¡Venga Tu Reino!
Adolfo Ruiz Guzmán
24 de marzo de 2014
Retiro
Rectoría
San José
La Cuaresma Transfigurante
Introducción
Agradezco mucho la invitación del P. Felipe, pastor de esta Rectoria San José, para poder encontrarnos en este pequeño
compartir que tenemos la oportunidad de tener a medio camino de la Cuaresma.
A estas alturas el caminar nos
ha llevado a reflexionar sobre cómo quiero vivir y
orientar mi vida de cara a la Pasión, Muerte y
Resurrección de nuestro Señor pero cómo me ha transfigurado, es decir, cómo
ha tocado mi vida ese encuentro.
Por ello, el tema de nuestro
pequeño retiro, la Cuaresma Transfigurante, porque de la vivencia de
nuestra Cuaresma, dependerá
que lleguemos a la Pascua con Cristo.
Vamos a comenzar nuestro pequeño retiro, quiero que se sientan en confianza, en libertad, pero lo
más importante, que se dejen tocar por el Señor, no por las pobres palabras de su servidor, sino que sea el
mismo Cristo quién abra su corazón para aprovechar este encuentro.
Brevemente, les comento nuestro
esquema de trabajo. Tendremos ahora un momento de oración intensa, donde meditáremos un texto del
Evangelio, les brindaré
algunos puntos para la reflexión personal y una vez terminado este momento tendremos un poco de
tiempo libre para continuar con una pequeña
charla.
Si les parece bien, vamos a
iniciar y les pediré
que pongan su mente en blanco, si les ayuda, utilicen
algún método de respiración para poder
relajarse y que todo aquello que les preocupa, les inquieta, se quede fuera,
porque ahora será
un momento de intimidad entre mi Creador y yo, su
creatura. Se podrá
caer el mundo, pero no importa porque estoy con Él.
Calentamiento previo
Siempre es importante, realizar
un pequeño ejercicio de calentamiento, para no entrar en frío, les propongo una oración
de San Ignacio de Loyola que por obvias razones los jesuitas recitan previo a
tener su meditación. La diré
despacio para poder saborearla y hacerla nuestra.
Señor,
de verdad deseo prepararme bien para
este momento, deseo
profundamente que todo mi
ser esté atento y dispuesto para Ti.
Ayúdame
a clarificar mis intenciones.
Tengo tantos deseos
contradictorios...
Me preocupo por cosas que ni
importan ni son
duraderas. Pero sé que si te entrego mi corazón
haga lo que haga seguiré a mi nuevo corazón.
En todo lo que hoy soy, en todo
lo que intente
hacer, en mis encuentros,
reflexiones, incluso
en las frustraciones y fallos
y sobre todo en este rato de
oración,
en todo ello, haz que ponga mi
vida en tus manos.
Señor,
soy todo tuyo. Haz de mí
lo que Tú quieras.
Amén.
Texto Evangélico
Una vez dados los ejercicios de
calentamiento, dispongámonos a meditar el texto Evangélico
(Jn 6, 1 –
15).
Después
de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía
porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar Jesús los ojos y ver que venía
hacia él mucha gente, dice a Felipe: “¿Dónde vamos a
comprar panes para que coman éstos?” Se lo decía para probarle, porque él
sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:
“Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un
poco”.
Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: “Aquí
hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos
peces; pero ¿qué
es eso para tantos?”
Dijo Jesús: “Haced que se recueste la gente”. Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias,
los repartió
entre los que estaban recostados y lo mismo los
peces, todo lo que quisieron.
Cuando se saciaron, dice a sus
discípulos: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”. Los recogieron, pues, y llenaron
doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los
que habían comido.
Al ver la gente la señal que había realizado, decía: “Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo” Dándose
cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle
rey, huyó
de nuevo al monte él
solo.
Jesús no se cansa de retarnos
Siempre es importante que nos
situemos en la escena evangélica para
poder contextualizar los elementos principales y cosas que no alcanzamos a
percibir. Tuve hace muchos años la
oportunidad de ir a ese lugar a orillas del Lago de Tiberíades, y experimentar la necesidad
de Dios.
Tomemos un momento para meditar
cuántas veces
hemos tenido esa necesidad tan grande de encontrar respuestas a tantas y tantas
interrogantes que tenemos en nuestra vida, pero también cuando nos hemos sentido sin esperanza o que estamos en un
callejón sin
salida.
Por eso la gente quería acercarse al Señor como relata el pasaje evangélico. Jesús se compadece y se hace cercano,
pero además nos regala
el poder contemplar señales
prodigiosas para que para nosotros, hombres incrédulos le creamos.
Ese encuentro no puede quedar
esteril, está llamado a
dar más porque Jesús no se cansa de retarnos y no lo
hará. Por eso si
recordamos el pasaje del Evangelio, le pregunta a Felipe, “¿dónde vamos a
comprar panes para que coman éstos?” Se lo decía para probarle, porque él
sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:
“Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un
poco”.
La respuesta de uno de los apóstoles, refleja la falta de
confianza que tenemos en el Señor, justo ya había visto
algunos de los milagros que había realizado Cristo, pero aun así la respuesta devasta al Señor. Doscientos denarios de pan no bastan…
Qué gran ocasión es la
Cuaresma, para poder ir de la mano con el Señor para realizar un profundo análisis de nuestra vivencia de fe. La fe no es sencilla vivirla,
transmitirla o experimentarla, requiere años y años de
preparación, de
meditación, pero lo más importante de confianza. La
respuesta del hombre a Dios dependerá de la fe que tengamos en Él.
Cinco panes y dos peces
La respuesta de Andrés fue totalmente diferente, fue de
confianza en el Señor, pero
conociendo las limitaciones humanas. Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces.
Es todo lo que tengo, es toda
mi humanidad, pero lo pongo a tu disposición para que tú seas quien
sea capaz de transformarlo, pero lo más importante, que lo transfigure. Cuando dejamos a Dios actuar en
nuestras vidas es posible que a través nuestro obre milagros.
El texto es muy preciso, habla
que había más de 5,000 personas, a todos y
cada uno de ellos Jesús les sació su hambre, no sólo física, sino espiritual, que es más fuerte incluso que la física.
Para que no se pierda
nada
El texto cierra con una frase
que siempre me ha dejado pensando, que me invita a la reflexión: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”. Después del milagro que hizo Jesús, cuando alimentó a 5,000 personas, con pescado y pan, todavía tuvo el detalle de recoger todos
los trozos sobrantes, pero en especial para que nada se pierda.
El texto continúa “los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de
los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían
comido”. El chico
del texto puso todo lo que tenía para que el Hijo de Dios, Dios mismo pudiera obrar el milagro.
Dios aún con su plenipotencia, requiere de nosotros, necesita nuestra ayuda
para poder obrar sus milagros, para poder llevar a otros la buena nueva, quiere
que le demos nuestros cinco panes y dos peces y Él se encargará de todo.
Por ello, requerimos salir
transfigurados de la Cuaresma, para vivir la Pascua eterna.
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