentenario y del Centenario, una obra sin sentido, sin trascendencia o la cual represente algo. Se quedará como hemos mencionado en el símbolo del absurdo.

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